BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
Mostrando entradas con la etiqueta VORACIDAD. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta VORACIDAD. Mostrar todas las entradas

jueves, 16 de enero de 2014

ALBERTO MEDINA MÉNDEZ LA VORACIDAD COMO COMÚN DENOMINADOR. DESDE ARGENTINA

La creatividad de los recaudadores no descansa en el arte de buscar novedosas variantes, innovadores impuestos y curiosos ardides para embolsar una mayor porción del fruto del esfuerzo de todos.

No es un fenómeno solo local. A estas alturas ya es una epidemia mundial. Es que los poderosos, los políticos de turno, la corporación de partidos gobernantes, esos que rotan, pero que forman parte de lo mismo, ya han convencido a demasiados ciudadanos sobre la necesidad de que el Estado se ocupe de muchas funciones y cada tanto de otras nuevas. Esas múltiples tareas son las que justifican la existencia de un Estado grande y por lo tanto al que hay que alimentar de modo permanente con mucho dinero.

Nadie repara en que el Estado ya demostró su inoperancia crónica, ineficiencia serial y corrupción estructural. Pese a las innumerables evidencias, una importante cantidad de personas cree que el Estado dispone de soluciones, sin comprender que el problema ES el Estado.

Bajo esa dinámica, los políticos, sin importar el territorio, la jurisdicción o el color partidario, solo se concentran en RECAUDAR, poniendo todo el empeño necesario, las energías y la imaginación al servicio de la voracidad.

Solo les preocupa reunir recursos para poder disponer de más. Nadie se detiene en explorar minuciosamente por donde se diluyen recursos, aunque resulte obvia la dilapidación de dineros públicos, lo que cualquier contribuyente verifica en el notorio comportamiento de los funcionarios.

Podrían poner especial énfasis en eliminar la corrupción o al menos mitigarla, en disminuir costos operativos e instaurar una administración austera como regla. Eso no importa demasiado, lo relevante es recaudar.

Hoy existe una vigorosa ingeniería dedicada a la creación de nuevos impuestos, tasas, tarifas, tributos, lo que sea que posibilite reunir una creciente cantidad de dinero que provenga de esos ciudadanos que deberán trabajar horas adicionales para generar menos para sí mismos, mientras el Estado se llevará una tajada cada vez más grande, sin modificar su ineficiencia habitual, vergonzosa burocracia e indisimulable falta de pudor al momento de responder con responsabilidad por sus propios disparates.

Es un círculo vicioso difícil de interrumpir. A los gobernantes no les interesa que el Estado sea eficiente. Intentarlo significaría un esfuerzo desproporcionado en eso de ajustar incómodos resortes. Eso traería consigo un elevado costo político que no están dispuestos a enfrentar. Reducir la planta de personal estatal, ser cautos en el esquema salarial lineal en el que prima la antigüedad y no los méritos como valor o implementar mediciones de resultados de satisfacción ciudadana, son cuestiones que solo implican conflictos gremiales, con la corporación de empleados convirtiéndose entonces un sacrificio que no vale la pena transitar.

Es más fácil aumentar la presión impositiva y esquilmar a los trabajadores del sector privado, a los emprendedores y, en general, a los individuos que pagan impuestos todo el tiempo, obligándolos a acomodarse a su nueva realidad para hacer frente al renovado embate de los saqueadores.

Es importante comprender que esta postura no es la del gobierno de turno, ni la de un color partidario determinado. No es ya el producto del gesto miserable de los que están. Se trata de la característica universal, de los de ahora, pero también de los que estuvieron y los que estarán; de los que son oficialismo y además de esos opositores que sueñan con gobernar. Ellos son depredadores insaciables. Saben que su caja cotidiana depende de lo que consigan quitarles a los demás y de su dedicado esmero en ello.

Para poder validar moralmente su pérfida y cuestionable conducta, han puesto mucha perseverancia en instalar la idea de que el que no tributa impuestos es un ciudadano indecente. Preocupa que hayan conseguido que el despojado, el empobrecido, el que tiene que trabajar durante varios meses del año para financiar la irresponsable fiesta de los insensatos de siempre, se sienta un delincuente cada vez que consigue sortear el ataque.

