Bien, a riesgo que se me califique de
fastidioso y reiterativo, insisto: el ruido de las cacerolas debe continuar.
Son diversos los argumentos que
respaldan esta necesidad de mantener en alto el espíritu de resistencia
y protesta de la ciudadanía.
Los de carácter
electoral son obvios. En la población (oficialista y opositora) existe
consenso sobre la necesidad de dilucidar la duda razonable que se cierne sobre
la verdad de los resultados electorales.
Despejar esta incertidumbre implica la realización de una auditoria que
permita esclarecer si en realidad hubo fraude. Para ello sería necesario
chequear los libros y las huellas. Ya sabemos que CNE se niega a llevar a cabo
este tipo de auditoría. Pareciera que la preservación de la tranquilidad entre
los venezolanos no se encuentra entre los objetivos de esta institución. Sin
embargo, este reclamo electoral es necesario, pero no suficiente. ¿Suficiente
para qué? Se preguntará nuestro lector. Vamos a intentar responder esta
interrogante.
En estas elecciones no fue previsto un
resultado. Sin lugar a dudas, con estos
comicios se inicia la construcción de una nueva identidad política que
competirá con la del oficialismo. En otras palabras, ha comenzado el derrumbe de la férrea identificación existente entre clase media y
oposición.
Se desmorona, por así decirlo,
el “círculo de tiza”, dentro del cual estaba arrinconada esta parcialidad
política. HCR ha logrado resignificar temáticas que, ahora sí, son importantes para los sectores populares.
Y, lo que es más importante, ha iniciado la disolución del nexo que unía a estos grupos con la propuesta chavista. El
madurismo, tengámoslo claro, no
entusiasma y tampoco interpela a la
población empobrecida. Se abre la
posibilidad, entonces, de construir una
realidad discursiva capaz de generar una identidad política alternativa. ¿Cómo
alcanzar plenamente esta meta?
Aquí entramos de lleno a despejar la
incógnita formulada en el primer párrafo de este breve escrito. Veamos. En
primer lugar, se debería ampliar el reclamo electoral con el de las demandas
sociales.
Todos los venezolanos sufrimos la consecuencia de la devaluación,
inflación y el déficit fiscal. Es una realidad indiscutible que la producción
nacional se ha reducido dramáticamente y que esto redunda en escases de
productos de primera necesidad; no alcanzan los dólares para importar y el
desempleo aumenta dramáticamente. El madurismo no puede dar repuestas a estas
exigencias. Su modelo no lo permite.
En fin, lo que se propone es encadenar lo
electoral con lo social y, de esta
manera, construir y solidificar esta nueva identidad política. Por otra parte,
a través de estos encadenamientos (lo electoral con lo social y lo político) se
abre la posibilidad de fomentar una nueva cultura donde la primacía de lo
popular y nuevos referentes simbólicos y afectivos se irían aglutinando en
torno a este nueva apuesta democrática.
El ruido de las cacerolas debe continuar. La
MUD debería ampliar su campo de lucha. Evitar la confrontación no constituye
una apuesta estratégica. Por el contrario,
parecería necesario estimularla. Es en este ámbito donde se forjaría los
cimientos de esta nueva identidad democrática.
Que el árbol electoral no impida ver el
bosque político.
autonomiaspoliticas@gmail.com
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