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martes, 5 de noviembre de 2013

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL PÁNICO REVOLUCIONARIO

Nuestros revolucionarios endógenos tienen mucho que temer; de hecho, ser revolucionario viene ligado a vivir con miedo, pues el mismo principio violento del que surgió la revolución es el mismo que alimenta la contrarrevolución y toda revolución tiene un final; eso de la revolución permanente es sólo un deseo infantil, como soñar con la inmortalidad.

Ese miedo que los acogota, producto de los calamitosos resultados de su gestión como gobierno, de los crímenes y abusos que cometieron contra una importante parte de la población, para establecer su “diferencia” con los demás gobiernos, de su arrogante sed por una quimérica justicia igualitaria, que arruinó a muchos venezolanos, y de lo que dejaron de hacer en aras de una ideología desvencijada e inhumana… en fin, las cuentas que tienen por pagar son muchas y, digan lo que digan, la venganza es un plato que se come frío y esa venganza es consecuencia necesaria de toda revolución.
De ese temor surge la sospecha, de la sospecha las inseguridades y desconfianzas, y de éstas, la agresividad con la que se distinguen los mandatarios y los gobiernos asustados hasta de su sombra.
Por ello es muy fácil caer en el gravísimo error de considerar a su propio pueblo como un enemigo y tratarlo como tal, creando organizaciones policiales para mantenerlo bajo control, usando espías para vigilarlo, estableciendo la censura para que no se diga algo inconveniente para el régimen, tratando de militarizarlo para imponer su obediencia y respeto; eso ha sucedido varias veces en la historia, a Luis XVI le sucedió, luego a Napoleón, Stalin fue un claro ejemplo, Pinochet lo ilustra en nuestro continente.
Maduro y su gobierno ilegítimo está calcando el mismo patrón autoritario y policial; la creación de esa morisqueta totalitaria llamada el CESPPA, o Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria, es un claro ejemplo del temor revolucionario convertido en pánico; con innumerables errores de fondo y forma, este ejercicio de legislación presidencial es huérfano de una instancia jurídica que le enmiende la plana a quienes cocinaron tamaño despropósito.
El CESPPA asume las funciones de solicitar, organizar, integrar y evaluar: "las informaciones de interés para el nivel estratégico de la Nación, asociadas a la actividad enemiga interna y externa, provenientes de todos los organismos de seguridad e inteligencia del Estado y otras entidades públicas y privadas, según lo requiera la Dirección Político-Militar de la Revolución Bolivariana"; violentando toda la estructura del estado de derecho, 
Maduro subroga la actividad de seguridad del Estado a un organismo inexistente en la norma constitucional y manejado de manera discrecional por los militares.
Esta Dirección Político-Militar de la Revolución Bolivariana es, lejos de toda duda, un apéndice del partido de gobierno, el PSUV, y habiéndolo involucrado en este decreto como órgano rector para las actividades de seguridad y defensa de la nación, lo que ha hecho es privatizar uno de los pilares del poder político del país, otorgando a un grupo de interés privado funciones que competen a la Presidencia de la República, cargo que Maduro ocupa por circunstancias extraordinarias y muy cuestionadas.
Ante los graves escándalos de corrupción en el seno de la institución militar, que venía encargándose de la materia de defensa y seguridad del país por mandato de este gobierno socialista, al permitir la penetración de elementos cubanos y del narcotráfico en su interior, sumando la adhesión de su alta oficialidad al proceso revolucionario socialista, que le ha reportado un duro golpe a su credibilidad, y el haber permitido que sus cuadros y oficiales compitan deslealmente con la sociedad civil, incluso en áreas tan ajenas a sus funciones como el manejo de medios de comunicaciones, operación de supermercados y campañas políticas, la Fuerza Armada aparece disminuida en su efectividad real y confundida sobre su verdadero rol.
¿Cuál es la lectura de ese garrafal error? Que Maduro y su gobierno ya ni siquiera confían en las instituciones del propio Estado; que todo ese “constructo” del que han venido hablando - de guerra total económica, de conspiraciones del Imperio, de saboteo del enemigo interno… - o se lo están creyendo, o están muy desesperados con la crisis que generaron.
El darle ese poder a la Dirección Político-Militar de la Revolución Bolivariana – repito, un órgano inexistente en la Constitución Nacional – se traduce en una renuncia expresa de atribuciones presidenciales, delegadas en una institución ilegal y fuera del espacio público.
¿Puede el estamento militar, los cuerpos de seguridad del Estado, las instituciones, las empresas, el ciudadano, por un decreto del supuesto presidente, obedecer requerimientos de ese organismo? Se trata de una instancia de poder que nadie sabe quiénes lo conforman, excepto este militar, exjefe de los servicios de inteligencia, que ahora, por un acto chimbo de magia socialista, está por encima de la Presidencia de la República, tendrá poderes de censura y de orden público, la capacidad de aplicar el poder de las armas, de privar de libertad a los ciudadanos, de tomar empresas e instalaciones privadas, de acusar a los traidores a la patria, de “neutralizar al enemigo” y de mantener informado al presidente, mandando bien largo al carajo el artículo segundo de nuestra carta Magna, ese que dice que somos un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia… 
¿Puede la seguridad y defensa de un país ser entregada a una sección de un partido político? Aún en los momentos más difíciles, en las situaciones más complicadas, se espera de quien se dice presidente de un país un poco de respeto, de decoro y majestad en el ejercicio de su cargo, en lugar de dejarse llevar por el pánico y la histeria, nombrando a diestra y siniestra defensores de la revolución, a la que, sin duda, le llegó la hora de rendir cuentas. –
saulgodoy@gmail.com

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