"La lucha es a fondo entre Diosdado y Nicolás y este está muy inseguro", dice Dolores
"NO PASARÁN" (PERO ¡YA PASAMOS!)
DOLORES DE CABEZA |
Dolores, mi confidente predilecta, jamás
regresó del frío porque nunca estuvo, como no fuera para unas compras navideñas
y algún turismo revestido de misión revolucionaria. Le gusta la información y
la contrainformación y se las goza con la sensualidad que se le reconoce muy
especialmente en el Alto Mando. "Te quiero ver", dijo con su voz
enronquecida de tanto amanecer conspirativo y amenazante. "Te paso
buscando temprano, a las 6:00 por el Tolón", ordena.
Allí estoy puntual. A los pocos minutos veo
venir la caravana presidida por un increíble Audi R8 con dos camaradas en
motos, mal encarados, a los lados, embutidos en trajes ajustados como los
blindados de Diosdado. Dos camionetas impecables escoltan a la diabla roja, con
puertas medio abiertas, estilo Swat, como si fueran a saltar para defenderla de
un ataque nuclear próximo. Del Audi se baja El Químico, con su rostro de
estreñido ideológico, con su infaltable pistola Glock para no olvidar que
estamos en guerra con el planeta entero. Me deposito en la máquina y Dolores
advierte: "este automóvil no es mío"; es del general Antonio XX,
"simpático, dicharachero y corrupto como él solo". Dolores al
volante, yo a su lado y El Químico atrás. Este suelta una media sonrisa
constipada ahora que con el "madurismo" tiene chamba en un impreciso
organismo de inteligencia: "Tú sabes, nos ocupamos de chismes y gozamos
una bola engañando a los jefes a menos que estén husmeando cubanos".
Observo a Dolores mientras maneja hacia
Fuerte Tiuna, me dice que quiere hacer algo de ejercicio porque los recientes
meses de su ausencia han sido muy estresantes. La reconocen en la Alcabala 3
mientras disfrutamos de la máquina que nos transporta. Se sabe que la
revolución se lleva bien con los Audi; ensamblan muy bien, como Marx y Engels.
Estacionamos cerca del Batallón Bolívar donde la espera su particular
"estado mayor", los oficiales con los que retoza con miradas,
sonrisas e insinuaciones. Esa combinación de figura espectacular y cercanía al
Comandante generan un hechizo inmenso que administra con criterio de escasez.
Luce un pequeño y ajustado pantalón color turquesa que combina con una franela
del mismo color que abraza con cercanía su pecho y entre esas mínimas prendas
emerge el cuerpazo de morena clara, con un toque a zanahoria y naranja que
conmueve las bases militares del proceso.
AL TROTE.
"Me despedí de Hugo. No quería
irse y yo no quería que se fuera; murió en esa irreversible soledad que no la
soluciona ni la fe ni el delirio de grandeza. Vivió el final en el tormento que
produce traspasar el umbral último de la esperanza", dice con la mirada
líquida que engendran los amores que se van para siempre.
-Me quería reunir contigo aquí, donde todos
ya hablan sin tapujos una vez ido Hugo-, dice la amazona.
Sin detenerse me dice que algún tipo de
consenso es necesario en el país, "pero eso sí, con nosotros al mando...
por ahora". "El repudio a los cubanos es masivo, especialmente porque
el general Ermio Hernández Rodríguez, el hombre de Raúl Castro aquí, ya no
puede imponerse como lo hacía... Él fue quien mandó a sacar los colectivos el
14A para reprimir cualquier protesta".
-¿Cuál es el papel del Almirante Molero?-,
pregunto para jurungarle la lengua.
-Ninguno. Molero es de los marinos que
"marea" si se monta en un barco. Es hombre de la Infantería de Marina
que se dedicó a la inteligencia, mejor dicho, a chismear a sus compañeros, con
lo que se le hizo útil a Hugo que andaba paranoico...
