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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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miércoles, 28 de enero de 2015

JUAN DE DIOS RIVAS V., ¿ES IMPOSIBLE LOGRAR LA FELICIDAD EN VENEZUELA?

Si antes éramos felices y no lo sabíamos o nos dimos cuenta de que por creer en “mesías” la lavativa “acomodaticia”, nos trajo mal gobierno y caos político, económico y social. Al releer un trabajo sobre filosofía, esto fue lo que encontramos. 

La filosofía (del latín philosophĭa, y esta del griego antiguo φιλοσοφία, «amor por la sabiduría») es el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje. Al abordar estos problemas, la filosofía se distingue del misticismo, el esoterismo, la mitología y la religión por su énfasis en los argumentos racionales por sobre los argumentos de autoridad, y de la ciencia porque generalmente lleva adelante sus investigaciones de una manera no empírica, sea mediante el análisis conceptual, los experimentos mentales, la especulación u otros métodos a priori, aunque sin desconocer la importancia de los datos empíricos.

La filosofía occidental ha tenido una profunda influencia y se ha visto profundamente influida por la ciencia, la religión y la política occidentales.  Muchos filósofos importantes fueron a la vez grandes científicos, teólogos o políticos, y algunas nociones fundamentales de estas disciplinas todavía son objeto de estudio filosófico. Esta superposición entre disciplinas se debe a que la filosofía es una disciplina muy amplia. En la actualidad sin embargo y desde el siglo XIX, la mayoría de filósofos han restringido su área de investigación, y se caracterizan por estudiar las cuestiones más fundamentales y generales.

En el siglo XX, la mayoría de los filósofos más importantes trabajaron desde dentro de las universidades, especialmente en la segunda mitad del siglo. Algunos de los temas más discutidos fueron la relación entre el lenguaje y la filosofía (este hecho a veces es llamado «el giro lingüístico») y las implicaciones filosóficas de los enormes desarrollos en lógica a lo largo de todo el siglo.

Hoy estamos varios luchadores sociales, sindicales y políticos “con valores y principios” y con antecedentes limpios y cristalinos en la trayectoria de luchadores y líderes democráticos, intentando construir una filosofía práctica y de soluciones tangibles a la pobreza y el “Mal Gobierno”. Por lo cual, creemos que lo fundamental es superar el mal gobierno socialista “PSUV/GPP y MUD/G7” con una lucha social de gran intensidad en la cual se involucre y participen los ciudadanos para el rescate y saneamiento de los gobiernos municipales, estadales y nacional; en ambas instancias el burocratismo, las malas políticas públicas, la corrupción e ineficacia impiden la felicidad del ciudadano y el desarrollo del bien común. 

El Bien Común es la lógica de la felicidad de la ciudadanía y es el conjunto de condiciones sociales que permiten y favorecen en los seres humanos el desarrollo integral de todos y cada uno de los miembros de la comunidad. El Bien Común dinamiza el desenvolvimiento de un orden social justo, que armoniza los aspectos individuales y sociales de la vida humana. Es responsabilidad de todos los ciudadanos definirlo y construirlo de la mejor manera posible. Para superar la pobreza, hay que mejorar los bienes y activos de las ciudades, caseríos, barrios y urbanizaciones, en cada calle, sector y edificio se debe preservar el Bien Común. El Bien Común, es un “bien” genuino del ciudadano y es auténticamente “común”. Para que sea “bien” quiere decir que da satisfacción a las necesidades del ser humano en su entera naturaleza espiritual, moral, y corporal, proporcionando la paz, la cultura y todo lo necesario para el desenvolvimiento y felicidad plena de su existencia; es “común” porque es un bien de la sociedad entera.

El Bien Común es de todos y para todos “sin ninguna distinción o manipulación”. No puede aceptarse o admitir que grupos políticos, sociales y económicos promuevan ventajas de un grupo o clase alguna, solo se acepta el beneficio de todos, cualquiera que sea el carácter o la función que las comunidades realicen en la sociedad. Atentar contra el “Bien Común” debe ser castigado en la comunidad y en la sociedad. La corrupción es un atentado al bien común.

