Me angustia constatar que -aun cuando por
razones perfectamente comprensibles- los profesores más jóvenes de la
Universidad Central de Venezuela se retiran al no encontrar futuro, reciben
sueldos de hambre que no les permiten abrir camino, remuneración pírrica
obligada por la asfixia económica a la que somete el régimen a la universidad
venezolana. Cifras hechas públicas ratifican lo que uno percibe en la
convivencia ucevista: “575 profesores han abandonado sus labores en la UCV en
los últimos 4 años”. No se vayan todos, por Dios, hay un camino.
Hace ahora cuarenta años, en 1972, me inicié como profesor en la UCV, de
donde había egresado cuatro años antes como Abogado. Espero morir frecuentando
las aulas de mi universidad, transmitiendo a la Escuela de Derecho y a la de
Ciencias Políticas los conocimientos y experiencia que podamos poseer. Por
supuesto que a mi edad, ya con vida hecha -como suele decirse- la remuneración
pecuniaria tiene una significación menor que para aquellos que están abriéndose
camino.
El régimen del oscurantismo continuista no quiere a las universidades
por ser casas de luz y de aceptación de la universalidad del pensamiento; las
persigue y arrincona, les quita recursos y recorta presupuestos. Mientras más
dinero ingresa al Tesoro Nacional, proporcionalmente son menores los aportes a
las universidades.
Actualmente un profesor instructor a tiempo completo -el grado menor en
el escalafón- gana solo Bs. 2.677. Como si fuera poco, presta su labor docente
en condiciones que están lejos de ser las óptimas, con bibliotecas ya obsoletas
y laboratorios sin dotaciones, con pocas posibilidades de actualización
profesional, sin que sea viable ganarse la vida a pesar de trabajar ocho horas
diarias. El abandono del cargo profesoral se hace obligante para muchos jóvenes.
En el intento de frenarlos, algunos departamentos se han visto obligados a flexibilizar los
horarios de los profesores a tiempo completo para el “rebusque”. Que expresión
tan fea, si bien ese “rebusque” luce inevitable.
El abandono de los jóvenes profesores es una tragedia para la
universidad venezolana, para su actividad docente e investigativa. Se ve
renovada demasiado rápido la plantilla de profesores e investigadores, sin que
los salientes hayan aquilatado todavía la experiencia necesaria, y sin que los
sustitutos, generalmente más jóvenes,
estén en plena forma. Mientras tanto los profesores mayores, incluidos los
Jefes de Cátedra, van envejeciendo sin relevo.
La huida de jóvenes profesores no es exclusividad de la UCV. La Simón Bolívar ha visto partir en los últimos
dos años a 200 profesores, mientras que la UCLA, Barquisimeto, dijo adiós a 15
en los cuatro primeros meses de este año. Por otras razones la UNEFA, creada
bajo la inspiración “académica” de Chávez, también ve salir a sus jóvenes
profesores, pero por otras razones: el sectarismo y la exclusión. Acaban de
botar a 430 docentes porque aparecen en la ominosa Lista Tazcón, esa que el
Presidente dijo hace años había enterrado y que nunca más sería tomada en
cuenta.
Venezuela está ante una posibilidad
cierta de cambiar su destino el próximo mes de octubre. Me atrevo a pedirles a
los jóvenes profesores, algunos de ellos alumnos míos, que no se vayan todos,
que no se retiren en julio al concluir el año académico. Pronto la universidad será valorada como debe
ser, como lo era y seguirá siendo. Levanto mi voz de protesta contra el régimen
del Presidente Chávez. Si no tuviera suficientes razones para apostarle al
cambio, la causa de la universidad sería suficiente. Rechazo las pretensiones del Tte. Coronel de
sumar seis años a los catorce que cumplirá en el poder, para totalizar veinte.
Es “como mucho”, no me lo calo. No se vayan todos, hay un camino.
@pacianopadron
pacianopadron@gmail.com
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