Apuesto que más de uno leyó el
título y dijo: ya se nos volvió loca la Olga… los más benevolentes seguro
pensaron: perro, se peló, se le olvidó quitar la publicación programada… pero
no, como ayer, sigo creyendo que “está aclarando la mañana en Venezuela”.
Obviamente
que el resultado de la elección no es el que aspiraba y mucho menos el que me
gusta, pero, es el que es y nos comunica algo que, como colectivo, hemos estado
ignorando. De hecho, nos comunica varias cosas.
Una
de las primeras cosas que nos muestran estos resultados es que la abstención
sigue existiendo, más tres millones y medio de personas, ya no el 25 % como en
2006, pero la abstención sigue siendo una opción válida para un porcentaje de
venezolanos y debemos indagar por qué y trabajar para que ello cambie. En esto
no se valen los sobreentendidos o las explicaciones fáciles, hay que escudriñar
a fondo y trabajar en consecuencia, porque no expresarse es una acción política
que perfila una posición y que tiene consecuencias. En este caso, no podemos conformarnos
con colocarlos en la categoría “no acción” y presuponer su contenido o
preferencias.
En
segundo lugar, como ya dijeron muchos desde anoche, el resultado nos indica
que, mientras la opción oficialista tuvo pocos votos más que en el 2006, con los
que, a duras penas llega al 9 % de crecimiento, nosotros crecimos en casi un 50
% como opción electoral. De hecho, crecimos a pesar de que, como sociedad
política, seguimos muy poco estructurados, con partidos políticos aún muy
débiles (como bien apunta mi querido amigo Ananías) lo que dificulta la
contienda. Y en este caso, me refiero a todos, los oficialistas y los
opositores, los tradicionales, los que están en consolidación, los que están en
construcción y los que apenas están por nacer.
Pero
como opción electoral, podemos reconocer que estamos más cohesionados que en
los precedentes 14 años, y más apegados a las prácticas democráticas pues
llegamos a nuestro candidato en elecciones primarias, construimos una propuesta
de gobierno consultada con la gente en las regiones y sobre todo, respetamos
bastante las reglas de juego que nos impusimos como colectivo.
De
hecho, como colectivo, demostramos que somos capaces de tener referentes
comunes como visión de país, como el concepto que construimos y denominamos,
“la Venezuela del Progreso”, concepto que, tenemos que reconocer que, hasta el
momento y a pesar de los esfuerzos hechos por el Comando y el candidato, es más
un eslogan que apenas comienza a perfilarse como visión de país, por lo que
parte del trabajo que tenemos por delante es cargarlo de contenido más
detallado, y re-construir sus significados de forma participativa para que
podamos compartir a fondo el propósito y sentido de nuestra ruta, para que
todos podamos tener claro, con detalles, para donde vamos y el tipo de país por
el que todos queremos apostar.
Así
mismo, como opción electoral demostramos que somos capaces de manifestar
nuestra posición, de salir a la calle a hacer campaña y de participar
masivamente en procesos electorales. Sin embargo, demostramos también, que no
somos perfectos, que nos faltan muchas cosas por superar, muchas cosas en las
que trabajar, dirigencia y ciudadanía, comenzando por superar el inmediatismo y
la coyuntura como referentes de acción política, para incorporar en nuestra
vida cotidiana un permanente, sano y constructivo ejercicio de la ciudadanía,
porque un país se construye o se destruye día a día con nuestras posiciones y
acciones cotidianas, más que con grandes demostraciones en momentos
específicos. Por eso es imprescindible que dejemos de ver nuestra dinámica
política como una sumatoria de coyunturas y comencemos a trabajar todos los
segundos de nuestras vidas por una Venezuela diferente, a ser nosotros mismos
diferentes de verdad. Sólo así podemos
contribuir a erradicar de nuestra dinámica política y de nuestro comportamiento
ciudadano muchas prácticas antidemocráticas y antiéticas, que resultan
excluyentes tanto por su desconocimiento al otro, como por su menosprecio y su
carga racista y clasista. En otras palabras, necesitamos crecer y madurar como
ciudadanos y como opción política, pero vamos por buen camino.
En
tercer lugar, y no por ello, menos importante, sino al contrario, quizá lo más
importante, estos resultados pusieron sobre la mesa que casi 8 millones de
venezolanos apostaron por su seguridad, sí, como nosotros. Y entiéndase que no
digo que apostaron por su “comodidad”, sino por su seguridad. La diferencia no
es para nada irrelevante.
De
hecho en estas elecciones, todos los que decidimos expresar nuestra voluntad y
preferencia a través del voto, apostamos por nuestra seguridad. Unos por la que
no tenemos y perseguimos y otros, por la que sienten que tienen, que no es
precisamente la de vivir sin el riesgo de morir en manos de un malandro, porque
con esa conviven desde hace muchísimos más años que nosotros, sino por la
seguridad de ser considerados y formar parte, a pesar de las deficiencias.
