* JORGE CAJÍAS ESCRIBIO: “DE LAS RAZONES POR LAS CUALES CHÁVEZ NO HA CAÍDO Y LOS CICLOS DE DIEZ AÑOS”
Los ciclos de la Historia, por razones que aún permanecen ocultas para quienes tratan de determinar su leyes, si es que las hubiese, culminan e inician cada diez años aproximadamente. Basta con hacer algunos repasos a los últimos cien años de historia contemporánea para entender que la fuerza del cambio histórico son los pueblos, que producto de las contradicciones políticas, económicas, sociales en donde se desenvuelven los mismos, disparan la orden del cambio que se cumple en forma irrevertible hasta el final, a menos que fenómenos inhibidores desaceleren el proceso de cambio, o que incluso factores catalizantes lo empujen en forma sostenida hasta el final, haciendo que los ciclos se acorten, provocando los resultados que le son propios.
Y para corroborar nuestra afirmación aleguemos que estos ciclos históricos de diez años, vienen ocurriendo sin parar y se registran ante nuestras propias miradas, sin que entendamos las códigos con que se materializan estos cambios. Allí está el caso de los casi diez años que se tomaron los franceses en hacer su revolución (1789), la cual exterminaron sus propios protagonistas llevando a la guillotina a sus principales líderes, con la consecuente caída de la Revolución Francesa que dio paso al inefable Napoleón. Algo similar ocurrió con el alzamiento de San Petersburgo en 1905 contra los Zares de Rusia, que desembocó en un gobierno provisional probablemente más democrático que los gobiernos basados en principados y realezas, pero que al cabo de un poco más de diez años (1917) cayeron bajo las batientes fauces de masas empobrecidas y dirigidas por los que hasta entonces eran minorías: los Bolcheviques. De igual forma ocurrió con Hitler que asumiendo el poder de la Cancillería alemana en 1933, su trágico final se inscribió en abril de 1945 con la entrada de las fuerzas soviéticas en Berlín, luego de haber asesinado a más de seis millones de judíos. Dentro de la historia venezolana pudieran narrase varios episodios pero el más apropiado es el de la dictadura de Pérez Jiménez, cuya a duración en el tiempo fue casi exacta, de diez años.
Sin ánimos de probar nuestra teoría sino sencillamente anunciarla, vemos que casi hemos llegado a los diez años de Chávez y hasta ahora no se producido el cambio que impulse su salida, entre otras cosas porque los factores dirigentes que se le oponen han sido y continúan siendo incompetentes, lo cual significa que carecen de cualidades suficientes para dirigir y protagonizar el cambio. Basta ver sus resultados en cada momento de la lucha contra Chávez, para entender que los acontecimientos históricos que como pueblo hemos vivido estos diez años, donde hemos contado con una dirigencia que ha transportado sus fracasadas y frustrantes ideas en sillas de ruedas, convirtiendo en poderosos a quienes ni remotamente lo hubiesen sido sino tuviésemos como tenemos una dirigencia minusválida.
Otro elemento de ostensible consideración es creer y hacerle creer a los demás que Chávez es un demócrata y opera como tal, hecho incierto que queda expresado en las múltiples palizas informáticas que nos ha dado el CNE dirigido por el propio Chávez. En cada proceso electoral, con claras mayorías a nuestro favor, quienes dirigen el berenjenal contra Chávez nos han hecho creer que somos minoría y que hemos perdido en buena lid contra quien si es mayoría en el país: el chavismo.
Es decir que hemos sido derrotados según nuestros dirigentes -exceptuando claro está el referéndum del 2 de diciembre pasado, que para mí es la anestesia del carajazo que nos espera con las elecciones de noviembre- porque no solamente no sacamos los votos suficientes sino porque el proceso ha sido imparcial y objetivo, sin trampas, y Chávez ha ganado dentro de esa imparcialidad. Esta especie busca y ha sido reforzada con los resultados del 2D pasado, donde los dirigentes de la oposición regaron su agua bautismal sobre un CNE, que según ellos, los que nos dirigen, si ha cumplido su misión en forma no sesgada.
