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sábado, 12 de octubre de 2013

DANIEL E. CHALBAUD LANGE, 12 DE OCTUBRE: DÍA DE LA RESISTENCIA INDÍGENA

Fundamentado en Andrés Eloy Blanco, tomo su palabra para  “regresar por un instante en la historia y coger el  impulso necesario para seguir adelante”. Pero, a propósito, en vez de seguir adelante me detendré en el tiempo, hoy 12 de octubre de 2013, para referirme al Día de la Resistencia Indígena.

Antes de iniciar permítanme la siguiente reflexión.


De distintas manera se califican a posteriori hechos o procesos que suceden en la humanidad.  El proceso del que estamos haciendo referencia se ha calificado, como dijimos anteriormente, de Leyenda Dorada, Leyenda Negra o Leyenda Ecléctica de acuerdo a la posición, muchas veces intransigente, que cada persona asume en su interpretación y convicción. 

El tiempo pasa inexorablemente y, el hombre con sus actuaciones hace la historia, que en su momento y lugar dejan para el gran libro de la historia de la humanidad.  Así, brevemente podemos recordar a Jesucristo, que nos dejó una religión; Bolívar, que nos dejó una Patria; Colón, que abrió el camino para unir razas; Hitler, Mussolini y Stalin, quienes dejaron una alfombra de sangre en las tierras de Europa;  Ghandy, Martin Luther King, María Teresa de Calcuta y el Papa Bueno, Juan Pablo II, quienes nos legaron acciones y mensajes de Paz. Lo que no podemos ni debemos ser, es considerarnos jueces de los descendientes, para responsabilizarlos de las malas acciones de sus antepasados.

Nuestra vigente Constitución Nacional reservó el Capítulo VIII para referirse a los Derechos de los pueblos indígenas.  La intención reflejada en el contenido de este Capítulo fue motivo de gran discusión, por cuanto muchos miembros de la Asamblea Nacional Constituyente razonaban que los indígenas no debían ser considerados fuera del contexto que la Constitución define como venezolanos y que por lo tanto deben tener los mismos derechos y deberes que un venezolano andino, llanero,  oriental o central, la gran mayoría también  descendientes de nuestros  antepasados indígenas. Aprobada la referida Constitución, en su Art. 119 establece que: “El Estado reconocerá la existencia de los pueblos y comunidades indígenas, su organización social, política y económica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones, así como su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que ancestral y tradicionalmente ocupan y que son necesarias para garantizar sus formas de vida. Corresponderá al Ejecutivo Nacional con la participación de los pueblos indígenas, demarcar y garantizar el derecho a la propiedad colectiva de sus tierras, las cuales serán inalienables, imprescriptibles, inembargables e intransferibles de acuerdo con lo establecido en esta Constitución y las Leyes”.

Al respecto, permítanme la siguiente consideración.  Parece que después de quinientos años nos dimos cuenta que en varios espacios geográficos de la República existen cientos de miles de venezolanos y que gracias al artículo constitucional citado reconocemos su existencia. La palabra correcta no es reconocer sino garantizar su existencia y todos aquellos derechos políticos, sociales, económicos, culturales, ambientales y humanos que como integrantes de la población venezolana les corresponden. Lógicamente, sus tradiciones, su hábitat, sus idiomas y costumbres los hacen diferentes, al igual que diferente son las tradiciones, hábitat, cadencias en el hablar, modo de expresar y de manifestar su fe religiosa que tiene un andino, un llanero, un oriental o un central, pero todos, a pesar de esas diferencias, somos venezolanos.  

Por ello, más que recordar y referirnos a los sacrificios de nuestros antepasados aborígenes, razón de ser de nuestra existencia, vivencia y vigencia como venezolanos y  como nación, debemos destacar y referirnos a nuestros actuales indígenas, quienes por nuestra propia responsabilidad, responsabilidad de hermanos venezolanos, todavía hoy, 12 de octubre de 2013, se sacrifican y resisten, con otros medios pero con la misma finalidad de hace más de 500 años.

