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domingo, 3 de febrero de 2013

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, EL ODIO COBRA A SU TIEMPO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Debe saberse que no hay verdadera justicia si no existe bondad. No puede presumirse de justo quien no practica la indulgencia.
No hay duda de que el régimen ha entrado en barrena sin darse cuenta de que entró en “caída libre”. Su visión equivocada de las realidades, confunde todo a su paso. La ilegitimidad con la cual actúa, pretende encubrirla con acciones coercitivas generándole el fracaso que lo tiene al borde del colapso. Sus decisiones, no tienen el menor fundamento jurídico puesto que burló el contenido constitucional con la vulgar complicidad de un Tribunal Supremo de Justicia cuyos miembros cayeron por el sumidero de la corrupción. El concepto de “justicia”, lo desfiguraron con la intención de ajustarlo a los intereses que guían al régimen por el embudo del socialismo del siglo XIX .
Si este régimen, con el resentimiento que respira y que inspira sus actuaciones, no ha podido conciliar la justicia y la libertad, es porque ha malogrado las oportunidades de haber construido un país enganchado al desarrollo económico y social por el cual se rige el mundo especializado. El afán de poder, basado en la mediocridad de quien se ufana por creerse el menos malvado entre los perversos, ha hecho de este régimen quizás no el peor. Pero si el más miserable. La administración de justicia ha recaído en manos de jueces cuyo sentido de la moralidad está ausente. Como dice El Tamud: “¡Ay de la generación cuyos jueces merecen ser juzgados” pues ello encarna la deplorable situación en la que las togas ceden su puesto a la iniquidad y por tanto a la violencia.
Posiblemente, esta fue una de las razones que animaron a Epiceto, filósofo griego, a señalar que “antes de presentarte al tribunal de los jueces, preséntate al tribunal de la justicia”. Pero, en Venezuela, cabe preguntarse ¿dónde quedó la justicia?. Sobre todo, luego de observar los criterios empleados por el régimen para conspirar, mancillar y atropellar a quienes se resisten a someterse a las insolencias propagadas desde los predios del basurero revolucionario.
El resentimiento de compinches, sumisos, subalternos y aduladores de oficio, incita un régimen disociado de valores morales por los cuales podría pensarse en la imposibilidad de que sus figurones actúen apegados a la justicia, la hidalguía y la ecuanimidad. Y es que esta gente reprobó en la manera de conducir procesos de gobierno de tanta complejidad como los que se dan en Venezuela. La ignorancia los hizo suyos. Pero también, la ridiculez cuando acuden al concepto de “amor” para justificar las sandeces cometidas y exhortadas.
Pero colmo de la amargura de estos encumbrados ilegítimos, lo que rebasó el odio que los caracteriza, ha sido negarse a la solicitud de libertad para Iván Simonovis toda vez que por simple humanidad, más aún por justicia y por la naturaleza del problema físico que lo aqueja, es justo otorgar el sobreseimiento de una causa incierta. Debe saberse que no hay verdadera justicia si no existe bondad. No puede presumirse de justo quien no practica la indulgencia. Y aunque se nieguen a entender las realidades con justicia, aunque manifiesten ser felices porque dicen “amarse y quedarse abrazados gritando Viva Chávez, viva el amor”, el tiempo de Dios es exacto. O como dice el Eclesiastés, “todo tiene un tiempo bajo el cielo”. Es decir, que también el odio cobra a su tiempo.
                       VENTANA DE PAPEL
SIN SENTIDO NI RAZÓN
Todo lo que la vehemencia inspira, no compromete alguna decisión. No sólo por la inconsistencia del discurso, sino también por la inadvertencia o imprevisión que acompaña cada palabra divulgada. Salvo en aquellos casos en que la fuerza supera la inteligencia y desplaza la ecuanimidad.
Figura sin sentido
© Esteban Ruiz Moral
El discurso de Rafael Ramírez, funcionario apócrifo de un gobierno de facto, como el que ha confiscado la democracia venezolana, en su visita a la ciudad con motivo de firmar el convenio que encadena a Mérida a las condiciones de una PDVSA extenuada y sectariamente politizada, revela el descaro de quien se atreve a hablar sin sentido ni razón de conceptos epistemológica y politológicamente complejos. Conceptos abordados por la teoría económica, la teoría administrativa de gobierno y la teoría política, que escasamente sabe pronunciarlos pero de ahí a manejarlos con propiedad intelectual, la brecha es infinita.
Tampoco el novel gobernador, quien sólo acusa buena capacidad para repetir lo que malamente igual expresan otros funcionarios que hablan con la incongruencia de quien desconoce lo que dice. Pero que matizan el discurso valiéndose no sólo de la fuerza de gañote. Además, de la presencia de los medios de comunicación apostados con el propósito de radiar el mensaje y así seguir vendiendo disfrazadas  esperanzas. De manera que cualquier discurso de oficialista alguno, sólo se fundamenta en meras exuberancias cuyo contenido luce vacío pues se halla sin sentido ni razón.
PENOSA ECONOMÍA
Como dice la jerga popular: “el solo no puede taparse con un dedo”. Indudablemente, el país padece una profunda brecha entre lo que gobierno crea como demanda en la economía y lo que la economía es capaz de producir. Tan acentuada anomalía, genera un notable desequilibrio en la economía venezolana.
Más allá de lo que puede significar el problema macroeconómico, el país se encuentra entrampado en un problema ideológico animado por la virulencia política que el régimen se ha propuesto sembrar cual único oficio que sabe realizar. Cualquier anotación suscrita por el Banco Central de Venezuela, carece de la veracidad por cuanto el instituto emisor se encuentra seriamente sometido a los dictámenes del poder político central.  Según la opinión de Maxim Ross, reconocido economista, “está repitiéndose el mismo esquema que Venezuela ha usado para resolver sus dificultades económicas”.
El problema estriba en que Venezuela se acostumbró a vivir en un 97% de del ingreso petrolero, deviniendo tan descarnado proceso en un grave desequilibrio que coloca al país ante un inminente riesgo de quiebra del sistema económico nacional. Insiste Ross en manifestar que el patrimonio de Venezuela se ha escurrido entre acciones de precario análisis pues lo realizado no ha traído el beneficio interno esperado.
Es decir, “no se ha convertido en producción, ni en agricultura. Mucho menos en empleo para el país” por lo que puede inferirse que este gobierno es extrañamente “apátrida” toda vez que las inversiones se han localizado extramuros. O sea, en Brasil, Argentina, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y en Cuba, particularmente. Toda esta situación, deja entrever que lo que se vive en el país es una penosa economía.
antoniomonagas@gmail.com

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