¿Cómo puede una persona sensata afirmar que Hugo Chávez tenía vocación democrática, cuando todos sus actos estaban dirigidos a acallar a la oposición?
No pensaba escribir sobre lo que representa
para Venezuela la muerte de Hugo Chávez Frías. Se han escrito tantas cosas
sobre su forma de gobernar, sobre lo que significa su socialismo del siglo XXI,
sobre la realidad de la economía venezolana, que creía que ya todo estaba
dicho, es decir, que se había agotado el tema.
Pero la lectura de un artículo
del analista político Alpher Rojas -'Chávez, en urna de cristal'-, publicado en
este diario, me motiva a escribir esta columna. Sobre todo, porque no cabe en la
mente de nadie decir que el modelo de gobierno chavista es una panacea. Ni
mucho menos, asegurar que "la academia notable del planeta multiplica la
dimensión del gigante estadista". Menos aún, sostener que el mandatario
fallecido tenía una "fogueada vocación democrática".
Está muy bien que uno tenga simpatías por un
líder carismático. Y quien tiene simpatías por alguien está en todo su derecho
de expresarlas públicamente. Pero lo que no se puede es engañar a la opinión
pública escribiendo artículos donde se ensalza a un hombre que no tenía la
capacidad para manejar la hacienda pública, ni la dimensión intelectual para
trascender como pensador, ni la grandeza para pasar a la historia como un líder
de proyección universal. Decir que Hugo Chávez Frías contribuyó a
"configurar un país con la más alta institucionalidad democrática de
América Latina" es un verdadero exabrupto. ¿Olvida el columnista que el
mandatario venezolano hizo redactar, con la complicidad de la Asamblea
Nacional, una constitución a su medida, para manejar el país a su antojo?
¿Cómo puede una persona sensata atreverse a
afirmar que Hugo Chávez Frías tenía vocación democrática, cuando todos sus
actos de gobierno estaban dirigidos a acallar a la oposición? En Venezuela se
cerraron medios de comunicación y se persiguió a los líderes políticos que se
atrevieron a criticar al mandatario. ¿Se le olvidó al analista que opositores
del régimen, como el general Raúl Isaías Baduel y el excandidato presidencial
Manuel Rosales, sufrieron la persecución del sátrapa? Perseguir a los
opositores es propio de los regímenes dictatoriales, no de los sistemas
democráticos. La periodista Patricia Poleo, el empresario Eligio Cedeño, el
exgobernador Eduardo Lappi y el industrial Pedro Carmona Estanga fueron
víctimas de los excesos dictatoriales de Hugo Chávez Frías.
¿Se le puede dar el título de "gigante
estadista" a un populista que arrasó con la economía venezolana? ¡Por
favor! No se puede calificar así a alguien que dilapidó casi mil millones de
dólares comprando lealtades políticas de mandatarios de América Latina.
Estadista es quien sabe manejar la riqueza de un país, no quien la regala para
sostenerse en el poder. Estadista es el que brinda garantías a la inversión
extranjera, no quien la ahuyenta. Estadista es quien domina la ciencia
económica. Y, en este sentido, Chávez demostró completa ignorancia. Por su
culpa, Venezuela registra la inflación más alta de América Latina. Durante su
gobierno, el bolívar cayó de ocho pesos a ocho centavos, la producción
petrolera disminuyó de 3,5 millones de barriles diarios a 2,3 millones, la
deuda pública ascendió a 200.000 millones de dólares y las reservas
internacionales disminuyeron.
En una verdadera democracia son necesarios
los contrapesos del poder. Y en Venezuela esto no existe. El Tribunal Supremo
de Justicia no actúa en derecho, como debería hacerlo, sino cumpliendo los
deseos de Chávez. A los magistrados de esta alta corte no les importó pasarse
por la faja la Constitución con tal de garantizar la permanencia del chavismo en
el poder. Lo demostraron en el caso de la imposibilidad del mandatario electo
para tomar posesión del cargo. Y lo ratificaron con el acto donde permitieron
que Nicolás Maduro asumiera la presidencia en calidad de encargado y, de paso,
inscribirse como candidato. La mayoría chavista en este tribunal arrasó con la
institucionalidad del país, permitiendo el ascenso al poder de un presidente
espurio.
Después de
leer la columna de Alpher Rojas, uno queda con la sensación de que al
analista se excedió en elogios para la obra de gobierno de un dictador.
Chávez no merece que se le queme tanto
incienso. Al columnista solo le faltó hacer eco de las salidas en falso del
presidente encargado, Nicolás Maduro, cuando dijo que el cáncer de Chávez fue inoculado por el gobierno
norteamericano. O cuando se atrevió a decir que el mandatario fallecido
intercedió ante Dios para que fuera elegido sumo pontífice el cardenal
argentino Jorge Mario Bergoglio. ¿Habrase visto semejante desfachatez? A Rojas
solo le faltó decir que el Vaticano debería iniciar de inmediato un proceso
para su beatificación. Porque, según su artículo, Chávez hizo el milagro de
construir una Venezuela próspera e incluyente.
@ARANZACITA
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