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miércoles, 17 de junio de 2015

ENRIQUE MELÉNDEZ, PLOMO EN LA UNIVERSIDAD DE SANTA ROSA

Hace unos días fue invitado el alcalde Ramón Muchacho a impartir una conferencia en la Universidad Católica Santa Rosa (UCSAR), en su sede de La Pastora (Caracas). Un colectivo, que se considera dueño del territorio, les prohibió a las autoridades de la misma que llevaran a cabo tal acto; lo hicieron, además, por mensaje escrito, y donde les advertían que, de proceder a lo contrario, se atuvieran a las consecuencias.

         Ya para comenzar eso constituía un reto para las autoridades y demás miembros de la institución, y entonces lo que hicieron fue realizar el acto, sólo que se le dijo al alcalde Muchacho, que se presentara sin la escolta; en una forma discreta; lo cual era una inocentada, si nos ponemos a ver que su sola presencia de inmediato iba a repercutir en la zona.
         Aquel colectivo hizo desastres allí. Irrumpieron con sus motos en el recinto universitario, armados hasta los dientes y lanzando bombas lacrimógenas; atropellaron a todo el que se les atravesó; aparte de que había señoras embarazadas entre el estudiantado, muy letal el efecto de la lacrimógena sobre este tipo de persona; lo mismo que no tuvieron qué ver con el hecho de que una estudiante estaba en la puerta del recinto con su bebé. ¿Qué no hicieron estos vándalos? Se montaron sobre la camioneta de Ramón Muchacho, la rayaron; agredieron a su guardia personal.
         En primer lugar, ¿quién ha provisto de armas antimotines a esta gente, si no es el gobierno? He allí lo que se conoce como un régimen tumultuario. Es verdad que el allanamiento que le practicó Rafael Caldera a la UCV a comienzos de la década de 1970 fue muy excesivo; con mucho abuso de fuerza, y esto porque se decía que en esa universidad se ocultaban guerrilleros, que habían participado en la lucha armada, promovida por el PCV y el MIR contra el gobierno de Rómulo Betancourt, y que allí aún había quedado una resaca de las armas, que se habían utilizado en dicha lucha, sólo que fue un allanamiento a la institución: obsérvese, en horas de la madrugada; mientras que este atropello, que no deja de ser también un allanamiento, ha sido a la comunidad de dicha universidad. Esto ocurre, como lo acaba de decir Mario Vargas Llosa en la patria de Bolívar.
         Mejor dicho, en la patria de Andrés Bello; quien fue el que impulsó la modernización de la enseñanza universitaria en la América Latina, tal como lo demostró tan pronto se estableció en Chile, luego de su larga estadía en Europa. Se trataba del momento en que la universidad comenzaba a ser tomada por la cultura del progreso, y dejaba de ser contemplativa; sobre todo, a medida que el saber epistemológico, esto es, el saber de las ciencias, se desarrollaba; y a medida que avanzaba la tecnología, que había venido instrumentalizando la sociedad del cálculo y del método experimental; la sociedad del mecanicismo, dicho en términos filosóficos, y esa diversidad de saberes científicos, cada vez más especializados, era lo que consideraba Bello que debía abrigar una universidad, y que fue lo que se vino a conocer como la libertad de cátedra. Este principio, junto con el de la autonomía constituye la médula espinal de una casa de estudios superiores, dedicada a la enseñanza e investigación; que se ha despojado de esa conciencia tomista y parroquiana que caracteriza los miembros de esas bandas criminales; que actúan con toda la impunidad del caso, amparados, se repite, por un régimen tumultuario.
         Unas semanas atrás había sido invitado también para una conferencia Miguel Rodríguez Torres, y no había sucedido nada. Es decir, una banda armada, que se ha hecho dueña de una zona, con la total tolerancia del gobierno, decide por la vida catedrática de una universidad, que tiene su sede allí, y esta banda no quiere que se divulgue sino la opinión de los voceros del régimen, en otras palabras, actúa bajo la mediocridad. ¿Está consciente Maduro de esta situación? Es aquí donde uno observa que su gobernabilidad es relativa; ya que él no tiene el control sobre estos grupos de terror, que por este mismo hecho, es decir, por monopolizar el terror, consideran determinado territorio un patrimonio suyo, y allí se ventila sólo lo que sus integrantes aprueban; porque, por lo demás, para esta gente La Pastora es territorio chavista, y un dirigente de la oposición de la talla de Ramón Muchacho tiene prohibido pisar esos lares, mientras que, como se observa, Rodríguez Torres sí lo puede hacer; de modo que llegamos a la época pre-gomecista, cuando aquí el mapa político estaba tomado por una serie de caciques locales, cada uno con su territorio propio.
         Lo más grave, según lo que me cuenta una alumna de ese plantel, es que a raíz de este atentado la comunidad de la UCSAR se volvió muy susceptible; unos y otros comenzaron a descargarse las culpas en medio de asambleas, que se hicieron a continuación; pero lo más grave de todo es que acordaron no invitar más a figuras políticas y, más bien, pensar en periodistas; es decir, acogerse a la autocensura, que es lo que ha venido sucediendo con muchas instituciones; las cuales han tenido que seguir esta línea, so pena de caer en actitudes temerarias, como ésta en la que se vieron envueltas las autoridades de la UCSAR, frente a una banda paramilitar, que actúa bajo la amenaza; en detrimento de la institucionalidad del país, que queda en la total indefensión; que es lo que demuestra que una banda armada pueda más que la potestad de una institución, y que fue lo que nunca vimos bajo los gobiernos de la República civil, y eso que casas de estudios superiores, como la UCV, en tiempos del rector Jesús María Bianco eran consideradas “tierras de nadie”, esto es, gozaban de la total autonomía, al punto de que, en efecto, sé del caso de algunos guerrilleros que se ampararon por un tiempo en las entonces residencias estudiantiles de esa universidad; que por esa causa terminaron siendo clausuradas, como capítulo final de la lucha armada del PCV y el MIR.
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo

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