El Presidente no inventó su enfermedad para
colocar en segundo plano los 3 millones de votos en las primarias, pero no
perdió la oportunidad de aprovecharla políticamente y concentrar la atención
del país sobre su destino personal.
Repite también el melodrama del pasado año,
otra vez apela a los santos, la Virgen, los dioses de la llanura. Vivimos una
telenovela que conmueve al pueblo, en la que el propio Chávez se deja llevar
por la trama, se le notaba la presión emocional en el semblante la noche del
pasado jueves, inevitablemente lo afecta la posibilidad de su propia muerte, a
pesar de sus bravuconadas.
Todo terminará con el lanzamiento a última hora
de un candidato, o con seguir soñando con una vuelta triunfal a la patria, otra
peregrinación a un santuario, un discurso en el Balcón del Pueblo. Pero, con el
cáncer, segundas partes nunca fueron buenas.
La enfermedad presidencial acapara la atención
del país, en una especie de telenovela política que amenaza con volverse
tragedia. Chávez juega con su salud, descuida su recuperación. ¿Mejorará el
cáncer la aceptación popular de Chávez, de forma similar a lo que ocurrió en
2011? Sólo que demasiados ministros, generales, jefes chavistas apenas ocultan
su confusión.
Los ataques chavistas contra Capriles copian
una estrategia fracasada, la crítica de los radicales en las primarias: presentarlo
como un imitador de Chávez y pretender desenmascararlo, mostrarlo como el
representante del Departamento de Estado.
¿Quién desenmascarará a quién? Cualquier debate
con Chávez pondrá en evidencia que sus buenas intenciones, la superación de la
pobreza, labran el camino del infierno: la degradación del país, la peor
inflación del mundo. ¿Cómo sacar de la miseria a un venezolano? ¿Hay recursos
para que todos seamos empleados públicos? ¿Quién progresa más?, ¿Perú o Cuba?,
¿Brasil o Venezuela? Esa discusión mostrará la verdad del proyecto chavista, lo
revela como la continuación de los grandes fracasos de los experimentos
políticos del siglo XX.
La representación dramática del pasado jueves
se puso en escena con gran cuidado. Ese niño que se acercó a Chávez, enviado
por su madre para conseguir una vivienda, de pronto frente al país volvió a la
realidad a los millones de telespectadores, cuando a la pregunta de Chávez
sobre su familia contó que a uno de sus hermanos lo habían matado, víctima de
la inseguridad. Por un segundo, Chávez se quedó sin respuesta, hasta que llamó
a una ministra para que se ocupara de conseguir la vivienda que pedía la madre.
Igual le sucede a Chávez con la manipulación
política de su enfermedad, la puesta en escena ha sido hasta brillante, pero
deberá aceptar la realidad al final e intentar una maniobra desesperada como
aprovechar su agonía para imponer electoralmente a un sucesor.
Todo es posible de aquí en adelante, sólo que
Capriles ha estado a la altura de las circunstancias y le presenta una opción
al país, frente a la locura política le propone a los venezolanos contar con un
buen administrador, con alguien que se ocupe, eficazmente, de los más
necesitados.
Chávez quiere que la revolución lo sobreviva,
pero, ¿cómo lograrlo?, porque la revolución es Chávez, no el PSUV. Algo
intentará a última hora, en medio de una situación personal agobiante. La
desesperación es mala consejera.
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Acierta grandemente el periodista Masó cuando coloca en la inocencia de un niño la bochornosa desnudez del mandón de Miraflores. Y no ha sido ése el único niño que lo ha dejado 'desnudo y mudo'. Otros, antes de éste, ya lo habían demudado, lo que me hace pensar que aborrece de los infantes porque a ellos ( y sus inocentes almas) jamás podrá manipular el tristemente célebre 'Héroe del museo Militar'.
ResponderEliminarSu lector de siempre;
Andrés Simón Moreno Arreche