“La libertad de expresión forma parte de los
derechos humanos y está protegida por la Declaración Universal de 1948, y las leyes de todos los estados
democráticos”
Esta
libertad supone que todos los seres humanos tenemos derecho de expresarnos sin
ser hostigados debido a lo que opinemos. Representa, por otra parte, la
posibilidad de realizar investigaciones, acceder a la información y
transmitirla sin barreras de ninguna naturaleza. La expresión nunca debe ser
objeto de censura previa, pero si puede regularse a partir de la
responsabilidad ulterior, por lo que se supone que, con la libertad de
expresión, no se puede impedir que una persona se exprese, amparado por su
derecho a decir lo que piensa, porque no está
exenta de enfrentar cargos por calumnias e injurias.
La
libertad de expresión está vinculada a la libertad de prensa, que es la
garantía de transmitir información a través de los medios de comunicación
social, sin que el Estado pueda ejercer un control.
El
giro que ha tomado en su línea editorial el diario El Universal de manos de sus
nuevos propietarios, una empresa española,
ha sido objeto de las más diversas conjeturas, las cuales enturbian su
dilatada e indiscutible trayectoria en el periodismo nacional, desde hace 104
años cuando salió a la luz pública su primera edición. La abrupta salida de más
de 26 colaboradores que en su carácter de columnistas mantenían –muchos de
ellos desde hace largos años – sus opiniones sobre distintos tópicos de la vida
nacional, contradice las declaraciones de su nuevo Presidente Abreu Anselmi, quien le había confiado al
colega Roberto Giusti, reportero de ese medio impreso: “no habrá control ni
cortapisas. La libertad de expresión es un valor esencial y el periódico es una
institución de la república, del país y como tal se mantendrá.” Nadie contará
con tanta libertad como los colaboradores de El Universal”.
La
excusa del diario para salir de sus colaboradores, fue que la medida obedeció a una
“reestructuración editorial”, y prescindió de dichos columnistas porque sus
contenidos no se adecuan a los lineamientos e intereses de sus nuevos
propietarios. Adujeron además quienes manejan el timón de la nave
periodística, que declinaron de las publicaciones por carecer de ética, lo cual
no solo constituye una grosera actitud y
respuesta para quienes por años escribieron en sus páginas, sino también de una
burda y torpe excusa para justificar dicha determinación.
Si
bien el régimen pisotea la Constitución Nacional a su antojo y cuando le da la
real gana, los nuevos propietarios del diario El Universal a pie juntilla se
convierten en cómplices de estos desafueros que atentan innegablemente contra
la libertad de expresión y de prensa, incumpliendo el mandato que la Carta
Magna contempla en su artículo 57 : “Toda persona tiene derecho a expresar
libremente sus pensamientos, ideas u opiniones de viva voz, por escrito o
mediante cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de
cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura.
Quien haga uso de este derecho asume plena responsabilidad por lo expresado. No
se permite el anonimato, ni la propaganda de guerra, ni mensajes
discriminatorios, ni los que promuevan la intolerancia religiosa. Se prohíbe la
censura a los funcionarios públicos o funcionarias públicas para dar cuenta de
los asuntos bajo sus responsabilidades”.
El
trabajo responsable y la consideración a las necesidades y deseos de la
sociedad a la que sirve constituyen los fines fundamentales y prioritarios de
la prensa libre, que ofrece las noticias con la mayor exactitud y objetividad
posibles acerca de todos los acontecimientos importantes. Como portavoz de la
opinión pública encausa la formación de ésta, atendiendo a la respuesta de los
ciudadanos. La prensa es un medio de crítica y de control del poder público, es
decir, pone de manifiesto las anomalías en la práctica, las irregularidades
legales, las situaciones que exigen remedio y las posibles vías de solución que
surgen del debate público. Es precisamente en este sentido, entendida como
instrumento corrector y cohesivo de la sociedad, cuando la prensa adquiere su
significación más positiva y acertada.
La
tiranía es el despotismo llevada a su máxima expresión. Es el gobierno sin
limitaciones jurídicas ni morales, que actúa al margen de las normas del
derecho. Thomas Jefferson, redactor en el año 1776 de la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos y presidente de su país desde 1801 a 1809,
mencionaba que la tiranía es “toda forma de opresión que obre sobre el cuerpo y
la mente de los hombres”. Es lógico, por lo tanto, que el derecho de los pueblos
a resistir a la tiranía, que está consagrado en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, aprobada en la Asamblea General de las Naciones Unidas y
reconocida en nuestra Constitución, garantice –como lo señalamos en párrafos
anteriores – “el derecho a la libertad de opinión y de expresión del
pensamiento en todas sus formas, a través de cualquier medio de comunicación,
sin perjuicio de las responsabilidades previstas en la ley”
El
Colegio Nacional de Periodistas fijó su posición mediante comunicado en el cual
entre otras cosas refiere que “por fuerza de ley es guardián y defensor del
derecho de los venezolanos de buscar, recibir y emitir libremente informaciones
e ideas, e insta a los nuevos dueños de El Universal, a sí como a los
responsables de los medios de comunicación venezolanos, incluyendo los
dependientes del Estado, a respetar la larga tradición democrática de la prensa
y a restituir el balance global del debate público venezolano, cada vez más
estrecho para quienes tienen las necesidades de criticar la actuación y el
trabajo de los funcionarios del Estado”
El
populismo y demagogia de Maduro que lleva implícita la antidemocracia, ha
permitido que sus sayones intenten acallar la libertad de expresión y de la
prensa, actitud propia de quienes tienen mentalidad fascista. Pero jamás
permitiremos tales monstruosidades, entre otras razones, porque priva por
encima de todos los intereses que pudiesen cercenarla, la irrenunciable
posición de hombres y mujeres del oficio, dispuestos a no desmayar en su lucha
para sostener el derecho de sus compatriotas a estar debidamente informados de
todo cuanto acontece en el país, gústele o no al inquilino de Miraflores y a
los que frenéticamente aplauden todos sus estropicios desquiciantes.
Lucharemos
y en esta batalla no desmayaremos, para evitar que se cercene la libertad de
expresión y tampoco la usaremos como patente de corso, sinónimo de inmunidad o
de impunidad.
Carlos
E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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