La crisis de las economías desarrolladas y el alto nivel de endeudamiento público están estrechamente relacionados. Como es evidente, se trata de una crisis severa, cuya corrección puede abarcar un periodo relativamente prolongado. Para Reinhart y Rogoff (2011), A Decade of Debt, [1] el período que estamos atravesando (2008-2017) podría estar signado por el problema de la deuda. A continuación se resumen aspectos de la crisis y de la evolución de la deuda pública de los países avanzados, con comentarios y acotaciones, y un señalamiento final respecto al caso venezolano. .
El incremento de la deuda
Históricamente ha sido común que la deuda pública aumente significativamente por la guerra, como ocurrió durante las guerras Napoleónicas o durante la I y II Guerra Mundial. Así mismo, en tiempo de paz, las crisis financieras severas o sistémicas han estimulado el crecimiento brusco de la deuda pública, un patrón históricamente recurrente. También se dan casos donde la deuda ha tenido incrementos relativamente pausados, por déficit crónicos, ya bien por exceso de gasto o este acompañado con reducciones impositivas, que posteriormente pueden culminar en crisis severas.
Según la información recopilada por Reinhart y Rogoff, la deuda pública como proporción del producto (tomando en cuenta solo la deuda de los gobiernos centrales) de los países avanzados en 2010 alcanzó el nivel más altos desde la II Guerra Mundial, más alto que durante la Gran Depresión de los 1930s y ligeramente más alto que durante la I Guerra Mundial, se elevó prácticamente al 90 por ciento del producto, como se aprecia en la figura 1.
Figura 1
Deuda de Gobierno Central como proporción del producto
Al mismo tiempo, aunque no existe información precisa, se supone que los niveles de deuda privada también han aumentado en forma significativa. A raíz de la crisis financiera que se desató en 2007-2008 en EEUU y luego se propagó a las economías avanzadas (la “Gran Recesión”), los niveles de deuda pública y privada en distintos países alcanzaron niveles particularmente elevados. En países como Grecia, Islandia, Irlanda, Portugal, España, Reino Unido y EEUU la deuda pública se incrementó en forma brusca respecto al nivel que tenía en 2007.
La relación entre crisis financieras sistémicas y deuda tiende a seguir un patrón típico. La severidad de la crisis financiera obliga a operaciones de rescate e incremento de gastos públicos para evitar su profundización y de la economía como un todo, elevando el nivel del gasto público. Simultáneamente, la caída de la actividad económica repercute negativamente en los ingresos de las finanzas públicas; y obviamente la combinación de los dos efectos eleva el nivel de la deuda pública en el corto-mediano plazo.
Quizá una de las virtudes del enfoque de estos dos autores está en destacar que los episodios de crisis severas con incremento de deuda pública son históricamente recurrentes, se han presentado en numerosas ocasiones desde el siglo XIX. Sería una de las características de las economías de mercado, que aparentemente había sido olvidada en el período de la “Gran Moderación” de los 1980s, donde la volatilidad de las economías desarrolladas se redujo.
A Decade of Debt destaca además otros aspectos de las situaciones de crisis severas. Son difíciles de superar, particularmente dolorosas (caída de la actividad económica, alza de desempleo, etc.) y más prolongadas que los periodos recesivos del ciclo económico; además tienden a estar caracterizadas por el default y/o la “represión financiera” antes de recuperar el crecimiento.
Por otro lado, el análisis sugiere la existencia de “umbrales” en los niveles de deuda pública, diferenciados por tipos de países, a partir de los cuales se afecta en forma importante el desempeño de las economías, específicamente su ritmo de crecimiento. Este es un punto novedoso y controversial, porque implicaría la existencia de relaciones no lineales o comportamientos abruptos de las economías dados diferentes niveles de deuda en relación al producto. Contradice el enfoque estándar donde lo central no es el nivel de deuda sino su dinámica de crecimiento: una proporción alta de deuda-producto, si es constante, no tendría porque a afectar en forma importante el comportamiento de la economía.
La tesis de los umbrales hace una consideración diferente. En las economías avanzadas niveles de deuda pública superiores al umbral de 90 por ciento del producto, afectarían el crecimiento bajando su ritmo. Por debajo de este umbral la relación entre deuda pública y crecimiento es débil y no afectaría el crecimiento. En las economías emergentes, el umbral de deuda pública-producto que no se debería sobrepasar sería menor, alrededor del 60 por ciento del producto. Al superar los umbrales, la causalidad entre crisis financiera e incremento de la deuda se hace bi-direccional, la señalada anteriormente donde la crisis financiera precede al alza brusca de la deuda, y la inversa, de la deuda a la crisis; en ambos casos con retroalimentación.
Los estímulos
Un tema debatido, especialmente en los EEUU, es si los estímulos instrumentados para combatir la crisis financiera sistémica reciente, la “Gran Recesión” iniciada en 2007, han dado resultado. Parte del problema está la débil e incierta recuperación de los EEUU (y otras economías avanzadas) si se la compara con períodos recesivos tradicionales del ciclo económico Pero, como indican Blinder y Zandi, Stimulus Worked,[2] posiblemente sin una repuesta de estímulo masivo todavía los EEUU estarían en el umbral de una depresión importante o se habría repetido algo similar a la Gran Depresión de los 1930s. La crisis financiera iniciada en 2007-2008 no es comparable a una recesión tradicional.
