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lunes, 29 de septiembre de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, RETÓRICA BAJO ENCIERRO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Gobernar sin el talento suficiente que otorga la razón de palabras bien deliberadas y justificadas en el momento exacto, es caer en la tentación de imponer decisiones sin la mesura y conocimiento que las realidades permiten.

RETÓRICA BAJO ENCIERRO

La retórica no es cualquier cosa. Es la disciplina que se dedica a la construcción de discursos. Pero no de discursos banales, ni tampoco fútiles. Menos, de discursos “adjetivos” o dirigidos a “incendiar” situaciones ya colapsadas. La retórica eleva la condición de la palabra por encima de las coyunturas. De ahí, su utilidad como instrumento de la política. Sólo que su empleo devino en grosera manipulación. 

Y por otra parte, ha resulta ser un recurso de compulsión, chantaje o de coerción de la realidad toda vez que no existe una única verdad y con el lenguaje se pueden expresar cuestiones creíbles o posibles. Por esta razón, la política entendida como “el arte de engañar a los hombres” según D´Àlembert, filósofo francés, ha servido como ruta de excepción para inocular consideraciones amañadas con el infame propósito de pisotear la moral y la ética pública.

La historia política contemporánea, es fiel testigo de cómo muchos gobernantes y dirigentes políticos se han aprovechado del discurso para apuntar y disparar en dirección contraria. Es decir, lejos de valerse de la elocuencia para apostar a concreciones que resulten favorables a la calidad de vida política, social y económica de una población, se aprovechan de la palabra para desmontar esfuerzos que han costado inmensos sacrificios. Ejemplo de tan irascible proceder, es el resultado de doctrinas políticas cuyo único propósito ha sido la exfoliación del más débil. Razón por la cual el mundo se ha visto asediado de una devastadora pobreza. Ya decía Winston Churchill que “el vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes. Mientras que la virtud inherente al socialismo, es el equitativo reparto de miseria”.

Aunque la retórica, desde sus orígenes griegos y de su vinculación con la literatura y la política romana, ha sido considerada como el canal sobre el cual se hace posible acentuar la significación de la vida, a través de la palabra debidamente manejada, en la actualidad se ha visto fustigada. Sobre todo, cuando la palabra se extravía entre los recovecos  donde se esconde el odio, la venganza y el despotismo como criterios empleados para gobernar una nación. Por eso decía Horacio que “la palabra dicha no puede volverse atrás”. Y mucho menos es entonces lo que sucede con la palabra escrita, pues transcrita queda.

Sólo buscando las palabras, se halla el camino que lleva al pensamiento. Y cuando así ocurre, se hace posible liberar actitudes indignas de lo que sus efectos encadenan al no poseerse la fuerza espiritual e intelectual necesaria para hacer que su vuelo alcance el espacio que la conciencia y la virtud puedan imaginar. De ahí que pretender gobernar sin el talento suficiente que otorga la razón de palabras bien deliberadas y justificadas en el momento exacto, es caer en la tentación de imponer decisiones sin la mesura y conocimiento que las realidades permiten. Es cuando surge la trivialidad por la cual se adopta un estilo dictatorial de gobierno. Surge ahí el peligro de vivir dominado por quienes nunca piensan más allá de lo que dicen, pues nunca ven más allá de lo que piensan. Porque tampoco entienden algo más de lo que por mera malicia conocen.

La oportunidad de opinar ante los representantes de los países que integran la orbe geopolítica reunida en la Organización de Naciones Unidas, ONU, fue desaprovechada este martes por el presidente venezolano. Aunque también, su presencia no generó interés alguno de ser   escuchado por lo que habló ante un auditorio casi desocupado. Ello obedeció a lo repulsivo de su verbosidad , además desarticulada en sintaxis y hermeneútica al contexto político–institucional del momento. Aunque indudablemente, fue también por causa de equivocaciones conceptuales que a menudo manifiesta sin que por ello se excuse o corrija mediante argumentos consistentes y decentes. No ha querido comprender lo asentido por Robert Burton, erudito inglés, de que “una palabra hiere más profundamente que una espada”. Quizás porque no sabe que las palabras son como briznas de vida que, al ser arrastradas por el viento, pueden germinar según la tierra que las acoja. Así puede decirse que la oportunidad del presidente venezolano de dirigirse al mundo político, cayó en “saco roto”. Ello dejó ver que su discurso fue la patética expresión de una retórica bajo encierro.

VENTANA DE PAPEL

DECIDIDO MANIFIESTO

A decir por lo que ha corrido por las redes sociales, un grupo importante de estudiantes universitarios, representativos de las Casas de Estudios Superiores repartidas a lo largo y ancho del país, han declarado desde Valencia su inapelable decisión de “derrotar a Maduro y a los Castros”.