Y si perdemos todas las alcaldías y las gobernaciones, o por lo menos una mayoría sustancial, no habrá nadie que pueda decir, en correspondencia con lo arrojado por el CNE en diciembre pasado, que esos resultados son chimbos o algo por el estilo. Se ha prendido la llama de la falsa esperanza en medio de serias carencias y el tortazo que viene es de película. Y de verdad que la frustración será inmensa, a menos que nos preparemos para algo mejor. Y lo más triste es que quienes nos dirigen se están cayendo a palos literalmente hablando, por sus opciones candidaturales, como si en Venezuela no estuviesen ocurriendo cosas en extremo graves. Y la rebatiña electoral es de tal profundidad y desvergüenza que desde las ONG, que se suponen al servicio de ciudadanos y sin fines partidistas, se han lanzado candidatos “caras bonitas,” “bates quebrados,” a alcaldías y gobernaciones, postulándose como tales solamente por tener el merito del “rating” obtenido en los canales opositores de televisión.
Adicional a esto viene el factor de las Fuerzas Armadas que se auto aborta a cada instante y en forma inclemente ante las arremetidas de Chávez, haciendo declaraciones de plaza, pidiendo la baja, o excluyéndose de los mandos, o “piando tarde” como Raúl Baduel. Sí ha habido movimientos en las FA proclives al cambio, pero se han amputado así mismos por un sin fin de desaciertos internos que ha conllevado a sentir indignación cuando el Ministro de la Defensa los llama “burros”, pero que por lo pronto esa rabia no se ha manifestado en un factor que movilice y produzca el cambio deseado por el país entero.
Luego viene un asunto más polémico y es el de la población y los ciudadanos en general, que no logran percibir a Chávez como un problema real sino como un problema mental, consecuencia inmediata de la abundancia de dinero que corre literalmente por todas nuestras calles y avenidas, en cada instancia del vivir venezolano. El dinero, su abundancia, nos transformó en un país de cerca de 16 millones de habitantes que éramos en 1998 en un país de cerca de 27 millones, en donde nadie se reconoce frente a nadie. Las inmensas cantidades de masas humanas y carros que se mueven en las calles, avenidas, centro comerciales, principales ciudades, en los trabajos, en los servicios públicos, que abarrotan y enceguecen la perspectivas propias del ser venezolano, con una masa importante de “venezolanos” que ayer mismo obtuvieron su ciudadanía venezolana y que no tenían ni seis meses de residencia en nuestro país, masa que se calcula en cerca de 6 millones de personas, hacen que Venezuela sea dimensionalmente otra, distinta a la que conocimos.
Junto al lujo que se despliega en las calles representado por cientos de miles camionetas de suntuosidad innegable, cuyo valor asciende cada una hasta 250 millones de bolívares de los viejos, que crea una sensación de euforia colectiva y de felicidad totalmente falsa, resulta grosero y paradójico el contraste de miles de barrios viejos y nuevos que se extienden en forma epidémica por toda Venezuela, que prueban en forma contundente que se ha acentuado la pobreza y la miseria.
Se le suma a lo anterior el toque de queda y estado de sitio impuesto por el régimen al permitir y estimular con políticas ex profesas la inseguridad personal, que provoca la inmovilización de la gente durante el día y la noche, desarrollándose un sentimiento de salvación personal e individual por encima de la solidaridad propia entre seres humanos. “Calabaza, calabaza, cada quien para su casa”, es la consigna generalizada en aras de conservar la vida y no perderla por unos cuantos reales, con lo cual se internaliza un sentimiento individualista en cada venezolano que le permite a Chávez sobrevivir en medio del egoísmo a ultranza que se ha desarrollado hasta ahora.
Pero si alguien piensa que esta visión pretende darle un sentido pesimista a nuestro futuro como Nación, les digo que solo se ha cumplido con ser crítico con lo que ocurre, y a continuación anunciamos lo que viene: si bien es cierto que hasta los momentos se han mantenido separados los diversos factores que pueden y deben producir el cambio que se espera, es ahora, a partir de la culminación del ciclo diez años que se avecina, que las distintas fuerzas sociales, económicas y políticas que operan inexorablemente para el cambio, se empezaron a unir y producirán sus resultados -luego de las elecciones de noviembre de este año- convencidas que llegó la hora de entrar al nuevo ciclo histórico que de forma definitiva es mejor que todo lo hasta ahora hemos vivido. No hay razones para explicar el fin de este ciclo y el comienzo del nuevo.
