Quien ilegítimamente ejerce la
presidencia de la República está enloqueciendo a la población, transmite su
locura y entre otros desvaríos nos convierte en compradores compulsivos cuando
encontramos productos que escasean, los requiramos o no. Las inmensas colas para comprar cualquier
cosa no es que nos hacen perder el tiempo -muchísimo más grave que eso- nos
hacen olvidar problemas nuestros y del país muchos más gruesos, para colocarnos
a la caza de papel tualé, harina, leche o cualquier otro de los tantísimos
productos desaparecidos; y cuando los alcanzamos hasta damos gracias a Dios, y
algunos incluso sienten gratitud con el buen gobierno que les ha hecho el
favorcito de darles un poco de aquello a lo que tienen pleno derecho.
El desacierto reiterado y la locura de
hacer lo mismo una y otra vez en la industria petrolera, nos han llevado -y es
para no creerlo- a aumentar las importaciones de derivados de hidrocarburos, ya
que disminuye la refinación del petróleo y su transformación en gasolina,
aceites y tantos otros productos esenciales en la vida moderna. Lo más grave es
la contradicción de este régimen inepto, cuyos principales voceros no hacen
sino echarle palo al capitalismo, particularmente a los EE.UU., y cada vez más
dependemos no solo de nuestra venta de petróleo a ese país, sino de la compra
de todo tipo de productos, incluyendo los derivados del petróleo, los que se
han incrementado en un 15,6% en los siete lamentables meses en que el señor
Maduro ha usurpado ilegítimamente el Palacio de Miraflores, mientras se pelea
por vivir en La Casona. En efecto, en su nombre la primera combatiente, Doña
Cilia, a diario se bate con las hijas del “comandante eterno”, pretendiendo
desalojarlas de la residencia presidencial a la que no tienen derecho.
La locura transmitida por el señor
Maduro nos vuelve violentos y agresivos, nos quita la bonhomía característica
de nuestro gentilicio, andamos irritados. Los insultos permanentes y las palabras
soeces, las agresiones verbales y físicas, los atropellos, el uso de la fuerza
pública y de los órganos de justicia para retaliación y sometimiento, nos hacen
agresivos y pendencieros. Simultáneamente, el no cumplimiento de la obligación
primaria de cuidar la vida y los bienes de los ciudadanos, el permitir que los
asesinos y hampones hagan de las suyas libremente, nos llena de sobresalto, nos
vuelve paranoicos, lo que, por decir lo menos, desmejora brutalmente nuestra
salud física y psíquica, y nuestra calidad de vida.
Los venezolanos necesitamos
reencontrarnos con nosotros mismos y con el país que hemos perdido, recuperar
nuestros valores y la forma sana de convivir. No queremos más locuras ni que nos sigan
enloqueciendo. Dentro de pocos días, el 8-D, debemos dar una señal clara de que
queremos cambiar. No basta con votar, si bien tenemos que hacerlo; que por amor
a Venezuela y a los nuestros nadie falte a la cita en las mesas electorales, y
que ese amor nos lleve a la calle ahora y luego, para ponerle punto final a la
locura, a quienes quieren seguir haciendo lo mismo: “Si hacemos lo mismo,
resulta lo de siempre”.
Twitter: @padronpaciano
E-Mail: pacianopadron@gmail.com
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