En principio, expresan que su lucha es sin temor y sin miedo ya que “no nos vamos a rendir –ni aún con la muerte misma- porque estamos dispuestos a dar nuestras vidas”. Este manifiesto revive el aguerrido espíritu estudiantil de Noviembre de 1957 cuando estudiantes de las principales universidades nacionales, tomaron la determinación de salir a las calles a exteriorizar su rechazo contra el régimen dictatorial del Gral. Marcos Pérez Jiménez. Tan importante hecho, significó el aluvión que hizo posible la resquebrajadura del militarismo que mantuvo al país al margen de sus derechos y libertades durante casi una década.

En la actualidad, la población estudiantil sigue demostrando su valentía al exigir también derechos y libertades que han sido conculcadas por el presente régimen de igual o hasta peor corte militar. Es insoportable que a estas alturas del siglo XXI, mientras países hermanos, que vivieron férreas opresiones de la mano de militares envalentonados y corruptos, se disputen primeros lugares en cuanto a calidad de vida, Venezuela haya retrocedido a niveles de inconcebible pauperización. Así que hay razones para elevar una voz de protesta contra la dominación socialista. Estos estudiantes, no quieren sentirse “tontos útiles manipulados por un régimen de compras de conciencias baratas”.

Su valor es notorio cuando dicho comunicado hace del conocimiento público que “ recobramos nuevamente las calles. Ya ni las armas del régimen sirven para desmoronar la dignidad y el coraje de un pueblo bravo”. De un bravo pueblo, que jamás negociará sus derechos y menos su futuro. Hay que decir como la inmortal canción que escribiera Violeta Parra y cantada por Mercedes Sosa: “Que vivan los estudiantes”. Sobre todo, luego de hacer rodar tan decidido manifiesto.

CIUDAD DIVERSA Y MULTICULTURAL


El esfuerzo dio sus frutos. Así lo habría expresado el extinto Dr. William Lobo Quintero quien, en el ocaso de su vida, trabajó afanosamente no sólo en lo que siempre consideró su vida universitaria. También, para plasmar el deseo de ver otro de sus libros convertidos en realidad. Su ausencia física, no fue óbice para apreciar a la luz de Mérida y del mundo ese producto académico y de alto contenido intelectual intitulado: Mérida, Ciudad diversa y multicultural. Para su presentación, la Academia de Mérida, y el Vicerrectorado Académico de la Universidad de Los Andes, organizaron una agradable velada la cual tuvo a Viviana Lobo Dugarte como Oradora de Orden. Además como invitados especiales, los miembros de la familia del Dr. Lobo Quintero engalanada por su esposa, Isabelina Dugarte de Lobo e hijos.

La idea que motivó la labor de Editor Académico que bien caracterizó esa faceta de William Lobo, se centró en la excelsa necesidad de demostrar mediante el análisis de quienes le dieron contenido al libro, casi todos profesores universitarios y quienes no, destacados personajes, sobre la incidencia que la multiculturalidad ha tenido ante la ciudad como fuente de riqueza social, cultural y hasta de idiosincrasias. Cada uno de los aportes discursivos entregados, evidencian la particularidad de una ciudad la cual, no por basar su dinámica en la vida de la Universidad de Los Andes, sumada al turismo y a la agricultura, no ha dejado de ser referencia nacional y latinoamericana en cuanto a educación, historia y sentido de ciudadanía.

La diversidad cultural de la cual ha gozado Mérida, le ha procurado un discurrir fácilmente diferenciado del resto de ciudades venezolanas para lo cual cabe considerar la forma de cómo llegaron a conciliarse tradiciones con esperanzas, capacidades con necesidades, y expectativas con realidades. A todo ello, se agregó el hecho de estar la ciudad enclavada en medio de una geografía envidiable lo cual, sin duda alguna, fortaleció ese modo especial de combinar el gentilicio local con el gusto por vivir asociado a la idea de actuar confundido con una naturaleza tan única. Tan espléndida, que es capaz de deparar sueños realizables y anhelos concretos en sus habitantes. Y es, justamente, lo que comprendió el Dr. Lobo para justificar la necesidad de hacerle ver al resto del mundo que Mérida, aparte de caracterizarse como educadora y emprendedora, como ninguna otra, es ciertamente una ciudad diversa y multicultural.

