La
primera vuelta de la elección presidencial en Francia será mañana domingo. Las direcciones, los militantes y los
electores de los diez partidos políticos
que están en liza hacen hoy un breve descanso, después de varios meses de
confrontación verbal en los medios, sobre todo entre los candidatos, y de
movilización muy intensa en las plazas públicas y en recintos cerrados. Nadie
sabe como votará la ciudadanía pues los
sondeos de opinión son dispares y hasta
contradictorios y nunca han sido, al menos aquí, muy afortunados en sus
pronósticos finales. Sin embargo, dos candidatos se perfilan como los
mayores capitanes de la gran batalla que
definirá, mañana y el 6 de mayo, el destino de Francia en los próximos cinco años:
Nicolas Sarkozy, el presidente de la República en ejercicio, líder del partido
liberal-conservador UMP, y el socialista François Hollande.
Hasta
ayer el ambiente en las calles era relativamente tenso pues la mayoría de los
candidatos, sobre todo los de menor envergadura, manejaron durante los últimos meses discursos
agresivos de revancha, y casi de guerra civil, que hacía muchos años no se veía
en Francia y que recuerda más bien los momentos electorales de ciertos países
del llamado Tercer Mundo.
Yo
observo y escribo sobre la actualidad política francesa desde hace 27
años. Esta campaña electoral fue, de
lejos, muy especial. Nunca antes había visto candidatos con un nivel político e intelectual tan bajo. De los
diez candidatos solo dos, Nicolas Sarkozy y el centrista François Bayrou, pueden ser vistos como dirigentes serios, con
programas dignos de ese nombre y con la
trayectoria y la capacidad política que requiere la conducción política de la quinta potencia
mundial. De los ocho restantes, seis son extremistas, algunos ultra minoritarios,
que explotan el periodo electoral para agitar
“las masas” en favor de una mesiánica revuelta social tipo Mayo 68 o
hacia algo peor. Ellos ni siquiera hicieron el esfuerzo de presentar y defender
una visión coherente de la sociedad y del país y se limitaron a hilvanar
invectivas grotescas contra el capitalismo y contra la Unión Europea. Uno de
ellos llegó al extremo de decir que su
gran pasión, durante las huelgas, era andar en gavilla con sus camaradas para secuestrar
patronos por unas horas.
François
Hollande, el candidato favorito de la izquierda, carece de experiencia
gubernamental y contemporiza con todo lo anterior. El se presenta como el
candidato “normal”, es decir como alguien que puede modificar su ambigua línea política según el auditorio que
lo escucha, que dice una cosa un día y la corrige al día siguiente y, sobre
todo, que se presenta como el hombre que regresará al sistema que existía antes
de la presidencia de Nicolas Sarkozy en el que los disturbios, las huelgas y
las manifestaciones callejeras de los sindicatos, es decir, de unas minorías
organizadas, son los que deciden qué reformas se pueden hacer o no en el país,
y no por lo que vota el Parlamento, y por lo que propone el gobierno y el
presidente de la República que ha sido elegido por las mayorías.
Lo
más grave de todo es que de los diez candidatos solo dos admiten el rasgo más
importante de la realidad económica y financiera actual de Europa: la triple
crisis que se precipitó sobre el Viejo Continente desde hace cuatro años: la
crisis financiera, la crisis económica y la crisis de la deuda soberana. Sólo
Sarkozy y Bayrou admiten ese hecho. Sarkozy tuvo un comportamiento ejemplar
ante ese grave fenómeno pues, como jefe
de Estado, salvó el sistema bancario europeo, y no sólo el francés, cuando
tuvo el valor y la responsabilidad de
decir: “Yo garantizo el ahorro francés”, horas antes de que el colapso de la
banca estallara en el continente. En cambio, el candidato Hollande ignora
olímpicamente la enorme crisis, para no tener que reconocer los méritos de su
rival Sarkozy, y promete seguir, y de qué forma, en el sistema arcaico de
aumentar los impuestos, agravar la deuda, acentuar el déficit fiscal y regresar
al mundo del asistanato social, de la desindustrialización y del comunotarismo
en Francia.
eduardo.mackenzie@wanadoo.fr
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