“La economía de los EEUU ha recorrido un camino importante desde los oscuros días de la Gran Recesión. Menos de hace dos años el sistema financiero estaba al borde del colapso, y los EEUU estaban sufriendo la peor contracción desde 1930. En su periodo peor, el producto caía bruscamente, a una tasa anualizada de 7 por ciento, con las pérdidas de empleo promedio cercanas a los 750.000 empleos mensuales.”
Para estos autores, la “Gran Recesión” se recuperó en forma relativamente rápida, gracias a una respuesta importante tanto de las autoridades monetarias como las fiscales. La Reserva Federal y las administraciones en el área fiscal instrumentaron un conjunto multifacético de políticas que permitió evitar la profundización de la crisis e iniciar la recuperación, sin bien (como era de esperar) esta ha sido más débil que las recuperaciones precedidas por las recesiones tradicionales. En un ejercicio econométrico contra-factual, utilizando el modelo de Moody’s (un modelo analítico regularmente usado), probaron cuatro escenarios incluyendo uno con las políticas instrumentadas y otro sin ninguna de ellas, los otros dos con combinaciones distintas de políticas. En un escenario donde no hubiese existido ninguna política de estímulo, la caída del producto habría continuado hasta 2011, cercana al 12 por ciento, comparada con la caída fáctica de 4 por ciento. La caída del empleo hubiese sido del 16,5 por ciento, 16,6 millones de puestos de trabajos perdidos, versus el 10 por ciento factual. Si en algo fallaron los estímulos, posiblemente fue en su nivel relativamente reducido respecto a la profundidad de la crisis.
Hoy, buena parte de la controversia política en los EEUU está concentrada en la necesidad o no de medidas adicionales de estímulo, dado lo incierto de la recuperación. La mayoría de los economistas destacados se inclina por una combinación de estímulo adicional en el corto plazo, con medidas importantes de ajuste fiscal de mediano y largo plazo para reducir el nivel de la deuda. El estímulo adicional podría incrementar el producto, y por el efecto positivo que tendría sobre los ingresos fiscales, sería superior a una política de corto plazo concentrada solo en reducir el gasto fiscal. Una dificultad importante que encuentra esta prescripción es el elevado nivel de deuda pública (que limita la eficacia fiscal) y la renuencia de parte del espectro político a elevar impuestos (aunque sea para altos ingresos), bajo el criterio de que ello afectaría negativamente las empresas, el ahorro y la inversión.
Desde una perspectiva más global, las economías avanzadas requieren reformas importantes en la seguridad social, que tiendan a mejorar el crecimiento del producto (desde hace un tiempo por debajo de su trayectoria histórica) y de la productividad, con solvencia o sostenibilidad fiscal. Con una población que tiende a envejecer, la carga de la de seguridad social bajo los actuales arreglos es creciente y cada vez es más difícil financiar. Ello es una limitante para que el Estado pueda proveer las externalidades claves para la innovación y el desarrollo.
Renovación intelectual
En el campo intelectual la repercusión de las crisis ha sido positiva. Casi sin excepción, el mundo de la teoría económica ha manifestado la necesidad una de la una reflexión profunda y de renovación. Los paradigmas vigentes de mayor aceptación, los llamados Nuevos Clásicos y los Nuevos Keynesianos, parecen insuficientes para afrontar algunos grandes problemas de la economía global. Por ejemplo, buscar mecanismos para prevenir (o reducir) la posibilidad nuevas crisis financieras severas.
Agrupando en los Nuevos Clásicos nombres como Keyland y Prescott, Long y Plosser, del “Ciclo Real”, y antecesores como Lucas y Sargent; se podría hacer una síntesis de sus supuestos. Los mercados son competitivos y eficientes, con precios flexibles; y los agentes se comportan hacia el futuro siguiendo las “expectativas racionales”. En su mundo, los mercados siempre hacen lo mejor posible, dentro de las restricciones. Bajo el efecto de shocks exógenos (especialmente de productividad), la economía se comporta con fluctuaciones de auge o recesiones, dentro de un esquema global de crecimiento. La acción del estado, por ejemplo, para suavizar las recesiones, es innecesaria o negativa. Los economistas, desde los tiempos de Marx, han reconocido que la dinámica de la economía capitalista es una mezcla de crecimiento con fluctuaciones, y aún con crisis. Para los Nuevos Clásicos, no tiene sentido intervenir en esta dinámica. Ciertamente, por sus principios, parece una base intelectual poco propicia para el análisis de imperfecciones en el mercado financiero y la búsqueda de mecanismo para evitar crisis.
Los Nuevos Keynesianos constituyen el paradigma dominante, al menos los esquemas de políticas macroeconómicas que aplican las economías avanzadas tienen básicamente esta inspiración. En cierta manera, representa la introducción de fundamentos microeconómicos al esquema “keynesiano” (la llamada “síntesis”), considerando además un mercado de competencia monopolística para los bienes.