 “Cuando la palabra es reflejo de un pensamiento libre de inquina, entonces esa misma palabra puede abrirse paso entre los senderos oscuros de la ignominia y la intolerancia” AJMonagas
                                                                                             
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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viernes, 29 de marzo de 2013

ALBERTO JIMÉNEZ URE, LA RETÓRICA SEGÚN ORTEGA CARMONA

El sacerdote y helenista  Alfonso ORTEGA CARMONA, adscripto a la Universidad de Salamanca [España], hace más de dos décadas me envió uno de sus más consultados libros que difícilmente pierden vigencia: Retórica [Editado en Madrid, España, bajo el sello de la citada institución académica, el año 1989]. A su juicio, «[…] en Europa el arte de hablar bien ha sido siempre el instrumento más importante de la cultura y de la formación del hombre...» [Ob. cit.,  p. 11].
Se cree que Aristóteles (Estagira, 384-322)  «legitimaría» la «Retórica» porque fue quien –de hecho- la utilizó metodológicamente  para impartir conocimientos: cuestionar los sucesos sociales y políticos de Grecia, e igual para prodigar sus ideas al Vulgo.
Es indiscutible que la «Retórica»  se fortalece en los pueblos en los cuales la democracia impera, y sucumbe ante regímenes totalitarios. 
En este tiempo y realidad, muchos indeseables del ambiente político presumen –íntima e infamemente- que no es cosa distinta  al don de hechizar: la fase superior de la –para ellos- necesaria dosis de mentira, demagogia o histrionismo. 
Cierto es que la auténtica praxis democrática no es ni la oficialización del discurso timador ni la coacción del librepensamiento. Leamos lo que piensa ORTEGA CARMONA:                  
«[…] Sin la facultad de hablar libremente, exponiendo el propio parecer para la mejor decisión y deliberación acerca del bien común, no puede existir verdadera democracia [Idem., p. 17]
Aristóteles pasó a la Historia considerado como el más admirable de los discípulos de Platón. Inicialmente, se había dedicado al estudio e investigación de la Biología. Durante aproximadamente veinte años, asistió a la Escuela Platónica. Luego de la muerte de su maestro [año 347], marchó de Atenas para convertirse en asesor e instructor del Príncipe Alejandro DE MACEDONIA.
Regresó, más tarde, para fundar lo que trascendió bajo el nombre de Liceo: claustro donde inmortalizaría sus ideas filosóficas. La Política comenzaba a ser considerada como una de las nuevas ciencias: […] «... debía ocuparse de las formas de gobierno reales, a la vez que de las ideales, y debía enseñar el arte de gobernar y organizar estados, cualquiera que fuese su forma, del modo que se desease...» –afirma George SABINE, en su Historia de la Teoría Política («Fondo de Cultura Económica», Bogotá, Colombia, 1976, p. 77). Es probable que cuanto en aquellos días se definía mecánica política no fuere sino la «Retórica», el método de praxis de una disciplina cada vez más compleja y propensa a ser malintencionadamente utilizada. En Atenas, los filósofos fueron los primeros políticos profesionales porque estuvieron más cerca del poder que quienes ejercían actividades no intelectuales, aun cuando vinculadas a los gobiernos. Novedosamente, esos pensadores fueron los primeros en platicar sobre la factibilidad o no de abolir la Propiedad Privada y la Familia (tesis que Platón defendía).
Ellos impulsaban las leyes, eran  consultados para la redacción de las normas o para eliminar las existentes. Ejercer la «Retórica» era ejercer la crítica: de una postura específica o de acontecimientos provocados por los hombres. Aristóteles difería de su maestro en lo relacionado con el Estado Ideal y, frente a ello, formularía –respetuosamente- su argumentación personal. Lo hacía con técnicas, lucidez e información científica.
En mi opinión, «Retórica» es el discernimiento o debate público de las ideas opuestas: morales, filosóficas, políticas o de cualquier otra disciplina del conocimiento humano (1) Sesudo, Alfonso ORTEGA CARMONA lo dilucida perfectamente e infiere «[…] que la mayoría de las decisiones políticas, dentro de las instituciones democráticas, son, a su vez, resultado de un debate en el que la propuesta y defensa de los mejores argumentos corre también la suerte de las mas brillante y persuasiva exposición» [Cfr., p. 17]. Imprescindible para los (defensores o acusadores)  «oradores» o «exponentes» en los juicios y los adeptos del mitin o meeting, añado. Don Alfonso sostiene que ya en los textos clásicos La Odisea e Ilíada se advierte respecto al «arte de hablar en público», lo que habría precedido a la intencionalidad aristotélica.
La  importancia de dominar el discurso, la argumentación y hasta la gestualidad determinaría el éxito político de un personaje.
En esa etapa iniciática de la «Práctica Retórica», la  investigación, ponderación y coherencia fueron cruciales y ulteriormente conducirían a un  extraordinario pensador (Sócrates) a inventar la «Mayéutica» (2):
