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viernes, 22 de agosto de 2014

GOLFREDO DÁVILA, AUTONOMÍA (PARTE I Y II)

La intromisión hegemónica del actual régimen y su obsesión por el control total, son agobiantes y al mismo tiempo búmeran. La propaganda avasallante, tratar a los seres humanos como objetos y no sujetos de derecho y justicia, el irrespeto, el insulto y castigar a quienes se oponen al amaestramiento que imponen, son conductas propias de la barbarie que fenecerán.

La sociedad desde la antigüedad se ha organizado y creó el Estado como el instrumento que regula las relaciones entre sus componentes. El Estado por su parte ha evolucionado en el transcurrir de los tiempos, pero sigue siendo un aparato que domina a la sociedad. Ésta afortunadamente ha creado sus contrapesos, siendo el más importante su autonomía organizacional y política.

Autonomía viene del griego auto, "uno mismo", y nomos, "norma", procede de la filosofía y la psicología y expresa la capacidad para darse reglas a uno mismo o tomar decisiones sin intervención ni influencia externa. Es también la capacidad que tiene el individuo, comunidad o pueblo de autogobernarse, o de ciertos entes territoriales para regirse con órganos y normas propias en el marco constitucional. Es un término vinculado a los conceptos de democracia y libertad.

Desde diversos ámbitos del poder, siempre se ha mirado con recelo las ideas autonomistas y desde allí se esgrime, por ejemplo; que la autonomía de estados y municipios, desdibuja y hace débil a la nación, muy a pesar que la Constitución Nacional dice que somos una República federal y descentralizada. Alegan que la descentralización y la desconcentración del poder, inducen a la fractura, dispersión e incoherencia del país, que se requiere una fuerte y única voz ante cualquier poder imperial; algunos no delegan y frenan procesos democratizadores aduciendo que generan anarquía e ingobernabilidad y están los que subestiman y/o desconfían de las capacidades del otro, sea este, un individuo, un colectivo, un municipio o un estado. Detrás de ello se esconde su apego por el poder absoluto.

En nuestro país la autonomía fue echada al olvido, el régimen la suprimió del discurso, de sus textos y leyes, le huyen, le tienen temor. Lo cual es coherente con su naturaleza autoritaria y con el concepto fascista de que la sociedad forma parte del cuerpo y el espíritu del Estado. Pues a la sociedad no le queda una pizca de autonomía, a excepción de algunas universidades y parte del sector privado, que todavía acarician ciertos vestigios de ella. Pero lo más triste, paradójico y complejo de nuestra realidad, es que mientras el Estado controla y atosiga con tanta ferocidad a la sociedad decente y busca su rendición, el pillaje, el malandrismo y el narcotráfico andan a sus anchas y con suficiente autonomía, al punto que las instituciones formales le rinden pleitesía a las mafias.

La realidad impone un diálogo al interior de la sociedad, sobre tres aspectos esenciales; el Estado que necesitamos, las formas de lucha y organización ante la crisis y un proyecto de cambio.

AUTONOMÍA (II)

Abordar un tema como el de la autonomía en tiempos de caos, seguramente puede resultar inocuo para algunos lectores. Pero es clave que entendamos que la carencia de una sociedad autónoma forma parte de las causas y no de las consecuencias de la crisis del país. Además, la gravedad de los problemas objetivos, por si sola, no genera conciencia política, así como tampoco la conciencia y la razón por si solas generan cambios.

Cabe destacar que el individuo es autónomo respecto del colectivo, que la sociedad lo es frente al Estado-nación y este lo es en relación con el resto de las naciones. La autonomía debe llegar a formar parte de nuestra cultura de vida y ella comienza por la capacidad de análisis crítico, es lo opuesto al ordeno y mando, a la sumisión y el culto a la personalidad. En la sociedad, va de la mano con la capacidad de organización y lucha, por tanto los Consejos Comunales, sindicatos, gremios estudiantiles y profesionales, ONGs entre otras, no deben ser apéndices del Estado y están llamados a definir en forma soberana el modelo de democracia que aspiran.

Un paso en esa dirección es el diálogo y convertir el pensamiento y la organización en  acción, así como construir un Estado-nación que rompa las ataduras con poderes imperiales o foráneos. Causa asombro la inmoralidad con la que el régimen alardea de la soberanía, sólo la manosean para distraer a la opinión pública, porque lo que pulula es la economía de puertos, mayor endeudamiento externo y turbios negocios con otros países, en detrimento de los intereses nacionales. Los 15 años de fracaso del régimen chavista nos han hecho más dependientes que nunca. Ahí se observa la mentira y lo contradictorio de su conducta, despotismo militar a lo interno del país, pero sumisión absoluta al imperio chino y a los designios de los castro de Cuba.

Estos asuntos claves han sido debatidos por la dirigencia opositora, pero el pueblo carece de dichos insumos, alimentando con ello un accionar voluntarista, parcelado y disperso. Del lado del chavismo se vienen generando desarrollos autonómicos y tendenciales, producto de la crisis y las luchas sociales, aun cuando no cuentan con un soporte alterno que les dé luz propia. Es un proceso de marchas y contramarchas, pero hay logros y avances en la conciencia política, que pueden ser potenciados con la articulación de las fuerzas.

El quid del asunto es como construir un nuevo poder donde haya respeto por la gente. Lo descrito nos señala un camino; acompañar al pueblo en sus reclamos, romper la polarización que nos afecta a todos, articular y unir a las fuerzas sociales y políticas en torno a una visión de Estado y un proyecto global de cambio. Un Estado que resuelva problemas, que se dedique a atender prioridades en educación, salud, seguridad y servicios públicos y una sociedad autónoma que coadyuve en la construcción de un desarrollo independiente y soberano de nuestra nación. 

Golfredo Davila
golfredodavila@yahoo.es
@golfredodavila


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