Es indiscutible que las dificultades que vive nuestra
sociedad venezolana por el aumento de la violencia, la delincuencia y de la
inseguridad de los ciudadanos, principalmente entre los habitantes de las ciudades
más populosas del país, no es un problema nacional, sino que es un tema que se
difunde en todas las naciones. Pero sin ninguna duda alguna, constituye una de
las principales causas de falta de bienestar social y de prosperidad en nuestra
Venezuela.
Es demasiado común escuchar que la gente diga en
Caracas, Maracaibo, Barquisimeto, Valencia y Maracay que ya no se puede vivir
así, que un comercio, una farmacia o un banco haya sido asaltado varias veces,
que no se puede salir después de las 6pm por temor a un asalto, a un atraco o a
un asesinato, sin que las autoridades policiales hayan podido tomar medidas
para asegurar que esto no continúe sucediendo; que pocos días atrás el ministro
del Interior y Justicia diga por los canales televisivos que no aconseja el uso
de las armas por parte de la población civil, mientras que más adelante
funcionarios policiales dicen que si un ciudadano es atacado con armas debe
tratar de defenderse.
Tampoco es lógico que haya funcionarios policiales
procesados por hacer uso de la fuerza, mientras que luego las autoridades
autoricen que hagan uso de las armas si es necesario, para defenderse o
defender a la población. Todos estos dichos contradictorios por parte de
jerarcas del gobierno revolucionario socialista-comunista no hacen más que
demostrar que ellos mismos se sienten irresolutos en cuanto a cómo resolver los
problemas de la inseguridad pública.
Por otra parte, en algunos estratos sociales hay una
ruptura entre la población adulta y la más joven, lo que ha llevado a una incapacidad
de relación generacional, de diálogo y, concomitantemente, de trasmisión de
valores y de un correcto modelaje por parte de los padres de lo que debe ser un
correcto comportamiento social. En todo ello colabora la falta de educación y
de cultura, y el aumento indiscriminado de la drogadicción entre los jóvenes
debido al ingreso de la llamada piedra en los barrios marginales, que por su
bajo valor está al alcance de cualquiera.
En el mundo globalizado de hoy, pareciera que las
autoridades venezolanas no tienen autonomía para aplicar sus propias leyes,
porque la firma de convenios internacionales de "derechos humanos",
pueden incidir o socavar la autonomía de nuestra justicia. Por otra parte el
Ministerio del Interior y Justicia no tiene la fuerza ni el ímpetu que antes
podía detentar para someter a la delincuencia, ni tampoco parece haber una
política de Estado definida en cuanto a la represión del delito.
También la Justicia tiene reticencias o retintines en
cuanto a la aplicación de las sanciones. Esto lleva a la impunidad de aquél que
delinque como primario y luego de cometer un delito, muchas veces de cierta
gravedad, queda libre por no tener antecedentes penales.
Actualmente los ciudadanos han comenzado a tomar en
sus manos su propia defensa, habiendo sucedido hechos de delincuentes heridos y
muertos por sus víctimas, en defensa propia. Naturalmente que esto se veía
venir y lo triste es, que la victima va a la cárcel por defender su vida y sus
derechos.
¿Hasta cuándo la gente puede ser tan cobarde o tan
respetuosa de la ley, que no tome medidas para defender su vida y sus bienes, a
sus hijos y a sus dependientes? Tal vez si la población venezolana hubiera sido
menos pasiva, más autoritaria y más valiente, nunca habríamos llegado a los
extremos a los que se ha llegado, por ejemplo en el sur del país o en las
propias fronteras con Brasil y Colombia, donde hombres hechos y derechos se
dejan robar por niños que están (o dicen estar) armados.
Lo inconcebible es que esto suceda en un país como el
nuestro y que no se haya podido implementar a tiempo una estrategia que
prevenga y resuelva la situación. Como también es inconcebible que se hagan
tantos problemas para asistir a tantas personas que se encuentran en situación
de calle en las principales ciudades del país, cuando por otro lado esta nación
está manteniendo a tantos inútiles y acomodados socialistas-comunistas que no
hacen nada (o hacen lo que no deben) y cobran suculentos sueldos.
Aquí lo que debería hacerse es poner mano blanda para
ayudar a los indigentes, pero ayudarlos en serio, y poner mano dura para los
que delinquen y también hacerlo en serio. Si los hijos de Fulano roban, dañan o
matan, Fulano debería cumplir la pena por el delito cometido por sus hijos,
pero no con un simple descaro judicial, sino que asuman una verdadera
responsabilidad penal.
Si las
cárceles venezolanas son una vergüenza, ¿no estarían mejor los presos en
predios donde pudieran trabajar (sí, aplicarles trabajos obligatorios) y que al
mismo tiempo hagan algo para retribuir a la sociedad por los daños causados y
para contribuir a su sustento? Esto permitiría además mejorar su autoestima y
hacer más posible su rehabilitación. ¿No lo cree usted apreciado lector que
estamos sometidos por la inseguridad y la violencia social? Por ello hay que
subirse al autobús del progreso.
britozenair@gmail.com
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