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viernes, 1 de junio de 2012

CAROLINA GÓMEZ-ÁVILA, LA MODA CIUDADANA

Nunca pude seguir recomendaciones de diseñadores y evitaba detenerme frente a modelos, pasarelas y revistas. Por razón de mi talla, cualquier estilo nuevo podía convertirse en un martirio para mis redondeces.  ¡Cantidad de tiendas que quedaron vedadas para mí!  Lo único que pude tener parecido a Twiggy fue el corte de pelo...  y no mucho, porque el mío no es precisamente lacio, ni rubio.

Visto desde esa circunstancia, se entenderá que no tardara en descubrir que los diseñadores famosos no me parecieran buenos: las telas "caen" con elegancia sobre los cuerpos menos voluptuosos; de allí, mientras menos carnes, mejor luce el maniquí.  Me pregunto si así lo veían los parisinos de mil setecientos y pico.

En aquella época, la moda era una forma de demostrar la riqueza. Estoy convencida de que, hoy en día, la moda sólo sirve para aparentarla.

Pero, a la sazón, había una prenda de vestir de caballeros que parecía causar grandes envidias en quienes no tenían dinero para adquirirla. Se trataba de unos pantalones de tela ajustadísima que terminaban debajo de la rodilla con una tira elástica o cintas de enlazar.  Aquel estilo ceñidísimo, lo heredaron los ciclistas de nuestros tiempos, en géneros sintéticos, para su deporte.

Pero a finales del XVIII, esos pantalones sirvieron como metonimia para denominar a una clase social o, mejor, a un par de ellas. En esa Francia, las clases medias y bajas, también conocidas como Tercer Estado, Estado Llano o pueblo a secas- , no podían vestirse con aquellos calzones ("culottes"), sino con pantalones largos, holgados y de bota recta.  Y como nada es mejor que una prenda de vestir para discriminar a otro en la mitad de la calle, se les distinguía claramente y se les llamaba "sans-culottes".

En el XX, el peronismo hizo lo suyo convirtiendo en protagonistas a los  descamisados, pero esa es otra historia. En la nuestra, los humillados "sans-culottes", aparecieron en el extinto Congreso Nacional como los "sans-cravate": un grupo de diputados que frecuentaba el hemiciclo sin la reglamentaria corbata. Todos terminaron siendo del chiripero que llevó por segunda vez a Miraflores a Rafael Caldera, rancio representante de la oligarquía. Y luego, reunidos en torno a una caricatura de "führer", a instalarse como oligarquía misma.

Y, cosas de la vida, consumada la venganza y adquiridas cantidades ingentes de "culottes", vocean que son pueblo viviendo la vida ociosa y opulenta de un pachá.

Por mi parte, como no pude con los designios de la moda, aprendí a mirar otras condiciones humanas que me lucen más llamativas que una prenda de vestir.  Y confieso que no me sorprende que, devenidos en ricos, pretendan invocar solidaridades de clase que ya no les corresponden.  Es que hay una prenda de vestir que no se puede comprar.

Ahí van, por la calle y sin vergüenza alguna, los "sans morale".

Los ciudadanos sabemos distinguirlos.

@cgomezavila

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