Un trabajo relativamente reciente de Blanchard et al (2010); Rethinking Macroeconomic Policy, señala insuficiencias del enfoque, al menos como ha sido aplicado. El enfoque tiende a priorizar el control de la inflación a un bajo nivel y coloca a los aspectos fiscales en un lugar secundario, bajo el criterio de que instrumentación de estas políticas en el corto plazo son difíciles y a plazos más largos, dependen del contexto político-social. Resumiendo, se pensaba que la política monetaria tenía un objetivo, la inflación, y un instrumento, la política sobre el tipo de interés de la autoridad monetaria. Si la inflación era estable y baja, la brecha entre el producto y el producto potencial sería reducida. Como indican Blanchard et al (respecto al modelo estándar de los Nuevos Keynesianos).
“En la versión estándar del modelo, la inflación constante es ciertamente la política óptima, cuya consecuencia en una brecha del producto igual a cero, y arrojaría el mejor resultado desde el punto de la actividad económica dadas las restricciones.”
La implementación de un inflation targeting consistente sería la prescripción adecuada. El mercado financiero se visualiza como un mercado donde bastan las regulaciones convencionales, implícitamente se asume su funcionamiento está desprovisto de serías imperfecciones. La aplicación de este paradigma prestó poca atención a problemas como los desequilibrios externos y desbalances de la economía global. Este ha sido un problema central de la economía de los EEUU (ha tenido por un período largo déficit gemelos, en cuenta corriente muy importantes y el área fiscal). Tampoco tuvo una preocupación importante por el largo plazo. Sin embargo, como mostraron Osbtfeld y Rogoff (2007); The Unsustainable US Current Deficit Revisited, o Caballero et al (2008); Financial Crash, Commodity Prices, and Global Imbalances, los desbalances externos y el problema de las imperfecciones del mercado financiero son cruciales.
Intelectualmente, el centro de la renovación parece focalizarse en la reformulación del mercado financiero; un área donde existe una corriente importante para incorporar la visión post-keynesiana (por ejemplo, la de Minsky) del mercado financiero. Según este enfoque, la incertidumbre sobre el futuro que determina la inversión, se amplifica a través de este mercado. Incorporar las imperfecciones del mercado financiero (que ha evolucionado hacia la complejidad) como parte importante de la renovación intelectual permitiría evaluar posibles regulaciones del mismo, orientadas a reducir la posibilidad de crisis severas. Así mismo, existen tendencias a integrar la teoría del crecimiento y del ciclo, por ejemplo el trabajo de Aghion et al (2007); Volatily and Growth, donde se incorporan las imperfecciones del mercado financiero.
Venezuela, deuda e interrogantes
La deuda pública venezolana está creciendo rápidamente, tanto la externa como la doméstica. Ello en un contexto donde existen altos precios del petróleo. Según la información oficial, el precio de la cesta de exportación se acerca a los 100 dólares el barril y las exportaciones petroleras en volumen estarían en 2,4 millones de barriles diarios. Las exportaciones petroleras en el primer semestre de 2011 habrían sido de 43.584 millones de dólares, 60 por ciento superiores a las de 2007. Dado este contexto, aparecen interrogantes.
¿Si el valor de las exportaciones petroleras es tan alto, cuales es la explicación del acelerado endeudamiento externo, que se coloca últimamente al 12 por ciento? La deuda externa pública en el primer semestre de 2011 llegó a 84.719 millones de dólares (BCV), un crecimiento de 149 por ciento respecto a 2007. La deuda interna también ha crecido aceleradamente y, de acuerdo a la tesis de los umbrales, la deuda pública estaría alrededor del umbral para las economías emergentes. La de balanza de pagos (BCV) muestra que el superávit de cuenta corriente que genera la exportación petrolera el sector público lo traslada al exterior como flujo de capitales, en el primer semestre del año por más de 21.000 millones de dólares. ¿Qué sentido tiene el acelerado endeudamiento si se tienen altos ingresos que se trasladan el exterior para colocarlos a tasas sensiblemente más bajas que las que se pagan por la deuda? Algunos suponen que las motivaciones serían políticas, recursos a ser utilizado en las elecciones, aunque ello perjudique en forma significativa el desempeño de la economía y comprometa el futuro. Quizá esa no sea la única explicación. Es muy posible que las exportaciones petroleras sean inferiores a las trasmite la información oficial. Después de todo, las discrepancias entre la información oficial y la de las agencias internacionales que siguen el mercado petrolero son altas y persistentes.
Quizá esa no sea la única explicación. ¿No será, además, que las exportaciones petroleras son menores que las que señalan las fuentes oficiales? Las discrepancias entre la información oficial venezolana y las de las agencias internacionales son elevadas.
[1] Reinhart, C.M. y Rogoff, K.S.; (2011), A Decade of Debt, NBER Working Paper, N° 16827.
[2] Blinder, A.S. y Zandi, M.; (2011), Stimulus Worked, Finance & Development, 2010.
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