"Que las verdades no tengan complejos, que las mentiras parezcan mentiras". Joaquín Sabina
Pido
disculpas por los dos días de anticipación en que envío esta nota respecto a lo
habitual; mis disculpas por eso, pero debo alterar mi rutina porque, por
razones profesionales, entonces estaré viajando de regreso a Buenos Aires para
participar de las elecciones del domingo.
La
semana trajo, además de la renovada violación de la veda electoral por parte de
Cristina, que da así pública cuenta de su tradicional desprecio por la ley y
por las instituciones, la confirmación de algo que todos sabíamos: el Gobierno
sigue y escucha a cientos de ciudadanos, propios y ajenos; antes lo hacía con
la impagable colaboración del famoso e inubicable Jaime Stiuso pero, desde que
éste fue despedido y se convirtió en el más amenazante enemigo del poder, ahora
lo hace con Oscar Parrilli, el nuevo jefe de la inteligencia local, integrada
por agentes tan serios y eficientes que, cuando los mandan a espiar, tocan el
timbre.
Este
peculiar personaje es, además, el paradigma del panqueque: después de haber
sido el miembro informante en Diputados de la ley de privatización de YPF
cuando era un menemista furioso, dio una vuelta en el aire y, arrastrado por
contrarios pero igualmente fuertes vientos crematísticos, se transformó en el
fanático paladín del kircherismo estatista y confiscador.
El
otro "detalle" de la semana fue, sin duda, la reaparición de la
violencia en la contienda electoral: un dirigente social fue asesinado a golpes
en el Chaco por la policía de ese adalid de la democracia que es el Koki
Capitanich y los atentados que sufrieron Diego Valenzuela y Nicolás Ducoté,
candidatos de Cambiemos a intendentes de Tres de Febrero y Pilar,
respectivamente, con destrucción de sus locales partidarios y vehículos
afectados a las campañas y golpes a los chicos que los apoyan, alguno de los
cuales terminaron hospitalizados. Más allá del silencio cómplice del Frente
para la des-Vergüenza y de las autoridades, cabe pensar que, si bien ya queda
sólo dos días para la primera vuelta, el mes que falta para el ballotage puede
traer nuevos episodios de este tipo pero mucho más graves.
El
domingo los argentinos deberemos decidir nuestro futuro y, como lo he hecho en
las últimas columnas, sugiero a mis compatriotas corregir, con su voto, la
atomización de una oposición que, habiendo demostrado que alcanza al 60% del
electorado, no ha podido unificar sus propuestas. Así, no se trata tanto de
elegir cuanto de optar: ¿queremos que el kirchnerismo continúe o que,
definitivamente, se marche y nos deje en paz?, ¿nos gustaría que éste sea el
fin del país que conocíamos o podemos soñar con un renacimiento?
Después
de ver el spot de campaña de Sergio Massa, en el que sostiene que es el único
capaz de vencer a Lancha, creo que está todo claro, porque la traducción simple
de esa afirmación es que sus seguidores, en un ballotage en el cual no
participara, votarían por Scioli: más claro, sólo agua.
Luis
Majul, en su columna de ayer en La Nación, enumeró las ventajas de un probable
ballotage y las negativas consecuencias que podría traer aparejada una victoria
de El Manco del Espanto en primera vuelta, trayendo a la memoria qué sucedió
cuando, en 2011, la noble viuda se hizo con un arrollador triunfo y, a partir
de entonces, comenzó a ejercer el poder en esta forma tiránica, desaforada y
corrupta.
La
contienda se torna aún más dramática en la Provincia de Buenos Aires, ya que
una victoria allí de Anímal Fernández consagraría al narcotráfico como el poder
real del país. El bisemanario Perfil accedió a un video, logrado con una cámara
oculta en una cárcel bonaerense, en el que se ve a un allegado al Jefe de
Gabinete de Cristina negociando con el condenado Lanatta su retractación
respecto a la identificación de La Morsa -sobrenombre con el que había
identificado al personaje del Gobierno que protegía a los delincuentes- con el
candidato del FpV a la gobernación de ese trascendental distrito. Allí, la
única opción, entonces, es votar a María Eugenia Vidal, la única capaz de
vencerlo.
La
moneda, a cuarenta y ocho horas de los comicios, sigue en el aire según todas las
encuestas, y eso me hace ratificar mi sensación de ser un marciano. No consigo
entender cómo puede ser que, después de doce años de latrocinio y decadencia,
de desperdicio de enormes oportunidades, de tanto daño socio-económico, aún el
kirchnerismo conserve alguna probabilidad de sucederse a sí mismo. ¿Cómo pueden
dudar quienes, después de tantos anuncios, carecen de agua potable y cloacas?,
¿cómo pueden no haberse decidido quienes ven, día a día, como se deterioran la
educación de sus hijos y la salud de todos?, ¿cómo creen que se protegerán de
la inseguridad y la violencia cotidianas?, ¿qué creen que sucederá con las
jubilaciones después de tanto saqueo a la ANSES?, ¿qué imaginan para el campo?,
¿cómo pueden sobrevivir quienes tanto han robado, lo exhiben con impudicia y
logran la impunidad?
El
título de esta nota obviamente parafrasea al Che Guevara, el entronizado
referente de esta revolución imaginaria que encabezaron Néstor (q.e.p.d.) y su
viuda, que han obtenido fueros disfrazándose de izquierdistas mientras
saqueaban y sangraban al país y bailaban sobre los cadáveres de sus víctimas.
Confío en que, el 22 de noviembre, termine esta época tan siniestra, podamos
comenzar a olvidar la mancha gigantesca que ha dejado en la historia nacional y
recuperemos la República democrática, representativa y federal que hemos
perdido.
Enrique
Guillermo Avogadro
ega1avogadro@gmail.com
@egavogadro
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