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lunes, 31 de agosto de 2015

JESÚS R. GONZÁLEZ BRICEÑO, EN VENEZUELA ES INDISPENSABLE PARA UN PLAN DE DESARROLLO SUSTENTABLE

Un régimen democrático y pluralista en Venezuela está obligado a  diseñar e implementar un estrategia de un PLAN  DE DESARROLLO SUSTENTABLE, cuya base sustantiva sea la reversión o conversión de la actual problemática ambiental que afecta gravemente  su ámbito geográfico en todas sus dimensiones  terrestre, acuática y atmosférica, como  lo han venido señalado las más importantes organizaciones ambientales, sin  ningún sesgo político, por ser una realidad latente, con la cual no se podría emprender la  planificación  de desarrollo que asegure, en gran medida, sus posibilidades de éxito,

 La RED ARA, una asociación  de  20 organizaciones ambientalistas no gubernamentales  en sus informes anuales, en este caso  de 2011, coincide en  gran parte con  El Informe de Impacto Ambiental de Venezuela de EVERDE, de junio del mismo año, al destacar los problemas ambientales  que se han venido consolidando hasta el presente  por los efectos de un cúmulo de  factores degradantes, generando una severa vulnerabilidad en diversos órdenes del medio ambiente y de su población.

Es inobjetable  el grave deterioro que está sufriendo nuestro país en materia de contaminación ambiental la cual podríamos calificar en un barómetro de bajas intensidades hasta lograr  niveles altos,  según se refieran a diferentes aspectos de una problemática que afecta los suelos, y subsuelos, el aire y la atmósfera, la flora y la fauna, los cursos fluviales, el espacio marítimo y lacustre,   los espacios urbanos y rurales, parques nacionales y  abras, etc.,  en  que la acción de la población, el modelo de explotación nacional de hidrocarburos y  la gestión gubernamental del medio ambiente,  y  por efecto del calentamiento global del planeta, producido  por las grandes potencias industriales, comprometen la  habitabilidad  y la calidad de vida de la generaciones  actuales y futuras.

Si bien es cierto que nuestro país ha aprobado  una legislación casi total para la protección de nuestro ámbito geográfico y apenas disponemos de una  densidad de poblacional de 30,1 hab/km2 ( octubre de 2011),  con un conglomerado  aproximado  a  30 millones de habitantes, nos hemos involucrado en una desatención e indiferencia en la protección ambiental, habiendo derrochado sumas multimillonarias provenientes por  casi un siglo de explotación de la industria de hidrocarburos que han podido utilizarse para solventar cabalmente los  pasivos ambientales generados por ella y por otros maltratos injustificados a nuestro  medio ambiente.

La crisis    financiera y operacional por la que atraviesa actualmente la PDVSA, nacionalizada hace 40 años,  no justifica por ningún motivo que  nuestra actividad petrolera haya descuido sus protocolos de protección ambiental y humana, convirtiéndose en el principal factor contaminante de nuestro hábitat, al devenir,  de un benefactor a un malhechor por los cuantiosos y graves daños que  está ocasionando al país, sus habitantes y a su entorno vegetal, animal y atmosférico,  junto a otros aspectos como  la apatía gubernamental en todos los niveles y la indiferencia casi total de nuestra población por la conservación  y protección ambiental. Aquí todos somos culpables habiéndose exacerbado el descuido de nuestra estatal petrolera nada comparable  a la actitud conservacionista de las concesionarias extranjeras.

