Y MI PALABRA ES LA LEY...En Venezuela no hay ley que valga. Al Presidente se le antoja que hay unos bancos a cuyos dueños quiere dañar, pues se los toma sin que ninguna instancia intervenga salvo para cubrir de una tenue película de legalidad la decisión. Si considera que hay personas que tienen casas demasiado grandes los aterra y amenaza con quitárselas. "Ven a mí que tengo flor", como los jugadores de la baraja dura, cuando esperan en la bajadita a aquéllos cuyos cobres se va a embolsillar. La ley vigente en Venezuela tiene su asiento en el hígado del caudillo, cuyos humores determinan quién sí y no puede sobrevivir.
Tal es la realidad dura del país. ¡Ocúpese! ¡Exprópiese! ¡Demuélase! ¡Arruínese! ¡Encarcélese! ¡Apláudase! ¡Adórenme! Son las voces de mando que se escuchan en un país que perdió las referencias y donde el poder parece haber traspasado un umbral para su relevo, al menos su relevo pacífico, de acuerdo con la ley que yace en la morgue.
La Ruptura. La Constitución y las leyes sirven para que cada persona o institución sepa su lugar y se rija conforme a ellas; establecen un sistema judicial para que los conflictos se diriman pacíficamente. ¡Pamplinas! Esta estructura desapareció y la voluntad del régimen, en particular la presidencial, constituyen actos fundacionales de derecho. Si un empresario no saludó de buen modo al Presidente, si lo espiaron y descubrieron sus críticas al Gobierno o no quiso cumplir una instrucción de un exégeta del caudillo, irá al Coliseo a medirse con las bestias, despojado, humillado y al final exterminado. Si un dirigente popular protesta y organiza una manifestación para defender sus derechos, a peinillazo limpio, gaseado y escarnecido, sabrá que ha cometido crimen de leso bolivarianismo.
El desvanecimiento de toda norma es un elemento constitutivo de la realidad actual en la que sólo la voluntad oficial es capaz de estructurar las relaciones entre los agentes sociales. Si hoy el Presidente saluda de buen grado a un empresario, se respirará tranquilo en esa empresa por unos días, pero no sólo lo harán los dueños y directivos sino -sobre todo- los trabajadores. Ufff... Querrá decir que sobrevivieron a un Aló, Presidente o a alguna variante del Monólogo de la Ruina. Hasta el próximo domingo, o lunes, o martes, o sábado, día inesperado en el cual el caudillo sienta de nuevo la piquiña y vuelva a despepitarse contra el enemigo de esa mañana o de esa tarde.
Hay que decir que hay miles de venezolanos que no pierden oportunidad de oír a Chávez y se encuentran literalmente encadenados a él junto a las emisoras que transmiten sus soliloquios, porque de lo que diga depende muchas veces su presente, sus bienes, su futuro... El país se encuentra como rehén de las ocurrencias presidenciales y lo único que quieren los ciudadanos que tienen algún haber es que Chávez ni se acuerde de ellos, no vaya a ser que en el momento en que los nombre le venga una de esas rabias insomnes que lo torturan y confisque una propiedad o lance a la inopia a alguien que no le obediente.
La absoluta inutilidad de la ley frente a la voluntad oficial es un factor esencial para que se hayan roto las fronteras entre lo que es legal y lo ilegal, porque al final es legal lo que el Gobierno quiera. En ese marco, la ley pierde todo sentido y lo que queda es el ejercicio duro y puro del poder; no sólo del poder político sino de la fuerza desnuda. Este es uno de los factores que propicia -e impide combatir- el crimen; las fronteras se han borrado, todo vale si tienes agallas, audacia y hierros, lo demás es lírica en estado prístino.
LOS TRIBUNALES. Recurrir a los tribunales en casos que tengan algún ribete político es un mal chiste. Se hará lo que dicte el poder presidencial o lo que determinen quienes lo representen. Las víctimas tienen que recurrir allí no porque crean que algo va a pasar -a menos que el Gobierno así lo quiera-, sino para llenar el expediente y, si es el caso, superar un trámite obligado y luego recurrir a las instancias internacionales.
Ante esta situación de indefensión la pregunta que cabe es si no se ha pasado el umbral que permite la defensa con la ley. Hay un valor indudable y es el de presentar los expedientes ante terceros, también tiene otro aspecto que es el documentar las violaciones para cuando sea posible un juicio imparcial; pero la idea de la ley y la justicia como instrumentos de defensa de los derechos ciudadanos es de un candor republicano tan adorable como inútil.
EL CUENTA-CUENTOS. El arma más fabulosa que tiene Chávez es, sin embargo, otra de la cual la fuerza es complemento indispensable. Es la palabra. Pero, en otro sentido, diferente al que se atribuye con frecuencia. No es sólo que habla y que "es un gran comunicador" o alguna otra nadería parecida sino que es un reconstructor a tiempo completo de la historia, de las situaciones y de todo acontecimiento. No; no es que llueve; es que la degradación del ambiente generada por el capitalismo ha creado el desequilibrio climático del cual son víctimas los pobres. Tampoco es que el Gobierno ha sido ineficiente en construir casas; el problema real es que la cabilla, el cemento, los proyectos, son producidos para ganar dinero y no son regalados a los pobres que los necesitan. Menos aún es que los obreros protestan por sus reclamos contractuales sino que están mareados por la propaganda imperialista y burguesa que les impide darse cuenta que quien los defiende es quien los reprime desde el Gobierno.
Lo que Chávez ha logrado es tener una narrativa que le permite incluso esconder la fila de embustes con las cuales la adereza. Ese cuento sobre lo que Venezuela ha sido y es, sobre lo que es el pueblo y sus enemigos, reconstruye la historia en forma retorcida y, más aún, le permite a aquellos a quienes se dirige y con los cuales quiere aliarse, colgarse de un clavo en el relato.
¿CÓMO OPONERSE?. Oponerse a Chávez requiere enfrentarse en estos dos terrenos. Reconocer que no hay ley más que como expediente demostrativo pero no como marco de referencia y estructura de la sociedad. Esta realidad no quiere decir que todo vale para los disidentes sino que todo depende de la fuerza que se tenga. Fuerza en el sentido más material del término: fuerza política, fuerza militar, recursos financieros, aliados nacionales e internacionales y organización. El otro terreno ha sido dicho muchas veces, pero en forma equivocada; se afirma que la disidencia necesita un programa, un proyecto o un plan. Esos ingredientes pueden requerirse, sin embargo lo fundamental es un relato alternativo, una idea esperanzadora, alcayatas en las cuales colgar los sueños y esto, lamentablemente, no pasa por un liderazgo con ambiciones pero sin imaginación y ganas de tomar el poder.
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