Pensar es una actividad intelectual que
pretende comprender un hecho. Pensar la
política implica mucho más, pues llega hasta la configuración de un mundo.
Hanna Arend señaló que el pensamiento tiene un efecto destructivo dado que
socava lo establecido. Cuando pensamos la política, desde ella y desde lo
político, es evidente que hay dificultades y es preciso recomenzar. Pensar la
política busca la posibilidad de un mundo común.
Cuando se deja de pensar la política y se instaura
la mediocridad de la búsqueda del poder y no más, se entra en la barrena de la
inestabilidad y la decrepitud. Cuando la política se burla de la consistencia
de la complejidad del pensamiento y se reduce a las maniobras y a hacer de ella
misma un deterioro las sociedades languidecen en las formalidades y se
encuentran incapaces de saltos cualitativos.
Es impresionante ver como la sociedad
venezolana no entiende nada, ni a un nuevo gobierno cuya preocupación única
parece ser el establecimiento de “una nueva mayoría”, ni a un candidato
opositor jugando a huir hacia adelante para lo cual recurre al último argumento
de mantenimiento de clientela: habrá nuevas elecciones presidenciales.
Ciertamente uno puede entender la política
como lo opuesto a lo estático. Resulta irritante ver a un cuerpo social
sembrado en él y cuya supuesta “inocencia” no es justificable y menos
perdonable. La única posibilidad que cabe es remitirse a un fracaso educativo y
cultural que lo lleva a maniqueísmos como el de negar la existencia misma de
quien no esté en alguno de los bandos. Menos logra entender cuando se le habla
desde una mirada de país.
La política es una revisión permanente y la
democracia una interrogación que nunca termina. El que se mueva en los
parámetros agotados es un insuficiente que desconoce totalmente hasta la
definición misma del verbo “pensar”. Vivir desde y para la asfixiante
coyuntura, gritar de entusiasmo frente a la aparente palabra dura y solazarse
en los radicalismos estériles, es propio de una sociedad en sí misma estéril.
Nadie puede pretender borrar de un plumazo la angustia del presente. Lo que se
pretende es recordar que las realidades son construibles, que hay que modificar
el ángulo de los observadores y, sobre todo, que la política se piensa y se
piensa alejándose de la linealidad y de la miseria. Hay una crisis política
puntual envuelta en otra de igual o mayor gravedad: la absoluta inconsistencia
de los políticos.
Esto que vivimos en Venezuela no es la
política. No llega ni a rango de antipolítica. La política es hoy una voluntad
colectiva y ella no existe porque tenemos a unos actuantes que giran sobre sí
mismos embebidos en el odio mutuo y en la incapacidad manifiesta de escaparse
de las maniobras de una praxis envenenada. Se olvida la caída de todos los
conceptos, hasta del poder mismo. Cuando se piensa la política las estrecheces
comienzan a diluirse. Se inventan los caminos y se inventa en el futuro. Los
presentes sólo son diluibles cuando se tiene la mirada más allá, en la
escritura de un relato a transitar, uno que nos hace pensar el presente desde
el futuro.
Hoy ya ni sabemos lo que es la política. La labor pedagógica pasa por comenzar a decir
que en el siglo XXI la política no es lo que fue. Hay que inventar el siglo que
sólo será posible si inventamos la política de este siglo, pues nada es
construible en cuanto a organización humana que no esté marcada por la nueva
concepción de la política. No se trata de la aparición de iluminados. Hoy el
líder es un modesto suministrador de insumos que ejerce la más detestada de las
actividades: pensar para los demás, porque pensar por lo demás resultaría una
simple manifestación totalitaria. Pensar la política es una acción liberadora
pues, en primer término, permite entender los atascos de los actores de la
no-política y autoriza a vislumbrar sacudírselos.
Cuando se piensa la política
aparecen los acontecimientos que nadie creía posibles y las soluciones van
conformándose en una realidad distinta de la realidad real. Entonces habrá
aparecido el nuevo concepto de poder, el del común hecho líder, que pasará por
encima de quienes encarnan el Estado en lo momentáneo y de quienes lo encarnan
desde talismanes, llámese unidad o llámese como se llame, organizados en el vacuo propósito único de
sacar del poder, del viejo poder, a quienes hoy se solazan en él.
@teodulolopezm
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