También por ello, no es menester, por extemporáneo, responsabilizar hoy a los pueblos españoles, portugueses, italianos, franceses, ingleses u holandeses, de las infracondiciones humanas en las que decenas de miles de indígenas venezolanos, hoy día de su cumpleaños, “Día de la Resistencia Indígena”, se resisten y  luchan por sobrevivir en varias regiones del territorio nacional, no sólo en su propio hábitat, sino incluyendo calles, plazas, puentes, y pasillos en centros comerciales en muchas ciudades de Venezuela, sin excluir a Valencia en donde a diario los podemos ver en las inmediaciones del Terminal de Pasajeros, en los semáforos cercanos a Centros Comerciales, en lo poco que queda del terreno que no hace mucho tiempo se les cedió en Parque Valencia, en  avenidas y otros lugares emblemáticos de la ciudad  por donde ,  parodiando a Andrés Eloy Blanco, “andan desnudos cientos de angelitos indios que pasan los días comiendo mango por los barriales del suelo”, imitando a los angelitos indios de Petare, de  Mamera, El Valle, La Charneca,  El Cementerio  en Caracas  y otros cientos de lugares en muchas ciudades en la Venezuela de hoy.

Nuestra responsabilidad nos obliga y, en especial a los gobernantes de turno, a materializar lo que, con gran sentido humanístico establece la Constitución, para preservar y garantizar a los indígenas venezolanos los derechos allí establecidos. Derechos que les garanticen su desarrollo personal integral pero que no los obliguen a su confinamiento en un espacio geográfico el cual, simulando a una “pecera” o un  “museo de cera”, sólo sirva de distracción a los turistas extranjeros y criollos para que en sus viajes se tomen fotografías junto a los indígenas del siglo XXI, para mostrar, en su retorno,  como vivían nuestros aborígenes en el siglo XV.

Esta es la verdadera RESISTENCIA INDÍGENA que hoy, 12 de octubre, estamos obligados a reconocer: su resistencia a seguir marginalmente sobreviviendo con las migajas que en cada período vacacional reciben de agrupaciones religiosas o laicas, quienes afortunadamente sienten la necesidad de ayudarlos y apoyarlos cumpliendo con la responsabilidad social que le obliga su conciencia de seres humanos, de seres venezolanos. O el bolívar fuerte que, algunos casi obligados, depositan en el envase de cartón que nos presenta una indígena con un niño colgado del pecho en muchos semáforos de la ciudad.  
Le estamos “entregando peces”, cuando al Estado le corresponde “enseñarlos a pescar”.

Preservar su cultura, usos, costumbres, religión, organización e idiomas no es confinarlos y obligarlos a seguir viviendo como lo fueron hace quinientos años.   Por el contrario, a nuestros indígenas hay que brindarles la misma oportunidad, que hemos tenido gran parte de la población venezolana, para integrarlos con los demás indígenas andinos, llaneros, orientales, centrales y occidentales y luego, facilitarles aprender y conocer otras culturas, otros idiomas y otros modos de vivir que les permitan superar, por si mismos, sus propias limitaciones y disfrutar de las bondades del desarrollo científico y tecnológico y no las que piensen  y decidan otros por ellos;  además,  nos  lo  recuerda Andrés Eloy Blanco de su intervención en el Congreso, el 11 de julio de 1947, al decir que

 “…. Lo cierto es, ciudadanos Diputados, que en Venezuela no sólo hay necesidades. Yo creo que hay que ir más lejos: hay que crear necesidades. Es necesario que el venezolano, el más pobre, el más desventurado de nuestros compatriotas -(pienso en nuestros indígenas)-  no tenga simplemente con que llenar una necesidad, sino que tenga esa necesidad: porque lo más trágico es que un hombre no tenga zapatos que ponerse, sino que no haya sentido nunca la necesidad de tener zapatos.  Hay que crear en el hombre la necesidad de dejar el chinchorro por la cama; hay que crear en el hombre la necesidad de dejar la alpargata por el zapato; hay que crear en el hombre la necesidad de dejar el simple buche de agua por el cepillo de dientes.  Es necesario que el hombre no se acostumbre a vivir conforme bajo un rancho en piernas, a la intemperie y sin los elementos necesarios contra la plaga, es necesario crear en él el estado de rebeldía fisiológica que le hace asumir la propia defensa de su vida”

Hoy, 12 de octubre de 2013, nuestros indígenas muestran su resistencia, no ya a los conquistadores sino ante un Estado, su propio Estado, poderoso y dadivoso, que en el papel escribe los derechos más apetecibles pero que en la práctica les niega lo que a otros indígenas en otros países a menudo les ofrece y, los nuestros, obligados a seguir viviendo casi igual que 500 años atrás.  Esta si es la verdadera RESISTENCIA INDÍGENA que los impulsa a emigrar dentro de su propio país en búsqueda de lo que se les niega y que sí disfrutan sus hermanos venezolanos y millones venidos de otras tierras.

