Sorna.
La he visto aplicar a personas con ciertos síntomas. A aquellos que, frente a
médicos y enfermeras, palidecen o enrojecen súbitamente, sudan a pesar del aire
acondicionado y experimentan taquicardia o palpitaciones. El cuadro puede
cursar con resequedad en mucosas, mareos, náuseas y otros tormentos. Quienes
están pendientes de sus cuerpos quizás reconozcan que tienen miedo. La mayoría,
no. Y, de planteárselo, supondrán que se
sienten culpables por comidas, copas, kilos y colesteroles de más. Algo en lo
que sólo piensan cuando ven aparecer el tensiómetro.
Lo
cierto es que si se les mide la tensión arterial en ese estado, los valores
pueden resultar muy elevados. Quienes se enteran y los saben interpretar, se
asustan mucho más y eventualmente podrían desarrollar un ataque de pánico. He
visto gente media hora sentada, inmóvil, tratando de relajarse, hasta que
alguien se le acerca de nuevo para tomarle la tensión. Inútil que cierren los ojos, porque sentir la
presión del brazalete mientras se infla, les altera el pulso.
Este
dramón se conoce como el síndrome de la bata blanca.
¡Cuánto
miedo puede despertar alguien que puede sanar!
Si,
además, el paciente es paranoide, podría pensar que el médico utilizará esa
vulnerabilidad para hacerle daño, ya sea en sentido físico, emocional o
práctico. No es tan difícil imaginar al médico en plan de chismes con sus
colegas. Y como todos conocen cantidad de intimidades, en una personalidad
obsesiva la cosa se complica y mucho.
Le
puede pasar a una adolescente si el médico familiar le descubre algún aborto o
al trabajador, si el médico de la empresa le descubre una infección incurable;
también a aquel señor casado si le notifican que tiene una enfermedad de
transmisión sexual. Y al hombre de Estado que tiene al país bailando en un
tusero según una conveniente melodía que intenta convertir en aceptación
electoral.
Mi
tesis es que esta es otra versión del síndrome de la bata blanca. Más elaborada
y mucho más truculenta: ¿Y si el médico no me guarda el secreto que éticamente
debe guardar? ¿Y si hay fuga de información?
Entonces,
las batas blancas pueden convertirse en consentidas receptoras de regalos,
prebendas y premios o, por el contrario, en sospechosas, enemigas, perseguidas,
secuestradas, emigradas. La verdad es
que la discreción no es una virtud muy común y la ética ha perdido reputación. No me extraña que ya llevemos algunos
escándalos vestidos con esa prenda.
Incluso entre los médicos, creo que algunos tienen el síndrome de la
bata blanca.
Y
los otros, el de Estocolmo.
@cgomezavila
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.