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lunes, 9 de junio de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¿PARA QUÉ HA SERVIDO ESTA REVOLUCIÓN?, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

¿PARA QUÉ HA SERVIDO ESTA REVOLUCIÓN?


Esta pregunta pudiera dar pié para revisar el alcance de revoluciones que, como hechos de cambio históricamente interesante, comprometen procesos políticos, económicos y sociales en la medida que sus efectos sean considerados como factores de desarrollo y progreso en todos los ámbitos que configuran una realidad nacional en particular. Pero si la misma pregunta se suscribe al contexto de lo que en el devenir de estos tiempos ha significado la denominada “revolución bolivariana”, seguramente la respuesta pondrá al descubierto no sólo reveses conceptuales que darán cuenta de una semántica absolutamente traspapelada. Asimismo, de consecuencias totalmente alejadas de lo que la dialéctica política e histórica considera de tan estrafalaria pretensión. Que además, cayó en “saco roto”.

En principio debe advertirse que ni el cuerpo de la Constitución de Venezuela, ni su fundamentación jurídica, brindan un ápice de su texto o de su disposición para referir el término “revolución”. Menos aún, para exaltar razones a partir de las cuales la administración de gobierno pudiera arrogarse facultades para disociar la democracia como sistema político sobre el cual debe dirimirse la soberanía popular, la libertad, la independencia y la autodeterminación nacional. Bastó que el gobierno comenzara a observar, apenas entrado el siglo XXI, la pérdida de vitales espacios políticos y sociales por causa de equivocadas políticas asumidas en el plano de un populismo demagógico, para blandir con marcado desespero conceptos que emergieron tan bruscamente como repentinos fueron los cambios que intentaron justificar. Peor aún, que forzaron sin más razones que las endilgadas por el autoritarismo del cual se valieron estos gobernantes para imponer un proyecto ideológico por voluntad unilateral.

Los primeros dos lustros, luego del arribo a la presidencia de la República del redimido teniente coronel, fueron oportunidad única para desaforar sigilosamente la institucionalidad democrática. Los odios acumulados se convirtieron en criterios de gobierno para descalabrar valores morales a los cuales se aferró la noción y práctica de ciudadanía. Por eso, la estructura gubernamental no sólo se deformó al exagerarse su capacidad funcional–administrativa con la creación de ministerios, institutos, superintendencias, centros operativos, corporaciones. Aparte de comandos tácticos, estados mayores, alto mando político de la revolución, colectivos, comunas, entre otros. También se anquilosó en manos de personajes cuya lealtad al proyecto político de gobierno sirviera para encubrir maniobras producto del maniqueo absurdo y corrupto que dio amparo a decisiones que fueron desquiciando la economía nacional.

Hoy, Venezuela está en la antesala del desmontaje institucional más acérrimo de su historia republicana. Tanto, que el propio Banco Central  se ha visto en la contradictoria e imperiosa necesidad de dejar que el tiempo transcurra a fin de solapar lo que acontece en el ámbito de la aguda recesión en ciernes cuyas consecuencias han comenzado a arreciar. A pesar de todo lo dicho sobre las presuntas bondades de la trillada “revolución”, especialmente por el mal llamado “Plan de la Patria”, el país está hundiéndose sin que sus gobernantes quieran convencerse de lo patético de la actual situación. ¿O es que la condición de militante del partido de gobierno, hace que sobre esta gente no incida nada infortunado? Es decir, que los afectos al proceso no se enferman, no sufren las adversidades de la crisis nacional. Viven exentos de las calamidades de no conseguir medicamentos, alimentos, repuestos o de los precios de una canasta básica que supera groseramente el salario mínimo. No caen en el rango de aquella población que padece los rigores de una pobreza extrema y que, según cifras oficiales, ha aumentado proporcionalmente en relación con los ingresos por renta petrolera. Las realidades las tergiversan para aparentar lo que no es. De hecho, siguen aprovechándose de mentiras piadosas, como lo  del magnicidio, para pasar por encima de contrariedades como si en verdad nada sucediera. Cuando lo que acontece trasciende lo aberrante. Si las realidades del país han llegado a niveles tan accidentados y caóticos, sin que estos gobernantes así las reconozcan, entonces ¿para qué ha servido esta revolución?

