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sábado, 2 de junio de 2012

GOLFREDO DÁVILA, EL PODER

Mucho se ha escrito y hablado sobre el poder, en términos de la física poder es sinónimo de fuerza, capacidad, energía, sociológicamente, el poder es la facultad que tiene una persona o un grupo de personas para hacer que los demás los obedezcan. El poder se da en todas las relaciones humanas, es por tanto un hecho social, cultural, histórico, psicológico, pero acá nos interesa describir el poder político, que en teoría es la facultad de quienes lo poseen de actuar acorde a la Ley.
El poder va apareado de la autoridad, en tanto que la autoridad es la facultad que tiene quien detenta el poder público para hacer precisamente lo que la ley indica, pero sólo lo que la ley señala. En este punto abro paréntesis sobre la apreciación que tiene el Dr. Américo Gollo de la autoridad, él la coloca más allá del derecho, considera que una persona con autoridad esta revestida de ética, conciencia crítica, rectitud en el andar, de amor al prójimo y deslastrada de todo personalismo y egoísmo.
El poder no es una categoría abstracta, divina, romántica, poética o de ciencia ficción, se trata de una realidad muy concreta, que toca y afecta en forma directa a cada ser humano en el mundo, no se habla acá del referido a la capacidad que tiene un individuo de hacer algo, sino mas bien a la marcada tendencia que tienen los líderes electos para integrarse en élites del poder que se preocupan básicamente por la defensa de sus propios intereses y posiciones a toda costa, además, existen individuos o grupos para quienes el poder es tan apetecible que lo convierten en su único fin, su arrogancia y su megalomanía es tal que encuentran satisfacción ejerciendo dominio y control sobre los demás, de hecho, son implacables contra la disidencia y la crítica, aspectos que son la viva expresión del autoritarismo. Esto último hace pertinente este debate hoy, no sólo por la crisis estructural que vive nuestro país, sino por el ingrediente que le coloca el régimen chavista en torno a la forma como ejerce el poder.
Ahora bien, la experiencia nos dice que quienes se autodenominan de izquierda, de centro o de derecha, han hecho de la práctica del poder ejecutorias similares, allí aplican aquello de que “el fin justifica los medios” unos más que otros han disfrazado la democracia con una que otra consulta, con uno que otro proceso electoral, otros han llegado cambiando nombres por ejemplo “Poder Popular” o con eslóganes “todo el poder para el pueblo”, algunos, los más auténticos, se declaran dictadores.  Lamentablemente aquellas ofertas programáticas referidas al poder de la gente, al poder de los ciudadanos, al poder de la sociedad, se quedaron en retórica, porque lo que se conoce es que los líderes utilizan el poder para obtener beneficios personales, para el tráfico de influencias, para cometer actos de corrupción, para manipular, mentir y engañar, para aliarse a grupos de poder económico que actúan como poderes detrás del poder y desde allí se olvidan del cómo y porqué llegaron a conquistarlo.
Es muy común que quienes recién llegan a un cargo por elección, de forma inmediata buscan el mecanismo para mantenerse y perpetuarse en el mismo. Llegan por un mandato del pueblo en función de administrar la cosa pública, es decir lo que es de todos, y muy lejos de convertirse en servidores públicos y garantes de los derechos civiles, políticos y humanos, lo primero que hacen es torcer el derecho y se transforman en dueños y señores que hacen lo que les viene en gana con lo que es de todos, tienen una gran destreza para apropiarse de lo ajeno y hacerse más poderosos, para colmo el pueblo debe rendirles pleitesía.
Pues, frente a esa forma de actuar y de ejercer la política y el poder, es que todo poder debe tener límites y contrapesos, desde el siglo XVIII, desde el surgimiento de la democracia burguesa se crean los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial con ese objetivo, legado que ha sido transgredido, porque, aun cuando en muchos países se cuidan de mantener las apariencias, en la práctica sus gobiernos utilizan subterfugios para imponerse sobre el resto de los poderes. El caso del régimen chavista es patético, ya que en forma abierta y descarada el poder ejecutivo controla los demás poderes. Lo mismo ocurrió en las mal llamadas democracias populares y los regímenes fascistas de Europa, que habiendo discurseado sobre la democracia directa, hicieron lo contrario, involucionaron, centralizaron el poder, actuaron con violencia y terror, utilizaron nuevos mecanismos de esclavitud y dominio, levantaron nuevos mesías, nuevos monarcas que se convirtieron en el centro del poder a los que la gente idolatraba y les rendía culto.
En medio de todo y producto de las crisis recurrentes de los modelos de sociedad, sectores estudiosos de esas realidades comenzaron a plantear la necesidad de institucionalizar nuevos conceptos de poder e introducen en las décadas de los 70 del siglo pasado las propuestas de la participación ciudadana en el ejercicio del poder y la descentralización del Estado, y aún cuando no se haya podido aplicar en su totalidad, pareciera que se han convertido en un paso bien interesante en el proceso de democratización de la sociedad, elementos que sumados a la construcción de ciudadanía, a la introducción de nuevas formas de hacer política y a la presencia de una vanguardia de nuevos líderes comprometidos con la justicia social y el progreso de la nación, serían pasos importantes en el proceso de transformación del país.
Allí está la clave, mientras se continúa desarrollando la lucha por restablecer los equilibrios al interior del Estado, la sociedad debe asumir que el contrapeso frente al uso y abuso de poder está en ella misma, la más poderosa de las fuerzas es la unidad de todos, así por ejemplo, varios países se unen y de seguro doblegan las intensiones imperiales de otros. Además, es mentira que un grupo aún con todo el poderío militar con el que cuente, puede imponerse por sobre las mayorías. Estas cosas pueden ocurrir en determinadas circunstancias porque el poder infunde miedo, pero el miedo no es eterno, así como no es eterna la forma arbitraria de ejercer el poder, han caído imperios sin disparar un tiro. Al final, el ser humano y la humanidad plena, siempre estará librando batallas por la libertad, por la justicia, por evolucionar, por construir sus sueños, por el conocimiento que también es poder y por mejorar su calidad de vida, verdad que nunca jamás podrá ser borrada por ningún dictador o autócrata.
¡Hay un camino!
Capriles Radonski Presidente

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