No puede excluirse a nadie de los beneficios del bien común argumentando privilegios o pertenencia a Nación, religión sexo, raza, convicción política o posición social. El bien común (petróleo, minerales, mares, ríos, bosques, tierra, etc.) no debe ser usufructuado por gobernantes políticos y grupos de presión aduciendo argumentos de cualquiera naturaleza. La distribución equitativa del “Bien Común” es un derecho natural para todos los habitantes de Venezuela; el mantener a ciudadanos “en pobreza” es atentatorio al Bien Común y hace responsable a los Presidentes, Gobernadores, Alcaldes, Ministros y altos funcionarios públicos, estén en los cargos o habiendo estado en los cargos mientras estén vivos. No debe haber impunidad y hay que perseguir a los corruptos hasta que paguen y devuelvan lo robado. Así mismo mientras exista un solo pobre en Venezuela, no habrá justicia social.

Creemos firmemente en que hay que impregnarnos y comprometernos con una filosofía del buen gobierno para la gerencia del bien común. En la vida solo el bien común da la mayor suma de felicidad posible. Y en la política hay soluciones si la verdad y la trasparencia gobiernan, y todo es mentira, dependiendo de los valores y principios de las personas que toman decisiones y actúan. Hay políticas bien diseñadas y mal diseñadas, todo depende de quienes diseñen y cuáles son sus intereses. El interés del Socialismo polarizado es mantener el poder y la pobreza, mientras exista pobres habrá socialismo y comunismo.

Juan de Dios Rivas Velásquez
rvjuandedios@gmail.com
@rvjuandedios

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viernes, 1 de noviembre de 2013

ADRIÁN RAVIER, RECUERDEN QUE EL SOCIALISMO ES IMPOSIBLE, FUENTE ELCATO.0RG

Si algo tienen en común los partidarios del socialismo y la economía pura de mercado es su crítica a las inconsistencias del capitalismo intervenido. El intervencionismo que se viene aplicando, gobierno tras gobierno, sólo suma parches que atienden a cuestiones “urgentes”, pero nunca resuelven los problemas de fondo, las cuestiones “importantes”. 

Los socialistas, sin embargo, fallan en dos aspectos centrales: primero, en diferenciar el sistema capitalista “puro” —como lo han entendido y defendido Adam Smith y Friedrich Hayek—, del sistema capitalista “intervenido” —con los parches propuestos por John Maynard Keynes y Paul Samuelson—; segundo, en comprender que “el socialismo es imposible”, como han demostrado Ludwig von Mises en su artículo de 1920 y su libro 1922, y Friedrich Hayek en distintos documentos de los años 1930 y 1940, con un argumento que continúa sin respuesta, pero que muestra su validez en el fracaso de las distintas formas de socialismo en toda Europa, y ya casi podemos decir en todo el mundo.

En este artículo sólo podré concentrarme en este último punto, el que ha sido tratado ampliamente en un libro del catedrático español Jesús Huerta de Soto titulado “Socialismo, cálculo económico y función empresarial”. 

El libro cuenta con más de 400 páginas, pero el lector puede acceder a una reseña que personalmente escribí sobre este debate, y que fuera publicado en la revista Cuadernos de Economía (Vol. 30, Nº 54), de la Universidad Nacional de Colombia. El argumento básico explica que en un mundo de incertidumbre y conocimiento disperso, la propiedad privada es necesaria para dar lugar a los precios, pues sólo ellos pueden permitir a los empresarios advertir de ganancias y pérdidas en sus proyectos de inversión, y con ello asignar con relativa eficiencia los recursos escasos. 

Más en limpio, si no tenemos propiedad privada de los medios de producción, no tenemos mercados para esos medios de producción. Sin mercados para esos bienes de producción, no habrá precios. Sin precios, los empresarios no pueden advertir si sus proyectos de inversión son rentables.

Si algo funciona —aún en el capitalismo intervenido— es precisamente ese proceso de prueba y error, en donde los empresarios van probando distintas inversiones, y sólo cuando son rentables, los proyectos se mantienen. 

Ganancias y pérdidas contables representan una información en el mercado acerca de si estamos asignando bien o mal los recursos. Y vale recordar que esos resultados son consistentes con la soberanía del consumidor, donde gana el que sabe satisfacer las necesidades del consumidor, y pierde el que no logra la demanda de sus consumidores. 