VENTANA DE PAPEL

ECONOMÍA DE APOCALIPSIS

La desvergüenza del régimen, no tiene comparación en el contexto de la geopolítica latinoamericana. Resulta inaudito que a pesar de estar todas las alarmas prendidas, los funcionarios gubernamentales de esta pervertida revolución se hacen los desentendidos. Como si la cosa no fuera con ellos. Y resulta que la culpa no tiene más incriminados que los actuales conductores del país. O sea, los desposados civiles-militares según los postulados del estratega Ceresole. Desde que el régimen siguió este libreto, el rumbo del país se extravió. Ni por la vía de la macroeconomía ni tampoco de la microeconomía, han podido despejar las incógnitas que complicaron la resolución del embrollo engendrado por causa de la incompetencia de los jerarcas del régimen. El problema ha instado a los organismos oficiales encargados del análisis de la dinámica de la economía nacional a actuar al margen de las necesidades de información que requieren otras instancias que igualmente necesitan del conocimiento de dichas cifras para sus respectivos análisis. Sin embargo, el temor del régimen a que se sepa el tamaño del hueco fiscal que tiene al país al borde de la banca rota, luego de haber percibido los ingresos más altos de la historia del país, es infinito. La economía venezolana vive momentos de oscurantismo ante el ocultamiento de cifras relacionadas con el Índice de Inflación de abril, con el Crecimiento Económico del cuarto trimestre 2013. La Balanza de Pagos sigue mostrándose incompleta. Cadivi dejó de publicar estadísticas. El Cencoex  hizo lo mismo. El Cicad 2, informa de manera arbitraria. En medio de tan grotesco grado de desinformación, cualquier diagnóstico luce aventurado. Si a ello se suma el pésimo manejo del flujo de caja que exhibe el régimen, se verá seriamente comprometido el pago de la deuda externa lo cual pondría aún más en aprietos al resto de la economía. O lo que sucede cuando el régimen busca suplir las deficiencias de divisas recurriendo al endeudamiento creando un círculo vicioso del cual le resultaría difícil salir airoso. De mantenerse el régimen empeñado en enclaustrar cifras a partir de las cuales pueden prescribirse los males de la economía inducidos desde el poder, el empeoramiento de la crisis se agudizaría terriblemente sin distingo del daño que indistintamente causaría en los grupos de población que configuran el dominio venezolano. Esto llevará a un año 2014, o lo que queda de él, dramáticamente escabroso. No hay duda de que el país vive una secuencial agonía pues padece una economía de apocalipsis.

GRAVES PREOCUPACIONES

El país político-democrático sigue igualmente inquieto ante el avance de una gestión pública incapaz de salir adelante frente a la situación de crisis que asfixia todos los ámbitos del acontecer nacional. El régimen sólo sabe reprimir como si de esa forma los problemas se solucionaran. Por el contrario. Se agravan. Los métodos del fascismo utilizados para liquidar las múltiples protestas que a diario se realizan en todo el territorio venezolano, demuestra la magnitud de la torpeza de altos funcionarios que, por obtusos, han arrastrado al país a niveles de atraso de épocas superadas. A pesar de tan tristes realidades, la población no ha dejado de elevar su reclamo. Las decisiones que sigue tomando el régimen, no se corresponden con las expectativas de libertad que merecen alcanzarse luego de haber trajinado en contra del estilo retrógrado que sigue este régimen inspirado en su cuento incoherente del “socialismo del siglo XXI”. Al lado de reacciones asumidas por gente con consciencia de los derechos que amparan libertades y garantías, entra a la palestra el movimiento político Ciudadanos por Venezuela, CPV, con el claro propósito de animar reflexiones y actitudes que inciten al venezolano a valorar el sentido de ciudadanía sobre el cual adquiere sentido y fuerza el concepto de republicanismo democrático. El objetivo central es recuperar la democracia y tomar parte activa en la reconstrucción del país. Más, cuando hasta ahora los encuentros trazados en torno a pretensiones de diálogo, no han obtenido las respuestas que la crisis exige. Todo es al revés. Hay más controles gubernamentales que inciden en acentuar el perverso totalitarismo. Por eso, hay razones para que el país se encuentre girando alrededor de graves preocupaciones.

 “Hablar de “revolución” en política, es un asunto serio. Pero animar una gestión de gobierno con el auxilio del término “revolución” para amarrar ingenuos, bufones y furibundos a favor de una causa de populismo demagógico, es un acto de solemne estupidez y desquiciada razón”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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