Han instalado la culpa en los ciudadanos, cuando los responsables del desmadre son los que han construido el monstruo estatal, ese defectuoso engendro que resuelve casi nada a un costo elevadísimo mientras sus operadores disfrutan de los beneficios y privilegios de ser parte del poder.

Interrumpir este abuso cotidiano depende de muchos factores. El primero de ellos es entender realmente lo que ocurre, comprender los mecanismos, para luego identificar a los "malos de la película", sin caer en la perversa trampa de asumir pecados imaginarios. Son los funcionarios estatales, los que se postulan para serlo, los que aceptan ser convocados sin que nadie los obligue a ello, los que en realidad deberían revisar sus actitudes.

Su obscena posición ya es indisimulable. Son ellos los que malgastan, los que derrochan recursos estatales. Es en ese Estado ineficiente donde reside la corrupción, que se hace cada vez más burda. Ocurre porque algunos se aprovechan mientras otros se hacen los distraídos por comodidad o cobardía, siendo funcionales a lo incorrecto y convirtiéndose en participes necesarios de delitos evidentes que merecen ser denunciados y reprobados.

A no engañarse, en este juego no hay oficialistas y opositores, no existe tal cosa como los que gobernaron antes y los que lo hacen ahora, solo se trata de la voracidad como denominador común.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com
@amedinamendez

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

sábado, 4 de enero de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, VORACIDAD EN EL REINO DE LOS BILLETES

“...debemos considerar si hay sólo una forma de gobierno o muchas, y si son muchas, qué son, cuántas son, y cuáles son las diferencias entre ellas.” Aristóteles

En las ciencias políticas ya es una especie de ley tácita que cualquier gobierno se hunde en la ineficiencia cuando se centra en la satisfacción de electorados diferentes, cuyos valores y exigencias son distintos, ya que se pretende arropar a todos con clichés únicos.

Esta presión es la que ha llevado al castromadurismo a reiterar su ramillete de promesas, generalmente beneficiando a un grupo a expensas de otros. Mientras tales favoritismos ilógicos suceden, no hay capacidad para la prioridad que es mantener el orden, y se genera la inseguridad monumental que hoy nos rodea, donde los ciudadanos no duermen tranquilos y andan por las calles aterrorizados, en guardia ante la desesperación de ataques desaforados.

El castrocomunismo no abandona o descarta sus errores, los consolida y repite, los sigue manteniendo, los incrementa, los expande, los vuelve ilimitados, botando el dinero estúpidamente. 

Al asumirlo todo, todo se gangrena; y sigue creyendo que todo se compra con dinero. También hemos comprendido los venezolanos que el gasto descocado del gobierno ha empeorado las cosas. Y las ha empeorado en su incapacidad para proteger a los pobres y oprimidos, que es lo más triste. Como el fanatismo hace presa de la ignorancia, el castrmadurismo no atiende a las zonas de pobreza suministrando empleos, alcantarillados, agua potable, transporte, escuelas, para así mantener viva la esperanza de una vida decente. Lo que ahí hay en cuanto a estas materias es lo que se hizo antes, con algunos pequeños detalles nuevos que tampoco han incrementado este fin.

Con verborradia y slogans no se modifican las condiciones sociales de los pobres. En esto, el fracaso del castrocomunismo ha sido uniformemente desalentador; de hecho, ha superado todos los fracasos de gobiernos anteriores.

En peores condiciones ahora, lo que ya eran condiciones de existencia escasa se han transformado en habitaciones del crimen, dominadas por el miedo, vándalos, suciedad. Los pobres se han vuelto más pobres, más desaventajados para valerse por sí mismos, ya que hasta los pocos favorecidos “con carnet” y subsidios personales asumen una dependencia que los paraliza y los deja sin energías para la lucha. A pesar del chorro de dólares petroleros y la succión exacerbada por vía de los impuestos, no hay redistribución idónea del ingreso ni se fomenta la justicia y la igualdad económica.

