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miércoles, 17 de septiembre de 2008

* LUIS LOAIZA RINCÓN ESCRIBIÓ: EL ENCUADRE GEOPOLÍTICO DE VENEZUELA CON RUSIA. CAYENDO EN BRAZOS DEL IMPERIO


* LUIS LOAIZA RINCÓN ESCRIBIÓ: EL ENCUADRE GEOPOLÍTICO DE VENEZUELA CON RUSIA. CAYENDO EN BRAZOS DEL IMPERIO
Domingo 14 de septiembre de 2008
Publicado por Espacio Plural Universitario

La creciente factura por compra de armas, el anuncio del establecimiento de bases rusas en Venezuela, el apoyo oficial brindado a Rusia en su conflicto con Georgia y la inminente visita oficial de una parte de la flota naval rusa a Venezuela, constituyen claros indicadores del encuadre geopolítico de Venezuela con una potencia de histórica vocación imperialista.
Si tuviéramos que caracterizar a Rusia utilizando un solo término, ese sería "expansionismo". Con ello, aunque reduciríamos las múltiples dimensiones culturales de una nación a una de sus expresiones, también estaríamos señalando uno de sus aspectos más importantes.

Durante siglos el imperio ruso se rehizo constantemente de forma tal que no deja de producir admiración la persistente voluntad histórica del liderazgo y del pueblo ruso por expandir sus posesiones territoriales e influencia. Hoy, al observar el mapa de Rusia y de la ex Unión Soviética y al contemplar la magnitud continental del espacio ocupado y las direcciones y modalidades de la expansión primigenia de Moscovia y de Kiev; sólo nos queda pensar en la epopeya de millones de hombres y mujeres que realizaron una verdadera hazaña.


Cabe señalar, no obstante, que los rusos, antes de ser amos, fueron siervos. Sus señores por más de dos siglos fueron los Tártaros y, aún, mucho después de la batalla de Kulikovo, tuvieron que pagar tributos para mantener intacta su identidad cultural y religiosa.

Cuando esta situación cambió, gracias al uso de mosquetes y cañones, el proceso de expansión resultó indetenible. La conversión rusa en uno de los imperios de la pólvora le permitió llevar sus fronteras hasta Astrakán en el sur y hasta Siberia en el este. Ya para el siglo XVIII la magnitud e importancia de Rusia la convertían en una potencia europea y su expansión continuó indetenible durante los siglos XIX y XX.

Aparte de la voluntad expansionista, Rusia se ha caracterizado también por enmarcar la convivencia y síntesis de lo distinto. En efecto, aunque la convivencia y la síntesis nuca fueron perfectas, es innegable que esa zona ha estado siempre marcada por la tensión que genera el contacto y asimilación de lo disímil. Por ejemplo, en el plano étnico (que es por cierto una de las claves más complejas para descifrar los problemas rusos actuales y futuros), godos, hunos, ávaros, kázaros, eslovacos, fineses y varegos o rusos no han sido sino partes de un continuo e inconcluso proceso.

Expansionismo y diversidad son, pues, dos de los datos más importantes de una compleja realidad que hoy se reconfigura para construir un imperio de nuevo tipo.

La desintegración de la URSS no sólo marcó la caída del imperio comunista, sino también la del imperio ruso, porque parte de los territorios pertenecientes a los estados recién independizados permanecieron bajo ininterrumpido dominio ruso desde los siglos XVII al XIX. Sin embargo, Rusia se declaró a sí misma heredera de los compromisos internacionales de la Unión Soviética y pasó a ocupar su lugar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Con la conformación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), formalizada a través del Tratado de Minsk, se selló definitivamente la desaparición de la URSS. Con la CEI Rusia, Ucrania y Bielorrusia sellaron una nueva en 1991. Posteriormente, se firmó un nuevo tratado para oficializar la adhesión de Azerbayán, Armenia, Moldavia, Turkmenistán, Uzbekistán, Kazajstán, Kirguizia y Tayikistán.


Es decir, todos los integrantes de la antigua unión, a excepción de las tres repúblicas bálticas y de Georgia, que siempre se mostró renuente a seguir bajo la égida rusa.

Desde entonces la CEI tuvo que lidiar con múltiples realidades y conflictos que generaron gran tensión entre sus miembros. Algunos de esos mismos asuntos constituyen hasta el presente un enorme desafió al poder ruso: El futuro de la Península de Crimea, los conflictos en la región moldava del Dniéster (habitada mayoritariamente por rusohablantes que proclamaron la república independiente del Transdniéster), la situación de Nagorno Karabaj (enclave armenio en Azerbayán) y la suerte de la región georgiana de Osetia del Sur (que proclamó su independencia de Georgia y desea unirse a la rusa Osetia del Norte).

