“La problemática constitucional no es un problema de derecho sino de poder, ya que la verdadera constitución de un país sólo reside en los factores reales y efectivos de poder que en ese país rigen. Las constituciones escritas no tienen valor ni son verdaderas más que cuando dan expresión fiel a los factores de poder imperantes en la sociedad”. Ferdinand Lassalle
Aún cuando todavía perviven sendas
disquisiciones constitucionales sobre lo sucedido en Venezuela, la realidad
muestra el poder de los hechos. Estamos ante un gobierno de facto cuya
legitimidad nadie pone en duda, lo que no supone para nada una contradicción y,
si la supusiese, la misma no sería más que una ratificación del poder.
No se trata de esa bizantina discusión que
parece haber asaltado en los últimos días a sectores oposicionistas separados
entre supuestos “radicales” y contemporizadores “comeflor”. Se trata de una
ausencia total de inteligencia a la hora de ejercer el nada fácil oficio de
opositor.
Parecen ver con gríngolas, son incapaces de evitar las flagrantes
contradicciones y, ante el sector del país que los acompaña, se muestran o como
decididos valientes que llaman a la acción o como visionarios que andan
escudriñando el tiempo futuro. Los primeros buscan posicionarse ante el sector
que se desespera y lo segundos conservarse en un presente que saben largo pero
ante el cual dejan a la vista su más que absoluta inconsistencia.
Toda esa legitimidad que amontona el gobierno
se origina –muchos parecen olvidarlo- en la victoria electoral obtenida en la
última elección presidencial. Lo de facto le viene porque quien ganó esa
elección se llama de otra manera y está fuera de circulación sin que sepamos
los detalles de ese estacionamiento. Aún así, han incurrido en torpes retahílas
de amenazas, innecesarias, si miramos la realidad real de que ejercerán el
poder por el período señalado.
La coalición con propósitos electorales que
aglutina a los viejos partidos –y a nuevos con mañas antiguas- no puede generar
una alternativa de país dado que en sus mismos genes se mueven las células del
pasado, la piel del pasado, el planteamiento de hace medio siglo. Frente a ello
he insistido en la necesidad de una “tercera opción” a la que he dotado de un
cuerpo conceptual, no sin admitir que el país debe vivir lo que debe vivir y
que este cuerpo social es aún inepto para asumir su propio destino.
La última afirmación no parece novedosa si
miramos a nuestra historia o leemos los llamados de los intelectuales que en el
pasado tuvimos. Nuestros comienzos de siglo se asemejan, con la diferencia de
otra ausencia, la patética de la inteligencia que tuvimos en décadas pasadas.
Esta sociedad opacada fabrica héroes que
aparecen desde el exterior, sin darse cuenta que héroes no necesita; le
bastaría una clase política inteligente, pero este es el país de las ausencias,
temporales o definitivas.
Seguimos, pues, viviendo los intrascendentes
acontecimientos a lo que nos somete la cotidianeidad. Así, la fracción
parlamentaria oposicionista convocó a una marcha el 23 de enero para tratar de
demostrar no era un inútil adefesio. Así el gobierno convocó la contramarcha,
pues parece inmerso en un síndrome incurable. Así, la oposición suspendió la
marcha, lo que no constituyó ninguna sorpresa. Así, la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD) se limitó a un acto en el este de Caracas para “relanzarse”,
siendo obvio que lo que se relanza es porque al suelo cayó. Así, el gobierno
celebró la caída de la última dictadura militar bajo la consigna de apoyo a
Chávez quien, por cierto, ofreció a ese dictador su regreso al país y
reivindicó su gobierno, gesto muy propio de este régimen militar-cívico
imperante en el país. Uno se atrevería a decir que esta cotidianeidad es
miserable.
Ha muerto estos días Nagisa Oshima, director
del controversial film “El imperio de los sentidos”, que si no recuerdo mal fue
titulado así como una ironía al El imperio de los signos de Roland Barthes, muy
marcado el director japonés por Georges Bataille. En esta larga película
venezolana no se trata de sexo explícito. Se trata de mediocridad explícita.
Este país es el imperio de cualquier contrasentido.
tlopezmelendez@cantv.net
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De hecho, la cotidianidad que Ud. menciona, particularmente está "estacionaria", aburrida y apesta. La palabra "Lucha" se llenó de vacio.
ResponderEliminarPor qué en vez de mirar cuántos bandos opositores van saliendo en pro de combatir el desgobierno, no hacemos un esfuerzo por pensar que, desde diferentes posiciones y estrategias, se puede cubrir un mayor campo de acción?