El Congreso, mediante Decreto del 14
de octubre de 1830, dispuso la creación de una escuela militar
El 4 de noviembre de 1831 es una fecha
singular de nuestra historia. Más que un hecho de la guerra, de los muchos
presentes en la memoria nacional, se realizó ese día la apertura de la Academia
Militar de Matemáticas, a cargo del gran barcelonés Juan Manuel Cajigal,
científico, investigador, educador. ¡Qué auspicioso hecho es ese en un país
donde el gesto de fuerza se autoriza y el arrebato se celebra! ¡En un país
donde más que armas, saber; más que poder, virtud; más que violencia,
civilización necesitamos!
Separada Venezuela de Colombia, el
general Páez al persuadir a otros militares para que aceptasen las
determinaciones del Congreso de Valencia, en la tarea de normalizar la vida de
la República, señaló con acierto: “…la gloria militar y las necesidades de la
guerra habían debilitado el poder civil, y el Congreso se propuso restablecerlo
y consolidarlo…”, asunto que incomodó a muchos, y amonestó a los suyos que:
“…la fuerza armada debe ser esencialmente obediente, y que su poder debe
reducirse al lindero de los cuarteles y ensancharse únicamente en los campos
del honor y de la gloria”, mandato que aún obliga al acatamiento de la ley y a
la Nación.
Además, el general Páez afirmó con
buen juicio: “La república sólo existe donde la mayoría de los ciudadanos puede
instruirse…”, sin excluir los militares, muchos de los cuales eran hombres
audaces, producto de las circunstancias y de los rigores de la guerra.
El Congreso, mediante Decreto del 14
de octubre de 1830, dispuso la creación de una escuela militar, la cual no
obstante la recomendación del secretario de guerra para que detentase un
alcance mayor, “por la falta de profesores y por la escasez de fondos” se
limitó, y se le atribuyó como objetivo la instrucción de “los jóvenes alumnos
en los diversos ramos”.
Le correspondió a Cajigal la dirección
del instituto y la responsabilidad de elaborar su plan de estudios para la
progresiva revisión del Ejecutivo. Igualmente, debía asegurar un suficiente
número de alumnos y que “los jóvenes aspirantes en la carrera militar pasen por
un curso previo de educación y formen un seminario de oficiales instruidos en
los diversos ramos de este arte”. Los estudios, según el general Páez, incluían
“los trabajos civiles y el arte de la guerra”, reconociendo a Cajigal como
“eminente matemático, de reputación europea”, -miembro destacado de la Sociedad
de Amigos del País (corporación responsable de valiosos aportes como el anuario
estadístico de Caracas, Memorias sobre agricultura, botánica, aguas, comercio,
arte, y donde se impartió educación gratuita en lenguas, matemática, pintura) y
también de la Dirección Nacional de Instrucción Pública-. Su sapiencia abarcó
astronomía, transporte, literatura, flora, política y otras disciplinas
Su estatua, sin embargo, está hoy
abandonada en Barcelona, y la lápida que cubrían sus restos fue eliminada en la
“restauración” de la iglesia de San Pedro Apóstol, Catedral de La Guaira en el
2000. Se impone el rescate adecuado de esos restos para que reposen en el
Panteón Nacional, altar de la patria de todos
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