Ahora bien, aunque Rusia reclame para sí un rol de liderazgo en la región, no tiene planteado volver al modelo soviético, un Estado con doce repúblicas; sino de sintonizar a su favor las políticas de 12 Estados independientes. El asunto es que siempre estará abierta la posibilidad de que la hegemonía rusa, dado su peso económico, geopolítico y militar, convierta a sus aliados en satélites dependientes. Que esto no sea así, es, en gran medida, responsabilidad de Occidente.
Pese a todo, cada vez se hace más evidente la voluntad de Rusia de controlar a las antiguas repúblicas soviéticas y para ello emplea una amplia gama de presiones y alicientes políticos, militares y económicos.

El rol protagónico que de hecho desempeña Rusia en la región se articula con una política exterior inspirada en la noción del interés nacional y ello implica también la defensa y protección de las minorías rusas en los Estados de la CEI.

Diversas valoraciones sobre la política exterior rusa coinciden en señalar que se está produciendo una reencarnación parcial del imperio ruso, o, en su defecto, la conformación de una esfera de influencia bien definida como mínimo, a lo largo y ancho del territorio de la ex URSS. Está claro que para los líderes rusos, cualquiera sea su orientación ideológica, no es fácil aceptar la pérdida de territorios que Moscú gobernó durante siglos. De allí la determinación de no perder influencia en su antiguo espacio.

En síntesis, el imperio ruso de nuevo se reensambla a sí mismo, pieza por pieza, buscando con ello reafirmar la clásica ambición imperial de los tiempos de los zares, la Gran Rusia, desde el Mar Báltico hasta Asia Central.

Mecanismos utilizados por Rusia para mantener su influencia.

Para asegurar sus intereses, como cualquier imperio que se precie, Rusia presiona a sus socios de distintas maneras. Aunque las diferencias regionales y la existencia de problemas muy específicos en cada una de las zonas bajo su influencia le impiden formular una política homogénea, es evidente el uso selectivo de mecanismos militares, políticos y económicos.

De carácter militar y estratégico.


A) El Papel de las Fuerzas Armadas. Aunque en el seno de las Fuerzas Armadas existan muchas facciones internas y algunas sean hasta de signo antidemocrático, el papel de éstas, como uno de los poderes organizados a escala central que sobrevivió a la URSS, sigue siendo muy importante. El ejército es un poderoso instrumento de influencia utilizado para proteger o impulsar intereses estratégicos de Moscú.


B) El potencial nuclear. El 80% de la industria atómica de la ex URSS se encuentra en Rusia.
De carácter social: Las minorías rusas. La política exterior rusa resalta la importancia de proteger la población de origen ruso esparcida por toda la geografía de la ex URSS. Fuera de la Federación Rusa viven aproximadamente unos 25 millones de rusos étnicos que conforman importantes minorías en Kazajistán, por ejemplo, así como en Estonia y Letonia. Existen focos de rusos étnicos en todos los demás estados sucesores. Este enorme contingente humano de rusos expatriados del territorio ruso, descendientes de la colonización de finales del siglo XIX -base del carácter multinacional de las repúblicas que integraban la desaparecida URSS- se han convertido en el "dilema serbio" de la dirección rusa: abstención o interferencia en la vida de los nuevos Estados con la excusa de proteger a las minorías eslavas.


De carácter económico:


La interdependencia. El caótico sistema económico de la extinta URSS se encargó de hacer plenamente dependientes entre sí a todos sus miembros. El origen de esta situación se remonta a la época de Brezhnev cuando, gracias a la planificación centralizada, se construyeron descomunales fábricas que concentraban en un solo lugar la fabricación de todas las necesidades de uno u otro artículo del país más grande del mundo.

Conclusiones.

Geopolítica y geoestratégicamente la prioridad rusa es controlar su propio ámbito de influencia. La relación con Venezuela no tiene importancia en ese esquema. Quien se sirve de Rusia, más bien, es la política exterior de Chávez al pretender utilizar a Rusia como burladero frente a los Estados Unidos.

La prioridad para Rusia es ejercer su hegemonía en un nuevo marco de poder. Reclama para sí un rol de liderazgo en la región amparada en su fortaleza relativa frente a sus vecinos. Queda ver por cuánto tiempo podrá seguir manteniendo esta posición y a qué costo. No obstante, con Putin o sin él, el peso de la historia seguirá influyendo en demasía. Chechenia y Osetia del Sur constituye los mejores ejemplos de esta vocación imperial.

Publicado por Espacio Plural Universitario

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