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viernes, 13 de junio de 2014

PEDRO PAÚL BELLO. ESTADO DEMOCRÁTICO.

El Estado democrático y constitucional, a diferencia del modelo totalitario, se caracteriza porque  el ejercicio del poder es controlado y limitado por la Constitución, de manera directa, o a través de los órganos del propio Estado. 


Si ello no fuese así, los gobernantes podrían abusar del poder pues,  como lo dijera Montesquieu,  “Todo hombre que tiene poder tiende a abusar de él.”

Es por eso que la Carta Democrática Interamericana contiene, como principio fundamental, la separación e independencia de los Poderes Públicos.  En efecto, si no existe control del poder no se puede concebir que haya elecciones limpias,  representatividad,  alternabilidad, pluralismo, transparencia administrativa, participación real ni ejercicio respetado de todos los derechos humanos.
En el pasado venezolano  --y de otros países del sub-continente o de otras naciones de la tierra--  los gobernantes con vocación totalitaria y, a falta de organismos de control como los anteriormente señalados, disponían  --y aún disponen--  del poder como de cosa propia, sometiendo a las poblaciones a toda suerte de abusos y atropellos. En el pasado siglo XX, el mundo todo vivió  --y en buena parte del mismo soportó--  atropellos sin límites contra la vida y la dignidad de la persona humana que, sin ser los únicos, ejemplarizaron los gobiernos totalitarios de la Unión Soviética y de la Alemania Nazi, cuyos abusos se extendieron a buena parte de Europa y de África.
Sin embargo, en las décadas terminales del siglo XX y las iniciales del siglo XXI, han reaparecido fuertes tendencias y también rechazos de las poblaciones en las que tales bárbaras expresiones de gobiernos se han claramente manifestado. De manera muy lamentable, en Venezuela, por causas y hechos que bien conocemos, ha resurgido una nueva muestra del “modelo” totalitario cuya inspiración ha sido la que sojuzga a la hermana nación cubana desde hace más de cincuenta y cuatro años.
El modelo que podemos denominar como “reciente”, que desde 1999 se instaló en el poder de Venezuela, sin embargo, con todas las características que podríamos llamar del “totalitarismo clásico”, el modelo totalitario “reciente” consiste en que los gobiernos de tal vocación de poder absoluto, en sus inicios y a todo lo largo de un lento desarrollo, se han disfrazado de “democráticos” para, de esa manera, ejercer gradualmente el totalitarismo “clásico”, para realizar atropellos idénticos como los que había ejercido el totalitarismo “clásico.”  Para comprobarlo, no es necesario explicar nada:  basta con ver los diarios que aún circulan, o los “youtube”, o el internet, para comprobar la ferocidad y el odio que unas supuestas “fuerzas armadas” han puesto en práctica –sin éxito, por cierto--  para someter la protesta de los sectores juveniles y los valerosos estudiantes.
Cómo si todo ello fuera poco  --con más de cuarenta jóvenes asesinados y algunos supuestos de la fuerza represiva también--  desde hace unos dos a tres años, se viene intentando, por parte del régimen totalitario “moderno”, insertar las concepciones llamadas “comunales” que han llamado “populares”, que en la realidad práctica son mecanismos para, con otros similares, evadir todo posible control constitucional del ejercicio por el poder, con el objetivo de centralizar éste de manera absoluta.
La propaganda hacia la población inocente, es la de ir hacia una “democracia participativa”, que sería opuesta a la democracia representativa que el sector comunista ha tratado de desacreditar.  Pero el verdadero objetivo sería eliminar la lograda descentralización en tiempos cuando en Venezuela había aún democracia, si bien no se pudo desarrollar plenamente.  Con ese propósito, lo que en realidad se pretende es que los ciudadanos de cualquier Estado, Municipio o Aldea de la República, no puedan participar, ni con voto ni con voz, en la toma de decisiones políticas, urbanas o relativas a las necesidades de los más desamparados, aprovechando, precisamente, que estos, en su gran mayoría, no están cerca del todopoderoso poder central, sino muy lejos. En efecto, cuando el poder en verdad es descentralizado y las autoridades locales gozan de autonomía propia, el ciudadano acude a esas instancias en función de sus reales necesidades o maneras de pensar. De aplicarse el objetivo oculto del régimen todo estaría en manos del Poder Centralizado, y así desaparecerá la prometida y tan cacareada “democracia participativa y protagónica” que, en verdad, nunca ha existido ni siquiera como “agónica.”
Dentro del antes señalado propósito de la tiranía, está la definitiva desaparición de los Concejos Municipales, así como de las Alcaldías, pues, hasta el presente, sus integrantes son elegidos por votación popular, supuestamente directa y secreta.  Debemos tener presente que, el difunto Presidente  --a quien no se le puede negar que decía lo que pensaba hacer—expresó como objetivo suyo “ir marchando hacia la conformación del Estado Comunal”, y que al vigente modelo era necesario “irlo desmontando progresivamente mientras vamos levantando al Estado  Comunal, al Estado Socialista, al Estado Bolivariano”. Al mismo tiempo, señaló inmediatamente que su objetivo era “transitar hacia el camino de una “Ciudad Comunal”, donde no se necesiten Alcaldías ni Juntas Municipales, sino sólo el Poder Comunal”, por supuesto, dependiente del Poder Central y del Partido Único.
Para finalizar, les dejo la definición de Estado, que sintetiza el pensamiento y orientación de dos grandes autores:
Estado es la organización en una Sociedad y territorio determinados,  de la cooperación   social-territorial  en una unidad de dominación, independiente en lo exterior e interior , que actúa de modo continuo con medios de poder propios pero públicos, de acuerdo a una regulación jurídica precisa que define facultades claramente delimitadas en lo personal y territorial, así como mecanismos de control efectivos, que tiene un pueblo, en un espacio o territorio definido y demarcado por límites, que como dominación actúa legítimamente y  que es  independiente política y económicamente, y como unidad de decisión jurídica universal sometida a los límites y controles que establezca el ordenamiento legal vigente. 
Los autores son: Herman Heller y Georg Jellinek

Pedro Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello

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