En toda nuestra geografía desde el occidente, de La Guajira y la cuenca del Lago de Maracaibo, al oriente, por el Golfo de Paria  y las cercanías al territorio Esequibo, en reclamación ya perdida; desde el norte de nuestras costas caribeñas, incluyendo nuestras islas,  hasta el sur, por los territorios guayaneses de los estados Bolivar y Amazonas, gigantesca fuente de un riqueza hídrica, minerales, metales preciosos,  ingentes y singulares recursos de avifauna,  de paisajes idílicos   y reservas madereras;  y en corazón mismo de nuestra región  central llanera,  hasta las cumbres de nuestra cordillera andina,  la contaminación de nuestro hábitat   rural y urbano, se nos manifiesta con índices  preocupantes de contaminación de degradación y preocupación, que de no revertirse, corremos el riesgo de, aparte de nuestra flora y fauna, de poner en peligro dos elementos naturales esenciales como son LOS SUELOS Y LAS AGUAS;  los primeros que nos aseguraría  una  producción de alimentos   cuya carencia actual es notoria y que debemos importar en más de un 60%, y los  SEGUNDOS, representan  la vida humana, animal y vegetal, cuyos grandes reservorios como el de la cuenca hidrográfica del Lago de Maracaibo con una extensión de 74.000 km2;  la del Lago endorreico de Valencia de  apenas 3.000 km2 de extensión pero con una altísima concentración urbana, industrial, comercial y agropecuaria;  la del Gran Orinoco, de  770.00 km2; la de del la región deltana del Amacuro, desagüe impetuoso orinoquense de grandes caños. Las  cuencas agrícolas del Chama, Motatan, y  Albarregas  y la depresión del Táchira, así como las aguas subterráneas,  reservorio de las futuras generaciones, necesarias para satisfacer nuestras necesidades domésticas, comerciales e industriales  y para  la provisión de nuestra alimentación agrícola,  piscícola, ganadera, avícola y porcina, están en peligro.

Otras cuencas sumamente importantes de nuestra geografía corren más riesgo del conocido por estar expuestas a la rapiña ( oro, diamante, coltán , maderas, etc.) de parte de aventureros nacionales y extranjeras o de un funcionariado  abusador y corrupto, ante el  descuido y (o) connivencia  de nuestras autoridades ambientales y de vigilancia, tales como la  hoya del Cuyuní,  parte del Esequibo,  del  Rio Negro, algunas de las áreas protegidas de nuestro Amazonía, en el mismísimo  cerro Delgado Chalbaud, lugar de nacimiento del Orinoco, y de  tantas otras  expuestas al genocidio ecológico.

En la fachada de territorios y costas  caribeñas de nuestro frente nórdico otras tantas están confrontando graves perturbaciones sistemáticas anti-ambientalistas como El Complejo Refinador de Paraguaná, en Falcón en donde  proliferan los accidentes y emisiones contaminantes; en nuestra costa literal central contaminada de  aguas cloacales y desperdicios de todo tipo; la desembocadura del rio Tuy en las costas barloventeñas, un emporio de desechos perjudiciales; la Isla  Gran  Roque bajo el peligro del turismo anti-ecológico, algunas playas de   La Isla de Margarita y el complejo refinador de Puerto la Cruz en la  ensenada de Pozuelo  , y gran parte del  Golfo de Paria afectado desde 21012 por el derrame en el rio Guarapiche. A vuelo de pájaro...

El recurso agua y el petróleo dos elementos distintos pero indispensables para nuestro desarrollo  por ser  estratégicos de primer orden, los debemos conservar y proteger sin que los hidrocarburos en vez de beneficiarnos,  nos empobrezcan nuestros bosques, sabanas, aguas superficiales y subterráneas que son vitales  como  líquido potabilizado  y  para producir sanitariamente nuestros alimentos tan necesitados con urgencia por el notable  déficit  actual de este renglón y para nuestra propia salud. 

¿Por qué esta dicotomía de nuestro desarrollo? 

Pues  evidentemente el  petróleo no seguirá dando grandes ingresos pero, junto con otros elementos altamente contaminantes, nos puede ocasionar  mucha desgracia y desventura. 

La meta a trazarnos sería SEMBRAR REALMENTE EL PETRÓLEO lo que se puede lograr con la aplicación y alerta del Sistema de Gestión Ambiental, -SGA- que en la última década se ha venido a menos con un elevado índice de siniestralidad sin  haber  responsables con los derrames petroleros, explosiones  de la industria, falta de control de sus emisiones a la atmósfera  en tierra y mar, para que los hidrocarburos, aparte de su caudal financiero, pueda utilizarse  como una alternativa  distinta a como lo hemos hecho hasta ahora. En suma lo concebimos el agua y el petróleo como  ESQUEMA DE UN DESARROLLO SUSTENTABLE Y DEMOCRÁTICO

Jesús Rafael González Briceño
jesusrafael768@gmail.com
@jesusgonzalezbr

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