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sábado, 9 de noviembre de 2013

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL SOCIALISMO IMPOSIBLE

Las tres principales consecuencias de la aplicación del modelo socialista en Venezuela han sido: 
1) La disminución dramática de las libertades individuales, principalmente el derecho a la propiedad, el derecho a la libre expresión y el derecho a la justicia; esto, al permitir el crecimiento de un hiper-estado que, por tener metas colectivas, desprecia al individuo. 
2) La quiebra de la economía nacional, debido a la planificación centralizada que requiere de una creciente actividad contralora e intervencionista del Estado en la actividad productiva privada, a la corrupción rampante y al gasto público incontrolado del gobierno. 
3) La pérdida del sentido común, de la capacidad de razonar como seres humanos independientes y autónomos, a fuerza de propaganda y mucho ruido ideológico, que favorece los mitos historicistas y un idealismo comunista que terminan fomentando sentimientos fascistas.
Estas tres consecuencias son el reflejo de un Estado manejado “a la manera de Cuba”, de carácter totalitario, militarista, autoritario, que obliga a los ciudadanos a financiar las ineficiencias del gobierno, a costear masivos experimentos sociales y un enorme gasto en la expansión de un imperialismo socialista en la región latinoamericana.
Al no haber separación de los poderes, se privilegia la ausencia de controles, lo que significa que no hay rendición de cuentas para las instituciones de gobierno, sus gestiones se hacen oscuras, la impunidad es la norma y el abuso se convierte en injusticia continuada para una gran parte de la población.
El socialismo es, para algunos, una idea bonita y aparentemente inocua, pero su práctica desbocada trae consecuencias terribles, su contradicción fundamental es creer que la naturaleza humana puede torcerse y obligarla a ser de otra manera, que el altruismo puede sustituir al egoísmo, que la solidaridad tiene la misma fuerza que el interés propio; al tratar de imponer estas visiones equivocadas de la humanidad, el sistema socialista se hace peligroso, cruel y generador de violaciones de derechos humanos a gran escala.
Esa infeliz frase: “De cada uno según sus capacidades, para cada uno de acuerdo a sus necesidades”, es la fórmula del desastre social de la que los sinvergüenzas e inútiles se aprovechan de los que producen, para poder vivir sin trabajar, excusándose en sus múltiples necesidades y sus “derechos”, para obtener de los demás lo que deben conseguirse por sus propios medios; esta práctica genera un Estado clientelista y populista.  La Venezuela que soñaba Chávez era un imposible, quiso sacrificar todo para obtener una igualdad chucuta donde existía el privilegio de los jefes, de los militares, de los camaradas del partido, apostó lo que no tenía en una utopía desfigurada por la ignorancia, conducida por su sola voluntad y entregada a complacer los deseos de Fidel Castro, todo esto, bajo la excusa injustificada y falsa de que se trataba de un proyecto bolivariano.
La experiencia ha demostrado, una vez más, que el socialismo puesto en práctica sólo hace que los pordioseros se multipliquen, las empresas quiebren, los vicios se hagan virtudes y la miseria ataque a toda la sociedad. Sólo en el socialismo el incapaz se cree dotado para gerenciar industrias, dirigir ministerios y llevar en sus manos los destinos del país; se le permite arruinar a la sociedad cobrando un sueldo, haciendo negociados y sin que nadie pueda exigirle responsabilidades, y a esto lo llaman “igualdad”.
El socialista se cree mejor que los demás por el simple hecho de que siente y demuestra piedad por los desposeídos a costa de otros, nunca son generosos con el producto de su propio esfuerzo, si es que lo hay, o recursos; esta fiebre de “idealismo” ataca fundamentalmente a los pobres, por las falsas esperanzas que pregona y las salidas rápidas que propone a sus penurias; incide en los jóvenes que, arrebatados por un sueño y la utopía de una mejor sociedad, intentan cambiar el mundo que se les presenta imperfecto e injusto, por la peor de las vías, que es el colectivismo, que es la muerte de la libertad individual. 
El chavismo ya lleva quince años aplicando su modelo socialista radical en Venezuela y lo que hemos visto es fracaso tras fracaso, arruinando a sectores completos de la economía.  Los socialistas bolivarianos, enfrentados a la posibilidad de perder el poder, ahora amenazan que sin ellos no habrá paz y, valiéndose de la idea de que la revolución es necesaria, afilan los cuchillos y preparan las emboscadas electorales. 
Todos esos hombres y mujeres tienen una personalidad inmadura, son incapaces de admitir sus propios errores y viven una fantasía revolucionaria e infantil que ya tiene demasiados muertos y gente arruinada; se prestan a seguir gobernando a cualquier precio, su pasión por el poder supera con creces su amor al país – insisto, si es que lo hay -, su “hombre nuevo”, que se encuentra allá lejos en el futuro, no es sino la idea que tienen de un latinoamericano resentido, acomplejado, incapaz de sostenerse por si mismo solo atento a los regalos de un régimen castrador, y no les tiembla el pulso para sacrificarnos en el altar marxista y entregarnos mansamente a las garras cubanas, ese el premio a su misión destructora.
Del cúmulo de elecciones que hemos “perdido” han surgido unos candidatos con posibilidades reales de derrotar al chavismo; se trata de otros socialistas, no chavistas, pero igual de populistas y estatistas, que le dará la batalla en su propio terreno, con sus códigos y lenguaje, pero con la gran diferencia, que se trata de venezolanos nacionalistas de verdad, no de agentes cubanos, de gerentes eficientes, conocidos por sus comunidades, no paracaidistas de la farándula, y hasta donde nos han demostrado, son hombres y mujeres de bien, el socialismo que practican no es invasivo ni produce constipación, no le tienen el alma vendida al marxismo y puede que, con el tiempo, logremos convencerlos de que el socialismo es la vía equivocada para Venezuela.
Todos esos candidatos de la oposición son los más aptos para gobernar en alcaldías y conformar los Consejos Municipales, en medio de esta crisis generada por los chavistas, quienes se saben derrotados y que no les queda otra vía que más amenazas y trampas.
De nuevo, y en esto hay que ser muy claros, hasta que no tengamos otra manera efectiva de hacernos sentir, la vía electoral es nuestro próximo campo de batalla y, pese al ventajismo grosero que nos restriegan en el rostro, vamos a ganar, porque no hay opción, la alternativa, es simplemente… pavorosa. –  

saulgodoy@gmail.com

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