LAS COSAS DEL ESPÍRITU:
Del espíritu
son cosas como la belleza, la imaginación, la creatividad, el arte, los sueños,
los ideales, la felicidad, el coraje, la sabiduría, la dignidad, la fe o la
libertad.
También del espíritu son la
maldad, la perversidad, la corrupción, el cinismo, la cobardía, la humillación
o el chavismo.
Cuando señalamos que en Venezuela
se libra una lucha espiritual por un porvenir más humano y libre, más digno y
creativo en contra de esta algarabía de cinismo y depravación que es el
chavismo no exageramos. Este tipo de luchas no son nuevas, en sociedades tan
convulsionadas como la nuestra la lucha del bien contra el mal es la constante.
Que alguien se atreva a señalar
que a un pueblo no le interesa luchar por su libertad no sólo es estúpido, es
ignorante del alma humana y de la historia de las civilizaciones. Los momentos
más brillantes que ha vivido la humanidad los ha conocido por luchar y vencer
por cosas del espíritu como la libertad, la justicia, la igualdad o la
democracia.
Romper con el molde del
conformismo y de la desesperanza aprendida requiere de mucho valor y a veces
hasta de heroísmo. No es fácil librar batallas espirituales pero si un pueblo
aspira un mejor porvenir, si desea progresar hacia mejores niveles de libertad
y prosperidad debe luchar con brío, de manera individual y colectiva, por
conquistarlos.
Quien lo hace lidera a una nación
y más: lidera una época.
LA FUERZA ES LA FE
En el momento más desconsolador y
humillante en el que un sector del liderazgo político opositor se había rendido
y subyugado a los devastadores antojos del dictador Nicolás Maduro, cuando todo
parecía perdido y la Mesa de la Unidad (MUD) había decidido cohabitar
sumisamente con el poder autocrático del chavismo, Leopoldo López junto a María
Corina Machado, Antonio Ledezma y el movimiento estudiantil, alzaron la voz, se
movilizaron y se rebelaron: no se someterían a los disparatados designios de la
corrupción chavista, no serían cómplices sumisos de la devastación nación, al
menos desenmascararían a los culpables y lucharían contra ellos.
Leopoldo López, quien como
alcalde logró completar una de las mejores gestiones públicas que ha conocido
Venezuela en su historia, comprendió que el país no vivía un tiempo exclusivo
de debate de políticas públicas ¿cómo se debate con la ignorancia?, sino algo
más complejo y vital, comprendió que el país vivía un dilema de desesperanza y
de autoestima moral, que la frustración popular nos tenía hundidos.
Había que rescatar la moral y el
ánimo del pueblo; había que sacrificarse por causas espirituales como lo habían
hecho grandes espíritus de la humanidad como Cristo, Gandhi, Luther King, Havel
o Mandela; sí, había que mostrar que los ideales y los principios son
incarcelables, había que dar el ejemplo.
Leopoldo sabía que no sería
fácil, pero también sabía que si no se hacía la adversidad y el hundimiento
serían insalvables.
Todo estaba en contra: la
ferocidad autocrática del régimen; los acomodados miembros de la eterna unidad
opositora; la desahuciada esperanza de un pueblo que se sentía abandonado y
traicionado por sus líderes; la falta de recursos materiales; la vista gorda y
complacencia hipócrita de la comunidad internacional; todo.
Leopoldo con lo que contaba era
con la inquebrantable fuerza de su fe, la fe en una mejor Venezuela.
BARROTES DE HUMO
Las dictaduras lo son no por
ingenuas sino por maliciosas y perversas. Están educadas en el mal y saben
perseguir a tiempo al bien antes de que las derroque.
Hugo Chávez, perspicaz como era,
reconoció tempranamente a su verdadero y más peligroso antagónico político en
Leopoldo López.
Le temió desde el primer día.
Intentó asesinarlo físicamente en varias ocasiones y no pudo; lo inhabilitó
políticamente para evitar enfrentarse a él y cometió un grave error de calculo:
promovió el nacimiento de la indoblegable fuerza política que es el partido
Voluntad Popular; por último, ya embalsamado el sátrapa, su amado sucesor
Nicolás Maduro en un torpe ataque de pánico ha encarcelado a Leopoldo.
Error probablemente insalvable:
con el injusto y disparatado encarcelamiento, el régimen ha enaltecido a
Leopoldo, ha ensanchado su espíritu y ha hecho que su fe sobrepase con
facilidad los barrotes de humo con que intentan someter su elevada moral. No
han podido doblegarlo, todo lo contrario: lo han encumbrado.
