*COLUMNA "A SANGRE FRÍA" DE RAFAEL POLEO PUBLICADA EL LUNES 19 DE NOVIEMBRE DE 2007 EN EL DIARIO EL NUEVO PAÍS.
*** Con su proposición de convertir a la OPEP en un arma política, Chávez ha inventado la bomba capaz de tumbar cualquier gobierno, comenzando por el suyo.
Con toda seriedad se puede plantear la tesis de que la proposición de Chávez en la OPEP –convertirla en un instrumento político- significa para la civilización occidental una amenaza más peligrosa que la bomba atómica en manos de un gobierno fundamentalista y violento como el de Irán. Unidas las dos armas –Irán nuclear y Venezuela petrolera- ya pueden empezar a correr no todos los grandes poderes del planeta, sino cuanto bicho con uña habite sobre él.
El objetivo de esta proposición ha sido expuesto por el Presidente de Venezuela con una desconcertante claridad. Según el caudillo, de lo que se trata es de utilizar el petróleo como barreno para minar la economía mundial hasta provocar un cataclismo financiero, en la suposición de que ésta debacle afectará especialmente a los Estados Unidos, nación que "cuesta abajo en su rodada" ya no sería una potencia de primera línea.
El mecanismo de esta crisis mundial provocada por la manipulación de los precios y el suministro de energía no sería de funcionamiento automático. No es que los países productores de petróleo declaran la guerra al imperialismo yanqui, atacan con el arma petrolera y al día siguiente Estados Unidos se hunde en el mar. Serían un par de años durante los cuales el mundo viviría en confusión y terror, desempleo y desabastecimiento, hambre y epidemias, caos y mortandad. Sobre el desierto lapidario que quedaría de todo eso, dos redentores, Chávez y Ahmadineyad, escarbarían entre las ruinas para escoger lo que les parezca conveniente a la construcción de un nuevo mundo, regido acaso por el socialismo del Siglo XXI.
Todo esto parece absurdo, o lo es. En todo caso, es lo que Chávez ha dibujado –desmiéntanlo ellos si no, y digan en qué exagero. Por supuesto, Arabia Saudita, sin la cual no hay OPEP, mandó muy largo al socio desorbitado. Es que, entre tantas cosas que un gobernante debe saber pero Chávez ignora, lo de la globalización de la economía es un hecho real. Los demás países petroleros tiene gobiernos serios, que no malbaratan ni regalan su dinero, sino que lo tienen invertido en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos. Sin necesidad de llegar al fin de la civilización que Chávez propone, los intereses no sólo árabes, sino de todos los países poderosos, se verían descalabrados si la idea del venezolano coge vuelo. Ni siquiera a Europa, a quien Chávez en su cruel ingenuidad pretende halagar con un colapso americano, tiene interés en el debilitamiento del dólar -o sea, del poder adquisitivo americano-, porque el empleo europeo, su nivel de vida, depende de la capacidad de compra de ese mercado inmenso. Lo mismo le pasa a China y a la India. Los rusos... No sé... Son tan distintos...
Chávez debe estar eufórico con estos escándalos. No debería. En cada uno de ellos lo que hace es acrecentar el número de naciones e intereses para los cuales se va volviendo indispensable sacarlo del poder. Esto le convierte en el gobernante menos estable del planeta
*** Con su proposición de convertir a la OPEP en un arma política, Chávez ha inventado la bomba capaz de tumbar cualquier gobierno, comenzando por el suyo.
Con toda seriedad se puede plantear la tesis de que la proposición de Chávez en la OPEP –convertirla en un instrumento político- significa para la civilización occidental una amenaza más peligrosa que la bomba atómica en manos de un gobierno fundamentalista y violento como el de Irán. Unidas las dos armas –Irán nuclear y Venezuela petrolera- ya pueden empezar a correr no todos los grandes poderes del planeta, sino cuanto bicho con uña habite sobre él.
El objetivo de esta proposición ha sido expuesto por el Presidente de Venezuela con una desconcertante claridad. Según el caudillo, de lo que se trata es de utilizar el petróleo como barreno para minar la economía mundial hasta provocar un cataclismo financiero, en la suposición de que ésta debacle afectará especialmente a los Estados Unidos, nación que "cuesta abajo en su rodada" ya no sería una potencia de primera línea.
El mecanismo de esta crisis mundial provocada por la manipulación de los precios y el suministro de energía no sería de funcionamiento automático. No es que los países productores de petróleo declaran la guerra al imperialismo yanqui, atacan con el arma petrolera y al día siguiente Estados Unidos se hunde en el mar. Serían un par de años durante los cuales el mundo viviría en confusión y terror, desempleo y desabastecimiento, hambre y epidemias, caos y mortandad. Sobre el desierto lapidario que quedaría de todo eso, dos redentores, Chávez y Ahmadineyad, escarbarían entre las ruinas para escoger lo que les parezca conveniente a la construcción de un nuevo mundo, regido acaso por el socialismo del Siglo XXI.
Todo esto parece absurdo, o lo es. En todo caso, es lo que Chávez ha dibujado –desmiéntanlo ellos si no, y digan en qué exagero. Por supuesto, Arabia Saudita, sin la cual no hay OPEP, mandó muy largo al socio desorbitado. Es que, entre tantas cosas que un gobernante debe saber pero Chávez ignora, lo de la globalización de la economía es un hecho real. Los demás países petroleros tiene gobiernos serios, que no malbaratan ni regalan su dinero, sino que lo tienen invertido en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos. Sin necesidad de llegar al fin de la civilización que Chávez propone, los intereses no sólo árabes, sino de todos los países poderosos, se verían descalabrados si la idea del venezolano coge vuelo. Ni siquiera a Europa, a quien Chávez en su cruel ingenuidad pretende halagar con un colapso americano, tiene interés en el debilitamiento del dólar -o sea, del poder adquisitivo americano-, porque el empleo europeo, su nivel de vida, depende de la capacidad de compra de ese mercado inmenso. Lo mismo le pasa a China y a la India. Los rusos... No sé... Son tan distintos...
Chávez debe estar eufórico con estos escándalos. No debería. En cada uno de ellos lo que hace es acrecentar el número de naciones e intereses para los cuales se va volviendo indispensable sacarlo del poder. Esto le convierte en el gobernante menos estable del planeta
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