Algunos economistas venezolanos especialmente los del gobierno socialista-comunista, expertos en perturbar los asuntos, reducen la condición del hombre a su mínima expresión. Según ellos, la mayor pretensión del ser humano sería alcanzar el más alto desempeño en el oficio que le haya correspondido, y hacerlo sin mayores salvedades o inconformismos que no tienen caso.
No es necesario protestar por las cadenas que coartan la libertad, se trata más bien del aporte en trabajo y esfuerzo a la prosperidad de la sociedad venezolana en general, sin reparos en las consecuencias que sobrevengan por los modos de explotación y uso de la riqueza.
En este sentido, una fábrica que vierte sustancias tóxicas en una corriente de agua no sería preocupación del simple trabajador, que debe ocuparse sólo de las labores propias sin entrometerse en asuntos que no le competen -también es cierto que de hacerlo pone en riesgo su trabajo y la posibilidad de un empleo futuro-; dedicación, empeño y amor a lo que se hace, y por lo que se recibe una paga, sin que importe nunca “el resultado final”,
Así de simple. Es lo que estos economistas llaman “la visión túnel”. Considera esta teoría que somos seres anónimos de una estructura social abstracta y global, en la que cada quien aporta a procesos cooperativos de producción que involucra a millones de individuos de un modo impersonal e indirecto.
Se trata de la interacción entre lo micro y lo macro de la economía. El “resultado final” del proceso productivo, conceptúan, es mejor ignorarlo pues lo único en lo que se tiene injerencia es en lo micro, tarea que desempeña cada quien en su trabajo.
No hay remedio entonces, pues el hombre va a estar supeditado a condicionamientos sociales y económicos que obran como si se tratara del propio destino, sin poder anticipar en nada hacia dónde conducen o cuales han de ser las consecuencias.
La economía contiene esta suerte de incertidumbre, pues es muy difícil controlar los resultados de cualquier actividad productiva.
Asistimos pues, al resurgimiento de tendencias reaccionarias que se oponen a las manifestaciones de libertad, a la conciencia social por la crisis económica, a las protestas por reformas educativas y, en general, al rechazo por la sobreexplotación de los recursos naturales, en términos de una concepción de sociedad y de hombre demasiado conformista y retardataria.
Dicen, p. ej., de los estudiantes que protestan por reformas educativas, son unos ignorantes de la realidad social y de las leyes del capitalismo, y por tal razón están equivocados en las consignas y reclamos respecto a la educación, por ser un asunto que desconocen y del que no tienen por qué preocuparse, pues lo único que les concierne es el estudio, asistir a clases y salir a trabajar cuando llegue la ocasión.
No les queda más que resignarse a la versión de hombre de Ítalo Calvino: “El hombre puede verse reducido a ser una langosta…y confesarse satisfecho, no discutir ni mucho ni poco el hecho de ser langosta sino sólo el mejor modo de serlo”. Es decir, aceptar las cosas tal y como son y no hacer nada por modificarlas. ¡Desempeña bien tu trabajo! Sólo esa, es la recomendación, fruto de la pobreza mental de algunos economistas pro gobierneros socialistas-comunistas, que por supuesto no son todos.
Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
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