Mientras trotamos y la camarada levanta la
admiración de la tropa, sobre todo cuando la mirada quiere imaginar el resto
del tatuaje que le sube desde el muslo izquierdo, ya húmedo, hacia el abismo,
le pregunto más sobre Ermio y Molero: "Del 14 para el 15 de abril pusieron
presos a varios generales del CEO y oficiales superiores porque protestaron por
el fraude, pero no les pudieron probar nada; los fastidian, los citan, pero
nada... palos de ciego".
-El que está bravísimo es Carlos Alcalá
Cordones, Comandante del Ejército, por la ratificación de Molero como ministro.
No es sólo que quería el cargo sino que afirma que el marino es totalmente
impresentable- dice, jadeante, la camarada.
-Pero esto no significa mucho-digo por decir.
-No creas. Si lo unes a lo que pasa en la GN
la cuestión se complica. Hay un "movimiento" en este componente de
militares que dicen que son Guardias Nacionales y no pertenecen a la Guardia
del Pueblo, invento del comandante Juan Francisco Romero Figueroa y del general
Benavides Torres. Esos no son más que grupos de choque repudiados por los
verdaderos guardias nacionales- afirma ella, el primer combatiente del Fuerte.
EL LOMITO.
Próximos al Batallón Caracas nos detenemos,
exhaustos. Se tiende en la grama, con un sol de justicia sobre aquella
humanidad perfecta. Toma su "cooler" y derrama agua por la cabeza y
el torso como el bautizo de una impúdica diosa mayor. Miro extasiado a esta
superministra del poder popular y del otro poder, el de verdad.
-La lucha es a fondo por no decir a muerte
-proclama- y Nicolás está muy inseguro: llama 10 veces al día a José Vicente
que ya no es el cerebro gris detrás del trono, sino la niñera presidencial.
Nicolás no sabe cómo actuar. Diosdado casi le nombra al Jefe de la Casa Militar
y cuando José Vicente lo supo le dijo a Nicolás que así no duraba un mes en
Miraflores y que mejor era otro oficial, un edecán que había tenido el propio
Rangel cuando fue Vicepresidente y todavía andaba con él.
-Pero la lucha entre Diosdado y Nicolás no se
ve tan fratricida- deslizo mientras pienso que las cosas como que son más
complejas de lo que imaginaba.
-Sí es a muerte. En Corpoelec Diosdado puso a
Jesse Chacón y Nicolás le colocó al general Wilmer Barrientos, aunque le habían
ofrecido el cargo al PCV que ahora está nuevamente despechado-, sonríe la
gladiadora.
-Esas contradicciones son naturales- insisto
al tratar de rebajarle el significado catastrófico a los dichos de esta
guerrera de Dios.
-No creas... no creas... Diosdado quería que
su hermano, el del Seniat, se encargara simultáneamente del MinHacienda y
Nicolás, en consulta con su ángel de la guarda, se negó en redondo.
EL FINAL.
Terminamos esta especie de desayuno sobre la
hierba a lo Manet, con galletitas de soda. Y cuando se incorpora la camarada me
dice: "ustedes ganaron por 700 mil votos, pero ni ustedes estaban
preparados para cobrar ni nosotros para pagar. El problema que tenemos ahora es
que Nicolás no logra estabilizarse, no encuentra su lugar, su discurso, su
proyecto, sus amigos y tampoco sus enemigos".
Se acerca la camioneta con El Químico a
bordo, subo, y observo a Dolores que, a contraluz, se dibuja tan divina y
poderosa como mi imaginación lo permite.
www.tiempodepalabra.com
Twitter @carlosblancog
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Me dejan desconcertado los textos de Carlos Blanco, quien fue, creo, compañero de mis hermanos menores, Martín y/o Andrés en el Santiago de León. Tengo siempre la impresión de que son ficciones escritas en estilo novelado, nada más.
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