El propósito original de los impuestos, que era favorecer a los pobres con los aportes de los ricos, está sirviendo en el fascismo castromadurista para el traspaso de los recursos ecomómicos hacia nuevos ricos; es una redistribución que no está determinada por la productividad. Porque otra verdad comprobada hoy es que más productividad genera menos desigualdad. El igualitarismo del castromadurismo trabaja por una nomenclatura ínfima que se reserva toda clase de privilegios, dándose a sí misma el nivel de vida e ingresos de los muy ricos. De ahí la inflación que expropia a la clase media y destruye la productividad. Los impuestos que pagamos los venezolanos generan todo tipo de efectos catastróficos, sociales y económicos.

El castromadurismo, en su afán de succionar ilimitadamente a los venezolanos para aumentar sus rentas, desvía el flujo de ingresos de los gastos productivos hacia el gasto público improductivo, perjudicando gravemente a la economía. El aumento de las rentas del fisco deprime y produce la llamada “estanflación”, porque el gasto público del castrocomunismo fascista es una amenaza, una piratería fiscalista que va abriendo las puertas para una rebelión tributaria, una provocación para que la gente no trabaje y haga trampas, en retribución a las trampas que hace el gobierno. La “economía roja” se hace una “economía gris”, monumentalmente peor que la del capitalismo.

La succión permanente y creciente, conjuntamente con la pésima distribución de los recursos, están minando la cohesión moral de la sociedad y produciendo un veneno político, el cinismo de la verdad única, la incitación a la dependencia absoluta del gobierno, esa “cubazuela” de la bancarrota donde los bienes de abajo sólo sirven para el lujo y los muy bien provistos privilegiados de arriba, que invierten la pirámide de la lengua para afuera, siendo tan sólo dignos del aplastamiento que los espera.

La amenaza de un gobierno que no admite límites en sus actividades desnaturalizadas es evidencia de su incapacidad para generar cualquier tipo de cambio social. La vorágine en los billetes es más que un síntoma, es una rapiña que justifica la incredulidad que generan sus promesas reencauchadas.

Ya los “estados gastadores” son una fea verruga de inconsciencia, ya que sus presupuestos y decisiones pasan por encima de los recursos disponibles para la idoneidad social y sólo obedecen a los deseos infinitos de apropiación lujuriosa, donde la voracidad sólo alcanza para pavonearse y regodearse –sólo ellos- en la titilante alfombra roja que tampoco fue de su hechura.

Alberto Rodriguez Barrera
albrobar@gmail.com

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

martes, 20 de agosto de 2013

ENRIQUE MELENDEZ, LA SALUD COMO NEGOCIO

         Eso de las partes, con relación al todo es muy del pensador Spinoza, a quien se considera uno de los precursores de la dialéctica moderna; por aquello que él decía que había una sola sustancia, y que esa sola sustancia tenía unos atributos, que eran los seres que conformaban la naturaleza. “Para muestra –se dice, normalmente-, un botón”. He allí una expresión dialéctica, para señalar un caso particular que define al todo; cuando entonces se considera que el estado de las cárceles habla de la condición del gobierno de un país.

         A ese respecto, en esta última expresión pudiéramos cambiar el sujeto, y, en lugar de decir cárceles, diríamos, hospitales, y el sentido sigue siendo el mismo en este caso en Venezuela. Yo no diría que el estado de las cárceles en la época de la partidocracia era impecable; pero, al menos, el reo no poseía armas o si las poseía, no tenían esa potencia, que las armas que pululan en esos presidios, sin el concurso de la autoridad, y que llegan hasta la granada. ¿Cómo vienen a parar esas armas a esos recintos? Por una complicidad, la política del rebusque, y que cundió en toda la institucionalidad del país.

        
Pero en los hospitales es donde más se ve ese espíritu de voracidad, que caracteriza nuestro espíritu picaresco; un ambiente donde todo lo que esté mal parado desaparece. Me contaba un médico que, normalmente, cuando entran unas tres mil sábanas, como parte de la lencería que recibe determinado hospital, al mes sólo quedan 1 mil 500, y así sucesivamente, con la furia del espíritu caribeño todo desaparece, y en esto, quizás, puede fallar la administración de estos centros de salud, en el sentido de que hasta ahora no han logrado sembrar un código moral en el medio laboral, que se desempeña en ese sector, a propósito del tema de la salud pública.

