Después del pasado simulacro electoral, nos preguntamos: ¿Qué pasara el
8 de octubre cuando el país haya llegado a su extrema volatilidad, después de
una campaña de profundos enfrentamientos, matizada con un bombardeo de mensajes
de uno y otro contrincante? Los venezolanos están expectantes y la
incertidumbre crece por las constantes noticias de las encuestadoras, dando
cifras y aproximaciones sobre una
virtual victoria.
Se abren varios escenarios que la gente comenta en la calle, radio y
televisión. Algunos opinan que la situación política del país está polarizada,
lo que luce normal porque tiempo atrás ese también era el panorama del país.
Otros, reconocen que la pelea entre los dos candidatos más fuertes en la actual
campaña es intensa, no se dejaran quitar los votos y mucho menos aceptar
trampa, derrota o desconocimiento del triunfo. Sin embargo, los que están cerca
de aproximaciones negativas, vislumbran un desenlace violento en el país por la
toma del poder, después de las declaraciones del mandatario nacional, cuando
aseguró: “quizás no se
desencadene una guerra civil”, pero el país entraría en una crisis política,
económica y social”.
Ciertamente, esta ha sido una campaña atípica, porque ambos candidatos
han procurado acaparar la atención en las redes sociales, en la televisión con
largas cadenas y recorriendo a pie y en cuatro ruedas al país. Se habla de un
presidente saliente y de un virtual presidente entrante. Ambos tienen
defensores y detractores, a unos no les gusta el autoritarismo de Chávez y su
manera de atacar irrespetando con palabras las acciones de su rival. Otros
consideran que Capriles no tiene estampa de estadista, pero es el que más
ofrece cambios para el país.
Con estas y tantas consideraciones nos acercamos hoy, a un poco más de
treinta días a las elecciones y el clima político continúa enrarecido. Se habla
por las calles de un posible desabastecimiento en el país si llegara a perder
Chávez, especie de caída y mesa limpia que dejará a Venezuela en la carraplana,
es la palabra adecuada. Las esperanzas, no obstante, están dirigidas hacia un
nuevo modo de gobernar al país, contando con la cantidad de años que
sobrevendrán para hacer tangibles las reformas y reparar lo que está en
condiciones deplorables, como es la seguridad de los ciudadanos y el modo de vida.
Si hay crisis institucional, económica y personal, es porque nosotros hemos permitido que las emociones, como el miedo, invadan las áreas de nuestro modo de vida. De manera que la responsabilidad de salir del atolladero en que se encuentra Venezuela, es razonando acerca de una mejor salida, porque no tenemos que vivir cada día con un temor y la tortura de lo que podría pasar. Todos queremos que no se ponga en riesgo la condición de país democrático, con auténtica justicia, donde merecemos todos vivir en armonía y paz. Lo que pasará el 8 de octubre depende de cada uno de los venezolanos.
susana.morffe@gmail.com
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