Es harto conocida la incapacidad de Maduro para el desempeño de las funciones en todos y cada uno de los cargos ocupados a cuenta de buen furriel del difunto Comandante en Jefe y de los hermanos Castro. De allí que le quede follón el ropaje de líder de la nación y caiga en el ridículo de las imitaciones.
Los gobernantes venezolanos, desde cuando la humilde
Capitanía General decidió independizarse, han sido en extremo cuidadosos en la
escogencia del personal diplomático.
Así tenemos que la primera misión la
preside Don Andrés Bello, secundado por Luis López Méndez y Simón Bolívar quien
para el momento sumaba a su pertenencia y condición de agitador en el seno de
la Sociedad Patriótica, la cuantiosa fortuna familiar, más que suficiente para
financiar con holgura los costos de la delegación. En adelante, aun en los más
tenebrosos momentos del devenir republicano, los gobiernos tuvieron buen tino
en la designación de embajadores que, cuando menos, nos dieran a conocer como
seres civilizados. Tanto así que en el gobierno del tirano General Juan Vicente
Gómez, César Zumeta político, escritor y
diplomático tuvo participación sobresaliente en el proceso de la fundación de
la Sociedad de las Naciones, precursora de la ONU.
Revisados, a vuelapluma, el nivel de nuestra
histórica representación diplomática no es posible resistir la tentación de
resaltar la distancia planetaria que separa a María Gabriela Chávez (hija del
finado Hugo Chávez Frías) de quienes ostentaron la representación venezolana en
la ONU, antes de que el castro-chavismo incautara el gobierno. No pueden
compararse los “diplomáticos” fabricados a golpe de culatas y cortes de
bayonetas que hoy detentan esos cargos, porque carecen de calificación para
ello, con representantes tan ilustres como Andrés Bello, Carracciolo Parra
Pérez, César Zumeta, Manuel Pérez Guerrero, Arístides Calvani y Simón Alberto
Consalvi, tan solo por mencionar algunos.
Para entender el descenso a los abismos en la
calidad del personal que ejerce la diplomacia venezolana, es necesario comparar
lo incomparable, lo que tuvimos con lo que tenemos ocupando el cargo de
Presidente de la República. Partiendo de allí nos percataremos que caminamos en
reversa. Sin embargo, aventurémonos por el tranco histórico 1899 y 1999.
Comenzando con Cipriano Castro, Gómez y la saga gomecista, continuando con
Betancourt y el trienio 1945-1948, la dictadura de Pérez Jiménez y hasta el
último de los gobernantes de la república democrática, hasta quienes no pasaron
por la academia fueron estadistas que escogieron cancilleres talentosos que
interpretaron y ejecutaron con brillo la política exterior previamente
diseñada. Nada que ver con los desplantes de revolucionarios desmelenados del
castro-chavismo y la rampante ignorancia que enarbolan.
Es harto conocida la incapacidad de Maduro para el
desempeño de las funciones en todos y cada uno de los cargos ocupados a cuenta
de buen furriel del difunto Comandante en Jefe y de los hermanos Castro. De
allí que le quede follón el ropaje de líder de la nación y caiga en el ridículo
de las imitaciones. Y como está rodeado de un equipo de fundamentalistas
encerrados en las estrecheces teóricas de ese fraude político llamado
Socialismo del Siglo XXI, no puede hacer más que proponer lo ya propuesto por
otros jefes de Estado y concluir con la echonería del nuevo rico ofreciendo US$
5 millones para combatir el Ébola y sentirse orbitando el planeta, mientras despiden de su trabajo a 3 mil
educadores, sólo en el Estado Lara, porque no hay dinero en caja para pagarles
los sueldos.
German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico
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