Fulgencio ha votado por Chávez desde 1998.
Las encuestadoras lo calificarían dentro del ámbito del "chavismo
duro". Fulgencio adopta el discurso chavista, lo asimila y lo hace propio.
No puede entender cómo alguien puede declararse opositor.
Todas las tardes, al
llegar del trabajo, Fulgencio enciende la televisión. Se alimenta el
convencimiento pasando largas horas frente a la programación de VTV. En
arranques de fortaleza estomacal, muy de vez en cuando, sintoniza Globovisión.
Entonces sus vísceras se retuercen. Escucha con asco aquellos políticos llenos
de odio, propagadores de mentiras, oportunistas inescrupulosos. Y no soporta
más y vuelve a VTV. Así son las tardes de Fulgencio, a lo interno de su casa.
Asdrúbal ha votado en contra de Chávez desde
1998. Las encuestadoras lo calificarían dentro del ámbito del "opositor
duro". Asdrúbal rechaza el discurso chavista. Asimila su antítesis y
milita en la oposición. No puede entender cómo alguien puede declararse
chavista. Todas las tardes, al llegar del trabajo, Asdrúbal enciende la
televisión. Se alimenta el convencimiento pasando largas horas frente a la
programación de Globovisión. En arranques de fortaleza estomacal, muy de vez en
cuando, sintoniza VTV. Entonces sus vísceras se retuercen. Escucha con asco
aquellos políticos llenos de odio, propagadores de mentiras, oportunistas
inescrupulosos. Y no soporta más y vuelve a Globovisión. Así son las tardes de
Asdrúbal, a lo interno de su casa.
Fulgencio y Asdrúbal se han cruzado varias
veces en la panadería de la esquina y en el metro y en la farmacia. Viven en la
misma calle. Su relación es tan cordial como la educación lo exige. Nunca han
conversado sobre algo más allá del clima. Entre ellos no ha habido debates. Sus
diferencias políticas están marcadas por el discurso de otros. Sus ideas las
viven a lo interno y no las ponen en discusión. No las exteriorizan sino dentro
de los círculos de cada uno. Y ambos viven sus vidas en paralelo, en un mismo
país, con una nacionalidad común y en el padecimiento de los mismos problemas
de siempre. No sospechan de sus antagonismos políticos. En el trato de todos
los días, esos antagonismos poco importan. Ambos quieren a sus familias y a sus
amigos. Ambos desean un futuro mejor para sus nietos. Ambos admiran el Ávila
por las tardes, toman café en las mañanas y comen hallacas en diciembre.
El líder que acerque a Fulgencio y Asdrúbal, que rescate lo común en ellos y lo refuerce con un discurso coherente, que le hable tanto al uno como al otro, el líder que desmonte lo absurdo y construya lo trascendente, ese líder será el que logre finalmente garantizar la paz y el progreso de Venezuela.
@GamezArcaya
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