El
viernes y el sábado pasados Isabelle Geffroy, mejor conocida con el apodo
inspirado de Zaz, dio dos conciertos memorables en el teatro Jorge Eliécer
Gaitán.
Zaz
es la más notable novedad de la canción francesa y quizá europea, por lo menos
continental. Nunca, al parecer, le corrió afán en la vida, pues lanzó su primer
disco recién cumplidos los 30 años. Ahora tiene 34.
Hija
de una profesora de español y de un electricista, ninguno de los cuales tenía
vena musical, pasó de joven por el conservatorio, lo que se nota en el audaz,
casi temerario, manejo de la voz. Hay momentos en los que uno cree que va a
saltar en pedazos. Pero Zaz no es flor de invernadero; está clarísimo que la
parte crucial de su educación artística se dio entre los músicos que se fue
encontrando en su accidentada época de desconocida como, por ejemplo, cuando
cantó en Vladivostok tras salir de Francia por primera vez. Empezar una carrera
musical internacional en lo más crudo del invierno siberiano tiene su swing.
Zaz debió tomar clases de salsa en algún recodo del camino, pues la baila
estupendamente, al estilo cubano. Durante el concierto bogotano no tocó ningún
instrumento, salvo por una divertida trompetita que hace con la mano cerrada.
Isabelle Geffroy |
Ecléctica,
comme il faut en estos tiempos de maremágnum electrónico, Zaz mezcla un rock
casi duro, con el gypsy jazz de Django Reinhardt y la chanson francesa, puesta
a punto con una gota de taquicardia. Édith Piaf es una obvia referencia.
Valiente, Zaz se calzó los zapatos de La Môme y se le midió a hacer varios
covers de sus canciones emblemáticas. Impresiona, muy en particular, la fuerza
de su versión de Dans ma rue, que cuenta la historia de una chica de barrio que
muere tras no ser capaz de sobrevivir ni siquiera prostituyéndose. Claro,
Isabelle Geffroy nunca se paseó por las aceras, como sí tuvo que hacerlo Édith,
petite différence. Al igual que su ídolo, Zaz tiene un gusto regularcito para
vestirse, pero no importa, pues uno va es a oírla cantar. Caso aparte son los
nueve músicos sencillamente admirables que la acompañan y que están a sus
anchas en todos los estilos que la chica tiene a bien sacarse del cubilete. Zaz
ha compuesto algunas canciones pero, a semejanza de Ella Fitzgerald, otra de
sus heroínas, sabe que los talentos artísticos no siempre vienen equilibrados y
que hay gente por ahí, como Raphaël Haroche, que compone de maravillas. Lo que
sí es de rigor es tener buen oído para identificar lo que va contigo y un gran
director musical al que tú misma debes dirigir. En todos estos terrenos nuestra
chica da en el blanco.
Para
los afrancesados de este mundo, entre quienes me cuento, Zaz es una grata
noticia porque revela que existe otra Francia, la que todavía quiere “el amor,
la felicidad y el buen humor”, en claro contraste con la neurótica, inteligente
y nihilista de Michel Houellebecq y de tantos otros pesimistas. No estoy al día
en materia de nueva literatura, pero al rompe no le encuentro un equivalente.
Si existe, por favor enviarme noticias al correo que aparece abajo.
Ahora
bien, ni yo ni mis compañeros de concierto esperábamos el entusiasmo
desbordante del público bogotano con Zaz, ya que su música no suena en la radio
local ni hasta hace poco se conseguían sus discos en las escasas tiendas que
aún los venden. Es, pues, un fenómeno de las redes sociales y de You Tube,
totalmente contemporáneo. Ambas noches el teatro estaba hasta las banderas.
Andres
Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes
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