Los indígenas venezolanos deben tener la prioridad de recibir lo que se entrega a otras naciones o, por lo menos de compartirla, en fertilizantes para mejorar la calidad de sus suelos; tractores para aligerar la siembra; financiamiento para adquirir insumos; apoyo para la recolección, vías para el transporte y mercado para la venta; electricidad para aparatos electrodomésticos y por qué no: radio, mini-componente, televisor, video, nevera, microondas, licuadora, celulares y otros que su necesidad y oportunidad  le exija o le brinde; agua para cocinar, lavar y bañarse y, Centros de Salud para prevención y atención de enfermedades primarias.  

Indudablemente todo no se puede hacer a la vez ni en poco tiempo, pero como diría nuestro Libertador, ¿500 años no bastan?  En los últimos 50 años mucho es lo que se ha podido comenzar


La urgente lucha a favor de la racional resistencia indígena debe tener como objetivo fundamental que el indígena venezolano, conservando su identidad étnica y regional, sienta que su patria es mucho más grande que la región donde habita: que su hermanos, con los cuales quiere vivir en igualdad de condiciones, somos más de veintiocho millones y, que al igual que ellos aún teniendo identidades regionales diferentes, somos la sumatoria que, con orgullo, nos hace decir: somos todos venezolanos. Integración que impulse al Yanomami a ofrecer su vida por la defensa del Golfo de Venezuela, a pesar de la distancia y desconocimiento, porque siente que ése golfo también es suyo, y al Wayú a luchar por la protección del ambiente ante los depredadores y saqueadores de nuestras riquezas en el Estado Amazonas, porque también siente que es territorio y riqueza de su patria grande.

Quiero terminar, emulando nuevamente a Andrés Eloy Blanco, tomando de una prosa suya referida originalmente a un llanero y aplicarla, con la misma razón a un indígena venezolano. Cito: “Fue una mañana amazónica donde yo encontré aquel yanomami que viajaba conmigo, todo desabrigado, y que, en una madrugada en plena selva, cuando yo lo desperté para seguir viaje, lo encontré con el pecho desnudo bajo el aire de la mañana y le pregunté si tenía frío, y me contestó el yanomami: ¿Y yo, qué voy a hacer con frío si no tengo cobija?  Haciendo un símil, se me ocurre que, al preguntarle a muchos indígenas, en todas las regiones, si tienen identidad nacional, Dios no quiera que, dolorosamente, contestaran: “y yo, que voy a hacer con Identidad Nacional, si no tengo Patria”.

El sentido de denominar “Día de la Resistencia Indígena”, al 12 de octubre, no debe ser para conmemorar el doloroso pasado histórico de nuestros indígenas, sino más bien, para acompañarlos, en su conciencia y acción, para resistirse, hoy, a seguir siendo expuestos como muñecos en vitrinas de exhibición, y, lograr que en poco tiempo puedan gritar como lo hace un andino, un llanero, un central, un oriental o un zuliano, “soy indígena, orgulloso de ser venezolano”

Por todo lo anterior, considero una obligación patriótica, ciudadana y cristiana, exigir que se cumplan los postulados de nuestra vigente Constitución a favor de nuestros indígenas y las de todos los venezolanos, para lograr que cada uno de nosotros continuemos echando las bases y trabajar  unidos, para colocar a nuestra Patria, Venezuela, en el alto sitial que como pueblo libertario nos corresponde y evitar que, dentro de 20 a 30 años, otro venezolano, a lo mejor un representante indígena en otro 12 de Octubre, escriba  para referirse al  “Día de la Indigencia Nacional”

DANIEL E. CHALBAUD LANGE.     
Valencia, 12 de octubre de 2013

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1 comentario :

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