Al margen de que el mundo ha
puesto los ojos sobre Leopoldo López, que presidentes, premios Nobel, artistas
y líderes políticos de todas partes han solicitado su libertad, hasta aliados
tradicionales del chavismo han criticado lo extravagante, viciado y despiadado
del juicio, al margen de esto o aquello, lo que nos ha sorprendido hasta la
inspiración y el entusiasmo ha sido cada pronunciamiento, cada aseveración,
cada palabra escrita por Leopoldo desde su encarcelamiento.
Es el mismo ser pero es otro
espíritu: más hondo, más sensible y piadoso, más cabal y universal.
El inhumano trato que ha
recibido, el inexcusable aislamiento, las torturas, las golpizas, las
vejaciones a sus familiares, esposa e hijos, el robo a mano armada de sus
pertenencias, de sus escritos y de los apuntes sobre su defensa por parte de
encapuchados carceleros, no han logrado menoscabar la fuerza de su espíritu,
todo lo contrario, lo han ensanchado.
Su fe, su inquebrantable fe, su
sacrificio y su ejemplo, nos reivindican, animan e inspiran. Son este tipo de
hazañas las que transforman a las naciones.
Con el sacrificio de Leopoldo una
idea de dignidad, de temple y magnanimidad nos reivindica y distancia de la
depravada (por el chavismo) y la apocada (por la oposición) antropología del
ser venezolano.
Vamos siendo otros, como
venezolanos, por su liderazgo y ejemplo moral.
LA SONRISA DE MANUELA
Me une a Leopoldo una fraternidad
fundada sobre ideales de justicia, prosperidad y libertad para Venezuela.
También me une los afectos por su entrañable y admirada familia. Pero me
hermana con él un sueño común y futuro por una mejor, más humana y libre, más
próspera, Venezuela.
Una verdadera hermandad
espiritual nace de los afectos, se consolida con la comunión de principios e
ideales, pero se vigoriza y eterniza con la alianza de sueños y visiones
nacionales futuras. En ese sentido puedo señalar sin miramiento que tengo un
hermano preso; lucharé por liberarlo porque su libertad significará en gran
medida la libertad de la moral y del futuro de la Venezuela que anhelo.
El futuro de una nación lo
encarna su niñez, es por ello que uno ama más a un país y se compromete más con
su destino cuando tiene un hijo. Todo nuestro esfuerzo se enfoca en brindarles
un mejor porvenir.
Ver la conmovedora y bellísima
sonrisa de Manuela López después de visitar a su padre en la injusta e
inmerecida cárcel es una garantía de que Leopoldo seguirá luchando, sin
descanso, hasta alcanzar esa anhelada mejor Venezuela. Los que lo conocemos,
los que sabemos el inmenso amor que le profesa a sus hijos, sabemos que hasta
él último suspiro luchará por lograrlo, y lo logrará.
Pero esa labor liberadora y
transformadora no es sólo responsabilidad de Leopoldo, a todos nos compete por
igual. Ya él cimentó con su sacrificio y entrega las bases morales de otra
Venezuela, ahora entre todos forjemos las bases sociales de la libertad,
luchemos por un mejor futuro.
La lucha es espiritual pero debe
materializarse en hechos concretos. Somos una nación encarcelada por el
disparate chavista, tenemos que liberarnos y desvanecer los barrotes de humo
con que el chavismo pretende encarcelar nuestro ideales y sueños; que la
inquebrantable fuerza de nuestra fe también se imponga, unidos la Venezuela que
añoramos será indetenible. Sí hay futuro, depende de ti y de mí.
Cerraré con unas palabras de
Leopoldo y dos pregunta; la pregunta como toda cosa del espíritu quedará en tu
conciencia.
Asegura Leopoldo: “Sé que voy a
salir en libertad y que cuando salga estaré más fuerte de alma, mente y cuerpo.
Saldré fortalecido espiritualmente y sin rencor. El odio, el resentimiento es
lo que ha llevado a nuestro país al estancamiento. Vamos a avanzar en nuestro
sueño que no es otro que alcanzar la mejor Venezuela, la Venezuela de la paz,
del bienestar y del progreso.”
Y yo te pregunto: ¿Tú también
saldrás en libertad? ¿Qué tan inquebrantable es tu fe? No me respondas a mí,
respóndele a tu conciencia.
Y si dudas y si sientes que te
frustras y no puedes, observa el admirable ejemplo Leopoldo, su entereza, su
fortaleza moral y su fuerza.
Y recuerda: el que se cansa
pierde…
“Enfrentaré en todos los terrenos, en todos, y en especial en el moral, a la dictadura” (Leopoldo López Mendoza)
Gustavo Tovar Arroyo
elmichoacano@hotmail.com
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