La bribonería de los administradores del
país, preñada de violencia y mala fe, no conduce a la realización de lo que los
propios pícaros llaman «revolución», sino por el contrario encauza sus fuerzas
para producir «abortos de revolución». Ese modelo no debía tener cabida en el
ámbito universitario, sin embargo por lo que estamos viendo, intenta penetrar
los sagrados recintos de la universidad con el poderoso argumento de los
fusiles.
Toda persona, por el hecho de ser persona,
nace asistida, por igual, del derecho de usar los bienes necesarios para vivir
y sostener decorosamente a su familia dentro de las condiciones históricamente
normales de cada época. Este es un derecho natural primario.
Toda sociedad y toda gestión de gobierno
deben no solamente respetarlo sino, además, velar porque todos los miembros de
la sociedad puedan ejercerlo para ellos y para su familia.
Por consiguiente, toda política económica
nacional o internacional sólo será justa cuando y en la medida que tienda a
garantizar activa y eficazmente, el uso de los bienes necesarios que se
requieran en atención a los méritos, a la formación y a la calidad del servicio
que presten las personas.
El salario debe establecerse de acuerdo a la
excelencia del trabajo y no en orden dos afecciones que están apareciendo en
esta hora: el «borreguismo» y el «inhibicionismo».
El «borreguismo» se manifiesta como un
achaque inexplicable en un auténtico universitario. Es el padecimiento de quien
se siente incapaz de luchar por sus irrenunciables derechos. Es la postura de
personas que se llaman «intelectuales universitarios» y no saben discernir por
sí mismos. Todo esto refleja la ausencia de una clara conciencia del propio
respeto que cada uno tiene de su dignidad de persona.
Pero lo más grave no es la peste del
«borreguismo» que se mueve con consignas vacías de auténtico contenido o por
impulsos primarios y poco reflexivos. Lo más lamentable es el trastorno del
«inhibicionismo», esa forma apática de comportarse de tantos y tantos
universitarios, que hasta dudo que merezcan este nombre.
Los profesores universitarios de Venezuela
tienen las más bajas remuneraciones si los comparamos con otros docentes de países
como Brasil, México, Argentina o Colombia.
Pero el balance empeora cuando se contrasta
con otras naciones más allá del continente americano. En efecto, al comparar
los salarios de los docentes universitarios de veintinueve países, se pudo
verificar que los profesores universitarios de Venezuela ocupan el puesto
número veintiocho tal como lo demuestran los resultados de una densa
investigación realizada en la Universidad Central de Venezuela.
Las valoraciones en remuneración ubican en la
cúspide a aquellos países que le otorgan un mayor privilegio a la inversión
educativa antes que a la adquisición de chatarra militar y en consecuencia han
alcanzado un mayor desarrollo científico y tecnológico. En estas naciones el
salario oscila entre los siete mil a nueve mil dólares al mes. Frente a esta
realidad, está ocurriendo una diáspora de los docentes universitarios. En ese
doloroso éxodo, los profesores universitarios se van a otros países donde
sienten una real valoración a sus méritos. La Venezuela culta y honesta se está
desangrando; ayer vimos partir a los más calificados expertos petroleros y hoy
se marchan sus más prestigiosos docentes universitarios.
En esta hora toda la sociedad venezolana debe
intervenir con responsabilidad y con criterio para salvar la educación
universitaria de calidad que merece nuestra juventud. Las dolencias de nuestra
sociedad deben curarse con la excelencia profesional de nuestros médicos y no
con el encantamiento y la superstición de quienes proclaman las excelencias de
la hechicería.
Toda la Venezuela que cree en el futuro debe
unirse para condenar esa bribonería que apuntábamos al comienzo y que consigue
asumir puestos dirigenciales arropada con la protección militar o por la
indiferencia y cobardía de todos quienes estamos obligados a luchar para que no
nos arrebaten el futuro.
Con este presente menguado que vive la
patria, sumado al fraude del salario de los docentes universitarios, a Venezuela le espera un futuro desesperante.
Esta realidad nos obliga a despertar y a tomar conciencia. No debemos seguir
consintiendo los caprichos de quienes niegan los justos reclamos de los
calificados docentes universitarios pero que rinden honores y doblan las
rodillas ante los grandes tiranos que han explotado y vejado por décadas a pueblos
hermanos de este continente.
felipeguerrero11@gmail.com
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