Solo sé que la Historia ya se puso en marcha y esa marcha no se detendrá hasta que Venezuela quede libre para siempre del último de los caudillos heredado del Siglo XIX, que se despierta en Miraflores en medio de terribles pesadillas a la media noche, todas las noches, porque cree que ha llegado el momento “que vienen por mí”. ¡Sus sueños –o más bien sus pesadillas- se harán realidad!!!
jcajias@hotmail.com
Los ciclos de la Historia, por razones que aún permanecen ocultas para quienes tratan de determinar su leyes, si es que las hubiese, culminan e inician cada diez años aproximadamente. Basta con hacer algunos repasos a los últimos cien años de historia contemporánea para entender que la fuerza del cambio histórico son los pueblos, que producto de las contradicciones políticas, económicas, sociales en donde se desenvuelven los mismos, disparan la orden del cambio que se cumple en forma irrevertible hasta el final, a menos que fenómenos inhibidores desaceleren el proceso de cambio, o que incluso factores catalizantes lo empujen en forma sostenida hasta el final, haciendo que los ciclos se acorten, provocando los resultados que le son propios.
Y para corroborar nuestra afirmación aleguemos que estos ciclos históricos de diez años, vienen ocurriendo sin parar y se registran ante nuestras propias miradas, sin que entendamos las códigos con que se materializan estos cambios. Allí está el caso de los casi diez años que se tomaron los franceses en hacer su revolución (1789), la cual exterminaron sus propios protagonistas llevando a la guillotina a sus principales líderes, con la consecuente caída de la Revolución Francesa que dio paso al inefable Napoleón. Algo similar ocurrió con el alzamiento de San Petersburgo en 1905 contra los Zares de Rusia, que desembocó en un gobierno provisional probablemente más democrático que los gobiernos basados en principados y realezas, pero que al cabo de un poco más de diez años (1917) cayeron bajo las batientes fauces de masas empobrecidas y dirigidas por los que hasta entonces eran minorías: los Bolcheviques. De igual forma ocurrió con Hitler que asumiendo el poder de la Cancillería alemana en 1933, su trágico final se inscribió en abril de 1945 con la entrada de las fuerzas soviéticas en Berlín, luego de haber asesinado a más de seis millones de judíos. Dentro de la historia venezolana pudieran narrase varios episodios pero el más apropiado es el de la dictadura de Pérez Jiménez, cuya a duración en el tiempo fue casi exacta, de diez años.
Sin ánimos de probar nuestra teoría sino sencillamente anunciarla, vemos que casi hemos llegado a los diez años de Chávez y hasta ahora no se producido el cambio que impulse su salida, entre otras cosas porque los factores dirigentes que se le oponen han sido y continúan siendo incompetentes, lo cual significa que carecen de cualidades suficientes para dirigir y protagonizar el cambio. Basta ver sus resultados en cada momento de la lucha contra Chávez, para entender que los acontecimientos históricos que como pueblo hemos vivido estos diez años, donde hemos contado con una dirigencia que ha transportado sus fracasadas y frustrantes ideas en sillas de ruedas, convirtiendo en poderosos a quienes ni remotamente lo hubiesen sido sino tuviésemos como tenemos una dirigencia minusválida.
Otro elemento de ostensible consideración es creer y hacerle creer a los demás que Chávez es un demócrata y opera como tal, hecho incierto que queda expresado en las múltiples palizas informáticas que nos ha dado el CNE dirigido por el propio Chávez. En cada proceso electoral, con claras mayorías a nuestro favor, quienes dirigen el berenjenal contra Chávez nos han hecho creer que somos minoría y que hemos perdido en buena lid contra quien si es mayoría en el país: el chavismo.
Es decir que hemos sido derrotados según nuestros dirigentes -exceptuando claro está el referéndum del 2 de diciembre pasado, que para mí es la anestesia del carajazo que nos espera con las elecciones de noviembre- porque no solamente no sacamos los votos suficientes sino porque el proceso ha sido imparcial y objetivo, sin trampas, y Chávez ha ganado dentro de esa imparcialidad. Esta especie busca y ha sido reforzada con los resultados del 2D pasado, donde los dirigentes de la oposición regaron su agua bautismal sobre un CNE, que según ellos, los que nos dirigen, si ha cumplido su misión en forma no sesgada.
