Presidente, aquí entre nos, necesita botar a sus asesores o buscar otros. O tal vez no los tiene, lo cual es más grave. Usted ha tenido éxitos políticos, pero, desde hace algún tiempo, cosecha fracasos. No es que se equivoque, cosa que suele ocurrirle incluso a quienes, como usted, se consideran imprescindibles, sino que da la impresión de estar a merced de sus furias, como si los campos magnéticos se alteraron y el norte de su brújula sólo lo condujera al agujero negro que tiene a sus pies.
Sin Norte. Usted es un caso de librito. Si alguien se propusiera demostrar, en vivo y directo, la necesidad de los contrapesos institucionales, allí está su ejemplo para saber a dónde conduce la ausencia de aquéllos. Recuerde que, al comienzo, Luis Miquilena lo reconvenía en privado y José Vicente Rangel en público; existían más medios de comunicación independientes y los periodistas estaban acostumbrados a no medirse ante la eventual reacción del poder. Esos factores no le impidieron cometer disparates, pero operaba una cierta contención.
Se las arregló exitosamente para deshacerse de los factores de crítica. En un bolsillo tiene a la Asamblea, en otro a los supremos magistrados; con el meñique maneja al CNE, con un movimiento del codo derecho al Alto Mando, con un meneo de mandíbula a su partido, y con el tic que le sale cuando dice eh, eh, a Pdvsa. Ya no está Miquilena, que entonces cumplía el papel tranquilizante del litio; tampoco José Vicente que funcionó, por un rato, como el traductor de lo que usted quería decir. La disidencia chavista ha sido eliminada y queda usted solito sin una voz que lo modere, dejado al juego de sus humores y a su particular percepción de los acontecimientos.
Mire, a los presidentes les pasa que se cansan de recibir malas noticias y algunos colaboradores les agarran el tumbao, entonces no se las comunican y todo lo convierten en éxitos de embuste. La falsa crítica se transforma en una manera inteligente de adular, como, por ejemplo, cuando un funcionario le dice: "Presidente, yo creo que usted no comprende su extraordinario impacto mundial" o el otro que le indica "Comandante, a veces tengo mis dudas sobre si los venezolanos lo merecen". Es la perdición del poder.
El Maltrato. Observe las piruetas de sus colaboradores. Cuando usted expresa que la reforma constitucional debe ser para reelegir sólo al presidente, saltan los sospechosos habituales a exponer las teorías que así lo sustentan, trocados en constitucionalistas de primera. Y si algún disidente protesta, se lo comen vivo porque, ¿a quién se le ocurre esa tontería de que otros, distintos a usted, puedan reelegirse en forma vitalicia? A los pocos días Su Alteza Serenísima recibe un golpe de luna, le viene un resplandor de adentro, cambia de opinión y decide anunciarlo. Reúne a la manifestación más o menos portátil que lo acompaña ahora a los espacios (cerrados) en los cuales perora, y le anuncia que hay que reelegir a todos, por siempre. En ese momento, saltan aquellos que decían que era imposible la reelección, salvo para usted, con la misma caradura, a decir que era obvio, que cómo es posible que alguien pensara que sólo el jefe debía reelegirse, que lo natural era que gobernadores, alcaldes y diputados también lo hicieran.
Hasta aquí nada nuevo. Sin embargo, hay algo que parece despreciar. Se trata de la credibilidad. Ustedes la han perdido, no se les cree; se les ve demasiado el tramojo. Además, su cambio de posición significa que los que están pueden volver a postularse indefinidamente, pero, ¿acaso no advierte que lejos de suscitar simpatías en sus hinchas lo que le dice a los nuevos aspirantes es que no tendrán opción? Por cada gobernador o alcalde que quiera reelegirse hay 50 ó 100 candidatos a los cuales su propuesta les cierra el paso. Aquí, en confianza, no cree que alguien debería haberle hecho notar esta torta que ha puesto. Pero, cero preocupaciones: hoy mismo podría desdecirse y ya sabemos que sentir vergüenza, en sentido estricto, no es lo suyo.
La Resistencia vs la Oligarquía Roja, Roedora y Rica. Presidente: la idea de arruinar la gestión de las nuevas autoridades electas es muy mala. No digamos mala para el país que, a estas alturas, debe ser para usted una abstracción difícil de concebir, dada su personalidad planetaria, universal, incapaz de atender minucias locales. Es pésima para su régimen. Le apunto, mientras más sectario se presenta y más amplios los que se le oponen, su base se erosiona con más intensidad.
Se las arregló exitosamente para deshacerse de los factores de crítica. En un bolsillo tiene a la Asamblea, en otro a los supremos magistrados; con el meñique maneja al CNE, con un movimiento del codo derecho al Alto Mando, con un meneo de mandíbula a su partido, y con el tic que le sale cuando dice eh, eh, a Pdvsa. Ya no está Miquilena, que entonces cumplía el papel tranquilizante del litio; tampoco José Vicente que funcionó, por un rato, como el traductor de lo que usted quería decir. La disidencia chavista ha sido eliminada y queda usted solito sin una voz que lo modere, dejado al juego de sus humores y a su particular percepción de los acontecimientos.
