Apareció el desparecido en la isla de
la felicidad
En vista de que por fin parece que nos
estamos dando cuenta de hacia donde nos llevan, me tomo la licencia de
reproducir un paraninfo publicado hace ya 7 años, con ligeras adaptaciones.
“En estos doscientos años que van desde aquel
5 de julio de 1811, muchas han sido las situaciones que se han vivido en esta
tierra de gracia. Desde el punto de vista político se han construido, de
acuerdo a la nomenclatura actual, cinco repúblicas, lo que equivale a decir que
se han destruido cuatro. Y dentro de la vigencia de cada una de estas
repúblicas, muchos gobiernos han surgido y muchos han caído”.
“En estos catorce años años, después del
período mas largo de estabilidad republicana, hemos estado transitando uno de
los períodos políticos de mayor inestabilidad. No importa de qué lado se esté
al hacer el análisis de estos casi tres lustros, para estar de acuerdo en que
mucho se ha destruido y muy poco se ha construido. Posiblemente unos dirán que
es cierto pero es que se ha destruido para construir algo mejor y otros
pensarán exactamente lo contrario; se ha destruido por destruir, sin construir
nada en absoluto. Me inclino a favor de estos últimos”.
“Apenas el teniente coronel felón asumió el
poder, comenzó su proceso destructivo. Su primer decreto fue acabar con la
Constitución, enterrando la llamada IV República. Se hizo la “mejor” y más violada constitución del mundo y se
proclamó la V república. Así se comenzó el proceso legal de destrucción. Se ha
intentado destruir todo el legado histórico desde los tiempos precolombinos.
Destruir la historia, borrarla. No ha habido tiempo en esta llamada revolución,
de pensar qué construir, solo tiempo para destruir, para borrar, para negar”.
“Un decreto de destrucción es remplazado por
otro que cambia el anterior y solo propone nuevas destrucciones. Se ha
destruido el Estado de Derecho. El Congreso Nacional fue sustituido por una
Asamblea Nacional que se ha convertido en una máquina eficiente de destrucción
del mecanismo legislativo del país. Se transformó la Corte Suprema de Justicia
para destruir el sistema judicial. Se crearon nuevos poderes para destruir
otros. Se destruyó la autonomía del sistema electoral. Igual ocurrió con el
ministerio Público y la Contraloría, esta última desapareció definitivamente.
Sí se creó algo nuevo, la Defensoría del Pueblo, instrumento de destrucción de
las esperanzas de los tontos. Las Fuerzas Armadas Nacionales fueron
singularizadas, para ser destruidas. Aquí habría que reconocer que con la FANB
se ha tratado de construir algo: una nueva fuerza armada, particular,
politizada, ideologizada. La moneda, las escuelas, las universidades, los
hospitales, no han escapado de este tsunami comunista. Los ministerios,
institutos y empresas son remplazados por otros, con la intención de destruir
algo. Nada estable, sensato y duradero ha remplazado lo destruido. Ni física ni
espiritualmente”.
“El país todo se cae a pedazos, nada funciona,
y la respuesta es más destrucción. Se destruyen los puestos de trabajo, las
unidades de producción, tanto industriales como agropecuarios. Se expropia y se
invade para destruir. Que no quede piedra sobre piedra. Pero quizás lo más
grave y lamentable sea la destrucción de los valores morales y éticos del país
y la destrucción de casi 170 mil almas a manos de un hampa que pareciese
auspiciada por el propio régimen. Se destruyó la unidad nacional. Se están
destruyendo los valores más importantes de una sociedad. Se quieren destruir
sus costumbres, sus creencias, sus hábitos. La familia pues. Todo,
absolutamente todo, hay que destruirlo. Destruir al hombre actual. Alguien nos
acotará: es que estamos en un proceso revolucionario, y las revoluciones
destruyen todo. Muy cierto y hasta dialécticamente correcto, el problema es que
las revoluciones, cuando son comunistas, no saben construir, solo destruir”.
¿Seguiremos esperando que alguien nos
ayude a parar esta destrucción? ¿O asumiremos nuestra responsabilidad
ciudadana, ineludible, de pararlo? ¿Le diremos no al comunismo? Creo que el
tiempo se nos agota. Sí debe haber salidas.
Iolaizola@hotmail.com
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La mismas urgencias. Excelente artículo! No se debe esperar a que el presidente se muera; es la necesidad imperiosa por salir de la situación tan grave que atraviesa el país.
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