GABRIEL BORAGINA |
La idea de que el
estado-nación ha de hacerse cargo de la mayoría o, peor aún, de todos nuestros
problemas, es -como hemos señalado en múltiples oportunidades- de antigua data,
y de profunda raigambre entre las personas, no sólo en Latinoamérica sino en el
mundo entero. Aunque, claro está, con diversas intensidades y cantidades de
aplicación. Será interesante rastrear en la historia los casos en que esto
comenzó a suceder y los lugares donde tuvo su origen:
"En general la
intromisión del estado en Inglaterra fue acentuándose desde la primera guerra
pero en la década del cuarenta comienza una etapa distinta marcada clara y
contundentemente por la intensa participación del estado en temas llamados de
“seguridad social”. El llamado “estado de bienestar” o “estado benefactor”
divorció la moral de la política social y afectó la idea de la responsabilidad
individual y los incentivos para los emprendimientos privados al tiempo que se
acentuó el deterioro del concepto del derecho transformándolo en una
enumeración de deseos con rango cuasi constitucional con lo que en buena medida
se destruyó el concepto del respeto por el fruto del trabajo de otros y la idea
de autonomía individual degradándose la idea de la solidaridad y la
benevolencia. Se implantó la curiosa teoría de que el antropomorfismo
“sociedad” era la responsable de los problemas sociales y, a través del estado,
tenía la obligación moral de resolver estos problemas. Este fue el sentido del
Beveridge Report, documento publicado en 1942 que anunció al “estado de
bienestar” como una “revolución británica”.[1]
Estas consecuencias,
por supuesto, no se limitaron al caso de Inglaterra, sino que se extendieron
por todo el mundo desde entonces y hasta nuestros días. Pero en realidad, ya
conocía antecedentes con la Socialpolitik implementada por el canciller Otto
von Bismarck en Prusia en el siglo anterior al de la primera guerra mundial.
Dicha invasión del estado-nación en los asuntos privados y -por sobre todo- en
temas en los que se debatían las causas de la pobreza y de la riqueza, fue
debida -a su vez- a la incomprensión de las masas respecto de elementales
cuestiones económicas, y –fundamentalmente- de la profunda interrelación que
estas tienen con las denominadas "políticas sociales". Lo que -a su
turno- fue consecuencia de la popularidad creciente de las erradas ideas
socialistas entre los dirigentes políticos y los intelectuales. La separación
conceptual apuntada entre "políticas sociales" y economía fue lo que
indujo a pensar a dirigentes y dirigidos que existía un divorcio entre unas y
otras. Bajo esta falacia se construyó la teoría del "estado
benefactor", y todos los mitos que se tejieron respecto de sus
"prodigiosas capacidades" para "solucionar" la vida de casi
todo el mundo. Esto provocó la subversión de los principios morales que se
marcan con notable acierto en la cita precedente y cuyas consecuencias se ven
agravadas en la actualidad.
"A lo largo del
siglo XIX se acrecentaron las iniciativas privadas de caridad así como la
constitución de sociedades de ayuda mutua, contexto en el que surgieron
instituciones que perdurarían en el tiempo, como es el caso del Ejército de
Salvación. Con el fin de la primera guerra mundial, el surgimiento del estado
de bienestar sembró la semilla del divorcio entre la moral y la ayuda hacia el
prójimo que encontró en la obra del economista británico John Maynard Keynes el
sustento teórico que permitió llevar adelante la irrefrenable intervención del
gobierno en la economía, trasladando la caridad de la esfera privada y
voluntaria hacia la pública y obligatoria."[2]
Aquellas
instituciones privadas que proliferaron en el siglo XIX, nacieron bajo las
ideas de la responsabilidad individual, la conciencia de la necesidad del
prójimo y un profundo sentido de solidaridad que inspiran todos los principios
del liberalismo. Sin embargo, toda esa notable labor privada, fue siendo
destruida poco a poco por la paulatina pero incesante tarea de socavación moral
e intelectual por parte del estado-nación y de sus ideólogos, como lo fuera el
muy nefasto Lord Keynes. Con todo, como bien anotan los autores citados, esas
instituciones "perdurarían en el tiempo, como es el caso del Ejército de
Salvación". Aunque claro está, no cumpliendo un rol de la relevancia que
tenían en la época de su formación originaria. Pero resulta notable que, muchas
de las iniciativas privadas de este tipo, aunque menguadas por la competencia
desleal del estado-nación, resultan mucho más eficientes que las "ayudas"
estatales que suelen ser menores en cuantía, calidad y en eficacia. La idea de
caridad, responsabilidad moral e individual fueron completamente desvirtuadas
por el estatismo. Lo mismo sucedió en Alemania:
"En 1950 Röpke
advirtió, en un informe comisionado por el Gobierno, que había una “fuerte
tendencia” a restringir exageradamente el mercado. Asimismo, Röpke insistía en
que los gastos sociales y los impuestos no pueden sobrepasar cierto nivel “sin
perjudicar los aspectos expansivos y concertadores de una economía de libre
mercado”.
Las críticas de Röpke a los programas de
bienestar aumentaron en los años siguientes. Así, censuró duramente la decisión
del Gobierno Erhard (1957) de ajustar el programa de pensiones al costo de la
vida: a su juicio, era un paso para convertir el sistema de bienestar en “una
muleta para la sociedad”.
Esa muleta sigue estando ahí. Hoy, los
partidos políticos alemanes ofrecen rebajar los impuestos al tiempo que
prometen más gastos sociales. Eso no es financieramente responsable, pero los
políticos saben que muchos alemanes no votarán por quien diga que va a reducir
el Estado de Bienestar."[3]
Indudablemente, la
cita refleja la falsa conciencia creada en el pueblo (no sólo en el alemán del
caso, sino en el del resto de mundo) de que es el estado-nación y no nosotros
quien debe ocuparse de todas nuestras necesidades. Los gastos sociales son
financiados con impuestos, impuestos que pagamos todos, pobres y ricos, pero
que perjudican más a los pobres que a los pudientes. En los hechos -y si bien
las promesas son de menores impuestos- estos no han dejado de crecer en las
últimas décadas a nivel global.
[1] Alberto Benegas Lynch (h)
– Martin Krause. En
defensa de los más necesitados. Editorial Atlántida. Buenos Aires, pág. 325/6
[2] Alberto Benegas Lynch (h) – Martin Krause. En defensa ...ob.
cit. pág. 330
[3] Sam Gregg -No hubo milagro alemán-2 de
Julio de 2008-Fuente:
http://www.fundacionburke.org/2008/07/02/no-hubo-milagro-aleman/ pág. 2
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.