«[…] Muchos retóricos antiguos vieron ya en Homero al padre de la Retórica,  y, con frecuencia, citaron  ejemplos suyos para la confirmación de técnicas persuasivas. Bastaría recordar que tres cuartas partes de la Ilíada, un poema de guerra, están constituidas por conversaciones  y discursos...»  [Ob. cit., p. 20].
En aquellos días, la preponderancia de la «Retórica» influiría [todavía, en diversos aspectos de la vida universitaria e intelectual posmoderna] en el establecimiento de los tribunales del pueblo: organismos mediante los cuales [se asegura] los griegos eliminaron la corrupción judicial.
Si meditamos un poco, descubrimos que en los actuales «juicios orales» [ya en tardía práctica en lo que denomino ultimomundano] el talento discursivo de los abogados suele salvar de la Pena de Muerte a los reos acusados de haber cometido delitos graves.
Los tribunales del pueblo en la Antigüedad eran integrados por numerosas personas, lo que obligaba a los defensores y acusados al afinamiento de sus intervenciones. En pocas palabras, a fortalecer su oratoria. Curiosamente, Platón [pese  a su gran reputación filosófica] no pudo evitar que a su amigo Sócrates lo condenasen a muerte bajo la absurda acusación […] «... de haberse ocupado en exceso de la investigación de lo subterráneo y lo celeste, convertir en fuerte el argumento débil y enseñar a otros estas mismas prácticas» (Platón: Defensa de Sócrates, Edición de «Aguilar», Madrid, España, 1973. P. 21). El filósofo «delincuente» no lograría salvarse tras utilizar la Mayéutica con la cual, asombrosamente, deslumbraba e iluminaba las mentes de sus discípulos. Y confundía a sus detractores con lucubraciones que los develaban como los auténticos culpables.
La Mayéutica se basaba en la incesante interrogación que, por instantes, lucía inquisición. Hubo algo inusitado que, en una de las innumerables y acomodaticias reformas del Código Procesal Penal del país en el cual infaustamente nací y que, por ejemplo, luce mediocre reminiscencia de las leyes que imperaban en la Grecia Antigua, aquí se ha establecido en los juicios orales [no se sabe por cuánto tiempo ni por virtud de cuáles legisladores desquiciados o ebrios] lo siguiente: la selección por sorteo de jurados o escabinos sin la necesaria formación jurídica o conocimiento de la Constitución y Leyes y que, aparte, no tienen la voluntad personal, la razonable curiosidad y sensibilidad humanas, la determinación o formación intelectual para indagar los detalles de los casos penales para decidir quién es inocente o culpable de haber cometido el [los] delito [s] que se le [s] imputan.
 Sospecha Ortega CARMONA que la aparición de la «Retórica» sería contemporánea a la decadencia de la «Sofística», de la que se inferiría que fue la primera Ilustración Europea:
«[…] Su concepción de la Verdad, de la Vida y del Hombre, en antítesis con la época precedente, dará lugar a otra profunda revisión filosófica en Platón y Aristóteles, influidos por Sócrates. El clima espiritual que precede a la Sofística alienta a una fe inquebrantable en poderes sobrehumanos que rigen, sin posibilidades de protesta, los destinos y todo fenómeno cósmico...» [Ibídem., p. 23]
Quienes propugnan el empleo del mitin o meeting [en la actualidad, francamente en declive y desprestigio] cometen impresionantes esfuerzos de oratoria para mantener atento al imbecilizado enjambre que los escucha. Lógicamente, los políticos de la Antigüedad no gritaban porque se dirigían a pequeños grupos de personas cultas y por ser intelectuales. Sabios, portadores de La Verdad.
 Por virtud de políticos sin instrucción filosófica, la «Retórica» ha degenerado en formas intimidatorias: amenazantes, en mensajes apocalípticos y de trasfondo vulgar: se ha envilecido con la vindicta, agitación bélica y el tremendismo. Los oficiantes  de intervenciones públicas justifican su mediocridad bajo el alegato según el cual, en pro de la supervivencia de los «actos de masa», el mensaje debe estar despojado de intelectualismos (3)
NOTAS.-

(1) Definición personal que inserté casi al final de mi libro Dictados contrarrevolucionarios («Edición de la Universidad de Los Andes», Mérida, Venezuela, 2008. p. 201).
(2) Cuando me instruí sobre esa fascinante práctica discursiva, experimenté una inconmensurable felicidad: de modo empírico, yo hacía tiempo que la ejecutaba.
(3) STUART MILL, John, dijo en su Diario  «[…] que todo empeño intelectual, o, en cualquier caso, todo empeño científico cae bajo el popular estigma de ser insensible» [p. 45]. También infirió que […] «… ser popular es adular a todas las personas diciéndoles que son lo que más desean ser» [Supra., p. 45. «Alianza Cien», Madrid, España, 1996]
(@jurescritor/jimenezure@hotmail.com/urescritor@hotmail.com)

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