Hugo
Chávez debe responder esa pregunta. No es posible que la ambición de una
persona y de una camarilla pueda someter a un país al grado de incertidumbre
que vive actualmente Venezuela. Parece ser que el presidente de la República llegó a Venezuela, desde Cuba,
el lunes 18 de febrero en la noche.
El viernes 22, día en que envío mi
artículo a eluniversal.com, todavía nadie lo ha visto ni él ha tenido la
fortaleza para dirigirse a los
venezolanos.
Pareciera ser que la decisión de viajar la tomaron los Castro,
Maduro y Cabello, ante la posición de los valientes estudiantes que se
encadenaron en las rejas de la embajada cubana para exigir se aclarara la
situación constitucional que enfrenta Venezuela y el impacto que dicha protesta
empezó a tener en la opinión pública.
La
verdad, la única verdad es que la situación política es totalmente
insostenible. Hugo Chávez tiene que aparecer o el Tribunal Supremo de Justicia
debe nombrar una Junta Médica, de reconocida capacidad y prestigio, para que,
de una vez por todas, aclare de manera definitiva si Hugo Chávez está en
condiciones de ejercer la presidencia de la República. Si esto no ocurre, los
venezolanos tenemos que concluir que Hugo Chávez no se encuentra en condiciones
para ejercer el poder y por lo tanto, el gobierno de Nicolás Maduro es
ilegítimo e ilegal. Usurpa las funciones que ejerce. El único que tiene legitimidad es Hugo
Chávez. Si él no puede desempeñar el cargo se debe aplicar el artículo 233 de
la Constitución Nacional ante la certeza de su ausencia absoluta.
La
maniobra del chavismo está a la vista. Se engaña a los venezolanos con un solo
objetivo: ganar tiempo. A la camarilla formada por Nicolás Maduro, Diosdado
Cabello y Rafael Ramírez no les importa ni el
sufrimiento de Hugo Chávez, ni el dolor de su familia, ni la grave crisis
económica y social que ya tuvo su primera consecuencia: la devaluación del
bolívar en un 46 % de su valor con respecto al dólar. Lo importante es lograr
que Nicolás Maduro, supuesto candidato del PSUV, logre fortalecer su
popularidad a través de la propaganda oficial. Eso es lo que hemos visto
durante estos dos meses. No sólo ha ocupado todos los espacios en los medios de
comunicación sino que, además, se ha dedicado a amenazar e insultar, de manera inaceptable, a la oposición
democrática.
Parecieran
olvidar que los votos de la oposición representan cerca del 50 % de los
venezolanos. Se hacen la ilusión de que el triunfo en las elecciones
presidenciales y de gobernadores significa que los venezolanos respaldan
masivamente la supuesta Revolución Bolivariana. Olvidan que ese triunfo se logró
en medio de un indiscutible abuso de poder, que empieza con el uso masivo y
gratuito de los medios de comunicación
para defender la acción de gobierno y promocionar a los candidatos
oficialistas, para terminar con todas las arbitrariedades, habidas y por haber,
en el campo electoral. Además, no recuerdan que sus partidarios permanentemente
los responsabilizaban a ellos de todos los errores que cometía Hugo Chávez
desde la presidencia. Esa percepción no
da votos.
Para
colmo, el mal manejo que el régimen chavista ha venido haciendo de la economía,
durante estos catorce años, obligó a aplicar “un nuevo paquetazo”, para poder
equilibrar unos números que realmente aterrorizan. Es tan grave la situación
que, por primera vez, no se acompañó el ajuste económico con medidas
compensatorias para evitar el impacto en los sectores más pobres de la
sociedad. Rechazar, como lo hizo la bancada chavista, un incremento del sueldo
mínimo similar al monto de la devaluación es un absurdo, pero me hace ver con
claridad la estrategia de Nicolás Maduro y la camarilla que ha empezado a
rodearlo: retardar las elecciones presidenciales, el tiempo que sea necesario,
para lograr fortalecer su imagen popular y tratar de recuperar la economía.
Al
contrario, la estrategia de la oposición debe buscar presionar, con gran
fuerza, la inmediata convocatoria de las elecciones presidenciales.
Definitivamente, Hugo Chávez ya no puede ejercer sus funciones. La táctica es
una sola: movilización popular. Es una realidad indiscutible, que los sectores
de oposición no están muy dispuestos a salir a la calle. En ellos influyen los
dolorosos recuerdos del 11 de Abril y el fracaso de la huelga petrolera. Eso es
verdad, pero también es cierto que el ambiente político ha empezado a cambiar.
Las protestas populares se repiten constantemente. Lo que hay que lograr es
coordinarlas y darle orientación política. Al mismo tiempo, se requiere
recordarle permanentemente a la Fuerza Armada su obligación de respetar y hacer
respetar la Constitución Nacional.
fochoaantich@gmail.com.
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