El socialismo propone terminar con la propiedad privada, terminar con estas señales de mercado, terminar con la función empresarial y reemplazar todo ello por la propiedad pública de los medios de producción. Aquí se abren un abanico de opciones, pero nunca ha quedado claro qué es lo que en definitiva proponen los socialistas. Y el problema es que el propio Marx careció de una propuesta concreta de cómo funcionaría el socialismo.

De un lado, se propone que el gobierno administre públicamente esos medios de producción, como de hecho ocurrió en Alemania Oriental, en Rusia o actualmente es en Cuba. Aquí los problemas son al menos dos. Primero, como señaló el Premio Nobel en Economía James M. Buchanan —recientemente fallecido— el gobierno puede no tener los mejores incentivos para administrar “solidariamente” estos recursos. 

Si asumimos que los individuos siempre persiguen su propio beneficio, ¿por qué vamos a suponer que las personas que lleguen al poder van a tender a interesarse por el “bien común”? 

Buchanan insistía en que lo más probable es que estas personas tiendan siempre a alejarse de ese “bien común” y persigan más bien su propio beneficio y de aquellos a quienes representan, o que han financiado sus campañas electorales. Cuando uno mira la Argentina, ¡cuánta razón tenía!

El segundo problema fue mencionado por otro premio Nobel en Economía, en este caso, Friedrich Hayek. Si aceptamos que el problema económico consiste en advertir cuáles son los bienes y servicios que deben producirse, en qué cantidad y calidad y de qué manera distribuirlos, debemos comprender que ese “conocimiento” no es dado a nadie en particular. 

Los bienes y servicios que necesitamos producir son los que la gente quiere. Y ese conocimiento está disperso en la sociedad, en las preferencias individuales de cada sujeto, en la forma de bits de información que cada uno tiene en su propia mente. ¡Es información no revelada! Salvo que permitamos que la gente demande y comunique esa información a los empresarios a través de los precios, precisamente.

Los socialistas del siglo XXI han dado un paso atrás. Ahora se hacen llamar “socialistas de mercado”, y afortunadamente han dejado de sugerir la propiedad pública de los medios de producción. En realidad se han dado cuenta de que nada es mejor que permitir que la producción de bienes y servicios la lleve adelante el mercado, lo que se traduce en alimentos, ropa y todo tipo de bienes y servicios en calidad y bajos precios, lo que es resultado precisamente del proceso competitivo.

La discusión ahora se resume al rol del Estado. El “socialista de mercado” o aquellos que buscan un mayor “Estado de bienestar” piden un Estado que, paradójicamente, “intervenga”, que ofrezca “bienes públicos”, que evite o minimice “externalidades negativas” y subsidie las “externalidades positivas”. Que aplique “políticas antimonopólicas” y “redistribuya los ingresos” de manera conveniente. Lo que no han advertido aún es que ese Estado al repartir la torta se queda con una porción enorme de la renta para beneficio propio, lo que impide la reinversión de quienes la generan —creando potenciales puestos de trabajo— y dejando a las clases más desfavorecidas sin salida.

Dirán algunos pocos socialistas que este “socialismo de mercado” no es socialismo. Yo estoy de acuerdo. Dirán otros socialistas que la propuesta ideal tampoco es la propiedad pública de los medios de producción, sino la propiedad “comunal” de los medios de producción. En este caso se trataría de pequeñas comunidades de personas que manejarían las “empresas”, y nótese que estas comillas no son arbitrarias. 

En tal caso las preguntas sin respuesta son cuantiosas. 

¿Cómo se distribuyen los ingresos de esta empresa? Se dirá, quizás, que se lo hará igualitariamente, según las horas trabajadas. 

¿Ganará lo mismo un ingeniero que un obrero? 

¿Qué incentivo tendrá el ingeniero para capacitarse si finamente sus ingresos serán iguales? 

¿Qué incentivo tendrá un obrero para trabajar eficientemente si los otros obreros no lo hacen? 

“Conocimiento” e “incentivos” son los dos grandes problemas del socialismo. Dejemos el socialismo para otro mundo. ¡Y por favor, dejemos de destinar tinta a un debate acabado!


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