En
eso coincidimos, en el término y en lo que nos mueve a la acción política,
diferimos en lo que significa para cada quién, en lo que se traduce en nuestra
cotidianidad.
Ese
alrededor de 8 millones de venezolanos, como nosotros, votaron seguramente
matizados por el miedo y en esto hay muchos miedos posibles que se expresaron,
pero miedos, al fin, como los nuestros. Nosotros expresamos nuestra voluntad en
contra y por el miedo a que impere el reino de la violencia, a que nos terminen
de arrebatar el país, a que se imponga más la arbitrariedad, las
expropiaciones, las improvisaciones, la destrucción institucional, pero ellos
expresaron su voluntad en contra y por el miedo a perder su reconocimiento como
ciudadanos, el apoyo económico, afectivo y hasta psicológico que les ha
brindado la dinámica política actual, a que les arrebaten el país que sienten
que apenas ahora han ganado, a que regresen las arbitrariedades y la exclusión
tan cruda que por mucho tiempo experimentaron, entre otras cosas. Y es que, en
términos de miedo, hay muchas cosas por comprender, comenzando por asumir que
nos tenemos miedo los unos a los otros, esa es una de las razones por las que
nos mantenemos tan fracturados.
Estos
resultados nos permiten ver que no podemos seguir pensando que sólo tenemos un
problema que es “Chavez en el poder” o una “mayoría que prefiere el facilismo o
la mediocridad”, como a muchos les ha dado, con esas u otras palabras, por
decir en las redes sociales.
Tenemos
que reenfocar la mirada, ese es parte del aprendizaje que nos tienen que dejar
estos resultados. Tenemos que aprender a mirar, comprender y reconocer al otro,
más allá de la ilusión que se produce al incluirlo en nuestro discurso.
Tenemos
también que reconocernos en el otro, identificar aquellas cosas que creemos que
no nos gustan porque no las compartimos, cuando, en el fondo las replicamos en
otro contexto o a nombre de ideales que consideramos más nobles. La búsqueda de
la seguridad, el miedo, pero también la viveza y la soberbia son rasgos que
tenemos en común y que, con diferentes matices, nos identifican a la vez que
nos producen rechazo del y en el otro.
Lo
que nos dicen estos resultados, en efecto, es más profundo que lo que queremos
ver, pero de ello depende que pasemos de ser una sociedad fracturada a un país
en convivencia. Pensemos que en estas elecciones se puso en evidencia que somos
dos grupos casi de las mismas proporciones que estamos dispuestos a expresarnos
y a validar la opción que queremos. De hecho, con las cantidades registradas,
no podemos decir que realmente hay una mayoría que se expresó. No, esa mayoría
aún hay que construirla, es por eso que lo que nos sale ahora, realmente, es
dedicarnos a entendernos, comprendernos y aceptarnos, a sentar las bases para
reencontrarnos y poder construir una mayoría que se exprese cotidianamente como
“ciudadanos en convivencia” y fraguar, segundo a segundo y de forma concertada,
una Venezuela en la que coincidamos.
Y
para ello, la buena noticia es que las semillas están sembradas, las vimos en
el brillo de los ojos de nuestros jóvenes que votaron por primera vez, cuando
salieron mostrando su dedo entintado, pero también en los de los muchos otros
que desde diversos flancos y espacios han decidido dedicar horas de su vida a
la participación política. Las vimos en la entereza, dignidad y gallardía con
la que nuestro candidato se dirigió al país anoche y durante toda la campaña.
Las vimos en el trabajo y la entrega a una causa común de los otros candidatos,
los que no resultaron ganadores en las primarias presidenciales y de sus
equipos que se dedicaron a recorrer intensamente la geografía nacional; en el
de los miembros de muchas comisiones técnicas del Comando Venezuela que
apartaron tiempo de su dinámica cotidiana para sentarse con otros a construir
una propuesta de cambio; en el de los miembros, observadores y testigos de
mesa, así como en los encargados de la logística pre y post electoral.
Esas
semillas las vimos y las seguiremos viendo en las caras de complicidad de los
más de 6 millones de venezolanos que coincidimos muchas veces en las
manifestaciones de calle o en reuniones y discusiones en estos últimos 3 meses
y que nos dimos cita ayer para expresar nuestra preferencia a través del voto.
Pero
también las vemos en las sonrisas de los casi 8 millones de venezolanos con los
que no compartimos una misma visión, pero que tienen la esperanza puesta en un
mejor país, muchos de los que, durante estos 14 años han salido a protestar y a
exigir que se les cumplan las promesas hechas, y que cuando nos cruzamos en la
calle, hoy, nos miran con la frente en alto, de tú a tú, algunos sobrados como
muchos de nosotros, pero otros con calidez y humildad, recordándonos que ahora
ellos también forman parte.
Esas
semillas con las que convivimos cotidianamente, esas que ahora podemos ver y
con las que podemos en efecto contar, son las que, a pesar de todo, hacen el aire
más ligero y las que me permiten mantener seguir afirmando que “esta aclarando
la mañana en Venezuela”.
oiramoss@gmail.com
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