Mire, a los presidentes les pasa que se cansan de recibir malas noticias y algunos colaboradores les agarran el tumbao, entonces no se las comunican y todo lo convierten en éxitos de embuste. La falsa crítica se transforma en una manera inteligente de adular, como, por ejemplo, cuando un funcionario le dice: "Presidente, yo creo que usted no comprende su extraordinario impacto mundial" o el otro que le indica "Comandante, a veces tengo mis dudas sobre si los venezolanos lo merecen". Es la perdición del poder.
El Maltrato. Observe las piruetas de sus colaboradores. Cuando usted expresa que la reforma constitucional debe ser para reelegir sólo al presidente, saltan los sospechosos habituales a exponer las teorías que así lo sustentan, trocados en constitucionalistas de primera. Y si algún disidente protesta, se lo comen vivo porque, ¿a quién se le ocurre esa tontería de que otros, distintos a usted, puedan reelegirse en forma vitalicia? A los pocos días Su Alteza Serenísima recibe un golpe de luna, le viene un resplandor de adentro, cambia de opinión y decide anunciarlo. Reúne a la manifestación más o menos portátil que lo acompaña ahora a los espacios (cerrados) en los cuales perora, y le anuncia que hay que reelegir a todos, por siempre. En ese momento, saltan aquellos que decían que era imposible la reelección, salvo para usted, con la misma caradura, a decir que era obvio, que cómo es posible que alguien pensara que sólo el jefe debía reelegirse, que lo natural era que gobernadores, alcaldes y diputados también lo hicieran.
Hasta aquí nada nuevo. Sin embargo, hay algo que parece despreciar. Se trata de la credibilidad. Ustedes la han perdido, no se les cree; se les ve demasiado el tramojo. Además, su cambio de posición significa que los que están pueden volver a postularse indefinidamente, pero, ¿acaso no advierte que lejos de suscitar simpatías en sus hinchas lo que le dice a los nuevos aspirantes es que no tendrán opción? Por cada gobernador o alcalde que quiera reelegirse hay 50 ó 100 candidatos a los cuales su propuesta les cierra el paso. Aquí, en confianza, no cree que alguien debería haberle hecho notar esta torta que ha puesto. Pero, cero preocupaciones: hoy mismo podría desdecirse y ya sabemos que sentir vergüenza, en sentido estricto, no es lo suyo.
La Resistencia vs la Oligarquía Roja, Roedora y Rica. Presidente: la idea de arruinar la gestión de las nuevas autoridades electas es muy mala. No digamos mala para el país que, a estas alturas, debe ser para usted una abstracción difícil de concebir, dada su personalidad planetaria, universal, incapaz de atender minucias locales. Es pésima para su régimen. Le apunto, mientras más sectario se presenta y más amplios los que se le oponen, su base se erosiona con más intensidad.
Usted y su gobierno han decidido que sólo una parte del país -la que les apoya- existe; lo demás está condenado a la condición de no-ciudadanía, de inexistencia institucional, de una nada que nada sobre el vacío creado por su régimen. Entretanto, los nuevos dirigentes provenientes de la disidencia, hechos los locos, le dicen a los chavistas que también caben; no les exigen camisas azules o amarillas y defienden su derecho a pensar como quieran sin que les cueste el trabajo. De sobra se sabe que el Gobierno está en el plan de hacer fracasar las nuevas gestiones, pero ¡fíjese!, hasta eso se le voltea; tanto los está cercando que un fracaso de ellos tiene en usted el culpable, pues les negó los recursos, les suprimió las competencias, los dejó inermes para enfrentar los desafíos que asumieron.
La descentralización le ha salido como un espanto en sus madrugadas insomnes. Allí se ha refugiado la resistencia institucional. Son unas fuerzas enormes que se despertaron y están despabiladas. Estaban latentes desde el siglo XIX y se expresaron de muchas formas, hasta que en 1989 adquirieron rostro institucional. Son las fuerzas de abajo y de adentro. Son las fuerzas que usted no podrá doblegar porque su propia gente está allí, salvo el pequeño grupo de las tres erres, la oligarquía Roja, Roedora y Rica que lo rodea.
Referendo. El país parece que asistirá a un referendo anticonstitucional por su contenido, e ilegal por los rascabucheos del CNE. Se ha puesto a la sociedad en un nuevo brete, en el cual usted también está. Si no ordena aplazar la consulta, la perderá como apuntan las corrientes de opinión. Si usted pierde, el gallinero se embochinchará y hasta Petróleo Crudo, el camarada de Las Adjuntas, se lanzará como candidato para sustituirlo. Si usted pierde y hacen trampa -como la otra vez, ¿se acuerda?-, se habrá puesto en marcha la maquinaria para su deposición. Si usted gana con los votos, decretará formalmente el apartheid para los no chavistas en el marco de una situación económica pavorosa en la que no le queda más remedio que adoptar un paquete neoliberal, aunque sea con tinte rosado. Ante esto, tal vez le tocaría reafirmar su parecido con Bolívar cuando en Bogotá, cansado de defecciones y derrotas, le dijo a su ayudante, José Palacio: "¡Vámonos& volando, que aquí no nos quiere nadie!"
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