Dios dijo: “No temáis. Estoy contigo”. Y Timoteo, según las Escrituras, asevera: “Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina”.
Creemos sin duda,
algunos de mis amigos y yo, que nuestro pueblo vive en un medio de
incertidumbres, miedos o de algo indiscernible a la mayoría, que pueden atribuirse a factores y actitudes diversas, como por ejemplo, ¿el gobierno?, ¿la dictadura militar?, ¿el comunismo?, ¿el narcotráfico? o ¿las pandillas armadas
que amenazan con matarnos o secuestrarnos si no les damos el celular, el reloj
o los zapatos de trotar?
Es una percepción generalizada en muchos venezolanos
y constituyen la gran preocupación que
nos invade en el día a día. Asimismo,
pensamos que todos esos componentes inducen muy variadas formas de temor
y en cierto modo nos estamos acostumbrando a dejarlas pasar con la esperanza de
no tener el ticket perdedor, campantes
ante la indefensión.
Pero esto no
es todo cuanto de malo sucede en el país.
Como si lo de arriba
fuese poco, aquí se destila algo peor. Imperando en sumo grado, la corrupción
se ha enraizado en todas las esferas de la sociedad venezolana -con honrosas
excepciones. Refulge sin contención en instancias del poder, ejecutores de la
ley, empresarios, tinterillos, quienes
requieren servicios y quienes los prestan se
esquilman entre sí según el caso y pare usted de contar porque la lista
es abrumadoramente larga. En amplios términos es igualmente corrupto quien
corrompe y quien se deja corromper. La corrupción en nuestro país es compuesta
y general, presenta diferentes facetas y todas se nutren del cofre nacional por
excelencia. Muy notable y reciente es la
campaña electoral de este año en la cual se dilapidaron enormes recursos para
promover imágenes y engañar o corromper a los electores ante la realidad de las
muchas deficiencias que sufren los venezolanos de a pie con respecto la
carencia de una diligente atención médica, aceptable educación pública,
infraestructura operativa y un extenso temario de otros descalabros componentes
de la desidia oficial. La corrupción es
la raíz de casi todos los males que estremecen a una sociedad libre, provocando
pobreza, desempleo, analfabetismo –no es suficiente saber leer y garabatear- y
crímenes sociales.
En el 2011 Transparencia Internacional colocó a Venezuela en grado 2 de corrupción en una escala cuyo óptimo número es 10, y en cuanto al orden mundial la ubica en el puesto 173 de 180 países, casi en el último puesto. Esto indica que vivimos en una de las naciones mas corruptas del orbe, donde aritméticamente el 80% de los habitantes mayores de edad esta viciado de crímenes contra la cosa pública y sólo un 20% esta libre del estigma de robarse lo que pertenece a la Nación.
Para revertir los
graves inconvenientes que causan la corrupción, primero debe existir su
reconocimiento oficial, el deseo de combatirla y la búsqueda de
eliminarla en lo posible de la sociedad, una tarea de inmensas
proporciones. La educación completa y extendida, la estabilidad de las escalas
de salarios, readmitir el mérito, promover las inversiones de capital y la
creación de empleos, así como la autodisciplina de Timoteo, son elementos que
conducen y arraigan el concepto de vivir en libertad, sin la sombra de este
ruinoso malestar, supuestamente inducido a conciencia del poder en Venezuela.
jmpzc@yahoo.com
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