Y si perdemos todas las alcaldías y las gobernaciones, o por lo menos una mayoría sustancial, no habrá nadie que pueda decir, en correspondencia con lo arrojado por el CNE en diciembre pasado, que esos resultados son chimbos o algo por el estilo. Se ha prendido la llama de la falsa esperanza en medio de serias carencias y el tortazo que viene es de película. Y de verdad que la frustración será inmensa, a menos que nos preparemos para algo mejor. Y lo más triste es que quienes nos dirigen se están cayendo a palos literalmente hablando, por sus opciones candidaturales, como si en Venezuela no estuviesen ocurriendo cosas en extremo graves. Y la rebatiña electoral es de tal profundidad y desvergüenza que desde las ONG, que se suponen al servicio de ciudadanos y sin fines partidistas, se han lanzado candidatos “caras bonitas,” “bates quebrados,” a alcaldías y gobernaciones, postulándose como tales solamente por tener el merito del “rating” obtenido en los canales opositores de televisión.
Adicional a esto viene el factor de las Fuerzas Armadas que se auto aborta a cada instante y en forma inclemente ante las arremetidas de Chávez, haciendo declaraciones de plaza, pidiendo la baja, o excluyéndose de los mandos, o “piando tarde” como Raúl Baduel. Sí ha habido movimientos en las FA proclives al cambio, pero se han amputado así mismos por un sin fin de desaciertos internos que ha conllevado a sentir indignación cuando el Ministro de la Defensa los llama “burros”, pero que por lo pronto esa rabia no se ha manifestado en un factor que movilice y produzca el cambio deseado por el país entero.
Luego viene un asunto más polémico y es el de la población y los ciudadanos en general, que no logran percibir a Chávez como un problema real sino como un problema mental, consecuencia inmediata de la abundancia de dinero que corre literalmente por todas nuestras calles y avenidas, en cada instancia del vivir venezolano. El dinero, su abundancia, nos transformó en un país de cerca de 16 millones de habitantes que éramos en 1998 en un país de cerca de 27 millones, en donde nadie se reconoce frente a nadie. Las inmensas cantidades de masas humanas y carros que se mueven en las calles, avenidas, centro comerciales, principales ciudades, en los trabajos, en los servicios públicos, que abarrotan y enceguecen la perspectivas propias del ser venezolano, con una masa importante de “venezolanos” que ayer mismo obtuvieron su ciudadanía venezolana y que no tenían ni seis meses de residencia en nuestro país, masa que se calcula en cerca de 6 millones de personas, hacen que Venezuela sea dimensionalmente otra, distinta a la que conocimos.
Junto al lujo que se despliega en las calles representado por cientos de miles camionetas de suntuosidad innegable, cuyo valor asciende cada una hasta 250 millones de bolívares de los viejos, que crea una sensación de euforia colectiva y de felicidad totalmente falsa, resulta grosero y paradójico el contraste de miles de barrios viejos y nuevos que se extienden en forma epidémica por toda Venezuela, que prueban en forma contundente que se ha acentuado la pobreza y la miseria.
Se le suma a lo anterior el toque de queda y estado de sitio impuesto por el régimen al permitir y estimular con políticas ex profesas la inseguridad personal, que provoca la inmovilización de la gente durante el día y la noche, desarrollándose un sentimiento de salvación personal e individual por encima de la solidaridad propia entre seres humanos. “Calabaza, calabaza, cada quien para su casa”, es la consigna generalizada en aras de conservar la vida y no perderla por unos cuantos reales, con lo cual se internaliza un sentimiento individualista en cada venezolano que le permite a Chávez sobrevivir en medio del egoísmo a ultranza que se ha desarrollado hasta ahora.
Pero si alguien piensa que esta visión pretende darle un sentido pesimista a nuestro futuro como Nación, les digo que solo se ha cumplido con ser crítico con lo que ocurre, y a continuación anunciamos lo que viene: si bien es cierto que hasta los momentos se han mantenido separados los diversos factores que pueden y deben producir el cambio que se espera, es ahora, a partir de la culminación del ciclo diez años que se avecina, que las distintas fuerzas sociales, económicas y políticas que operan inexorablemente para el cambio, se empezaron a unir y producirán sus resultados -luego de las elecciones de noviembre de este año- convencidas que llegó la hora de entrar al nuevo ciclo histórico que de forma definitiva es mejor que todo lo hasta ahora hemos vivido. No hay razones para explicar el fin de este ciclo y el comienzo del nuevo.
Solo sé que la Historia ya se puso en marcha y esa marcha no se detendrá hasta que Venezuela quede libre para siempre del último de los caudillos heredado del Siglo XIX, que se despierta en Miraflores en medio de terribles pesadillas a la media noche, todas las noches, porque cree que ha llegado el momento “que vienen por mí”. ¡Sus sueños –o más bien sus pesadillas- se harán realidad!!!
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