         ¿Cómo orientar esos niveles de barbarie en ese personal, que le roba los insumos a la gente de la cocina, y así a la hora de servir la comida todo tiene que ser recortado? 

Pero es aquí donde uno se da cuenta de que no hemos tomado conciencia de nuestro ser social. Porque es verdad, como se ha hecho ver, en lo que atañe a los comentarios que se han vertido hasta ahora en medio de lo que pudiéramos calificar como crisis de la salud, que antes llegaban a las direcciones de los hospitales gente con alguna preparación, en lo que se refiere a las tareas de administración de los mismos; cuando ahora, según se reporta, estos cargos han venido a ser ocupados por gente que no tiene nada que ver con la materia; lo que se conoce hoy en día como los enchufados, catapultados por el sorteo del clientelismo político; no obstante, se pecó de omisión, en ese sentido, esto es, en hacerle ver al medio laboral de nuestra red hospitalaria que hay un asunto muy grave, que es la salud pública, y que todo lo que tenga que ver con insumos, destinados para los enfermos tiene que considerarse sagrado, justo, para evitar esa situación tan precaria, como se observa hoy en día, y en la cual cada paciente de un hospital a la hora de su tratamiento tiene que llevar hasta el algodón.

         En su famoso libro de la Historia de la Locura, Michel Foucault se pasea por lo que fue la historia hospitalaria de la Edad Media europea; con oleadas de situaciones que iban desde la desocupación de los centros de salud, a raíz del control de una enfermedad, hasta el vuelto llenar con la aparición de un nuevo mal, y que ha supuesto una epidemia. ¿Por qué hoy en día un paciente en estado de gravedad muere en ese proceso, que se ha dado en llamar de “ruleteo”, y el que consiste en ir de hospital en hospital en busca de una asistencia, muchas veces frustrada? 

En efecto, esto es síntoma de una gran insuficiencia del servicio; pero no como consecuencia de una epidemia, que ha llevado a media población a ser hospitalizada, sino como consecuencia del ambiente de choreo, del cual venimos hablando que impera en estos centros de salud. Hay gente que ocupa una cama desde hace tres meses, a la espera de una operación, y no se ha podido llevar a cabo, porque determinado equipo que se requiere para la misma se dañó, y no hay presupuesto para mandarlo a reparar, y esto derivado del hecho de que el equipo que se compró es chimbo, para no decir chino, ya que al proveedor se le obligó a pagar una comisión de 30%, por lo que se redujo la ganancia en el negocio, y así tuvo que bajar en cuanto a la calidad del producto que le iba a meter al hospital; de modo que por aquí comienza a cojear nuestro espíritu republicano, en el sentido de que hasta con la salud pública jugamos, y con tal y estimular a nuestra sed de codicia.

         Esa complicidad en el choreo hospitalario viene porque la Contraloría también participa de la red; de modo que estamos ante una corrupción triangulada; porque, ¿cómo se pudiera entonces meter un equipo chimbo por uno de primera calidad, si no fuera por la firma del funcionario dedicado a la control del mismo?

         Así hay una pérdida de los bienes nacionales; aparte del deterioro de la planta física de los hospitales; por desidia, sobre todo, porque esta gente es muy abandonada: equipos dañados, que reposan en los cementerios de cachivaches, a los que no se les consiguen repuestos, bien porque están descontinuados o bien porque no hay dólares para traerlos. He allí por donde comienza y por donde termina el drama de toda Venezuela; para volver a aquello de la dialéctica de que una parte define al todo, signando ese todo la filosofía del rebusque; que en lenguaje coloquial nuestro se define como raspar la olla; lo que le da un carácter aberrante al funcionamiento de las instituciones; es decir, aquí no está planteada ni una misión ni una visión de la empresa, sino que lo que se piensa es en el lucro, y he allí el por qué uno se explica la indiferencia con la que el burócrata de este gobierna toma la circunstancia de la muerte de una persona ruleteada.

                                         melendezo.enrique@yahoo.com

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,