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lunes, 7 de abril de 2014

BRIAN FINCHELTUB, CARTA A WINSTON VALLENILLA PADRE

Tras leer su carta pública pude concluir que no hay nada que supere el amor de la familia. Lo que usted escribe lo plasmaría, en papel o en piedra, cualquier padre que ama a su hijo. Para nuestros viejos no importa cuántos años tengamos, siempre nos protegerán y defenderán como cuando cruzábamos la calle agarrado de sus manos. Admiro el tono de su carta, un padre que le tocan a un hijo es capaz de lo que sea para defenderlo, usted en unas cuantas líneas ha desarmado la palabra a pesar de la rabia que pueda sentir por la agresión. Las ha revestido del sentido de tolerancia y respeto que tanto se han perdido durante estos últimos años.

Estoy seguro que mi padre escribiría lo mismo por mí, defendería como usted lo hace con su hijo, mi honestidad, mi integridad y mi derecho a vivir en tranquilidad en un país que nos pertenece a todos. Usted no me conoce, ni la mayoría de las personas que me leen tampoco, pero mi padre tiene en mí la suficiente confianza para poner sus manos en fuego. Ojo, también sería el primero en condenarme públicamente si me equivoco. Recuerdo que una vez lo llamaron a citación por una travesura de colegio y mi padre felicitó a la maestra y le dijo “en mi casa mando yo, aquí manda usted. La felicito”. No dejó de amarme al reconocer que me había equivocado, sabía que la mejor manera de enseñar valores es dando el ejemplo.

Hoy a mi padre no le preocupa ayudarme a cruzar la calle, son otros los peligros que a veces no lo dejan dormir. Por ejemplo: Que llegue a casa sano y salvo, que pueda tener las oportunidades para formar una familia y ganar estabilidad a través del esfuerzo y el trabajo. Que mis hermanitos y yo tengamos país para ver a nuestros nietos crecer. A mi padre también le preocupó mucho cuando con tan solo 18 años le dije que quería dedicarme a la política, que en cualquier país representa una profesión más, pero en Venezuela quien asume posturas públicas, también asume riesgos. Usted y su hijo los vivieron al ser víctimas de un acto de intolerancia, pero en Venezuela el odio y el resentimiento se  instaló desde hace años.

Usted planteó una interrogante ¿Qué llevó a que nos atacáramos unos con otros por pensar distinto?  Yo le respondería que dependiendo del lado en que nos ubiquemos veremos distintos responsables y causas. Pero con siete décadas vividas usted y mi papá saben que el país donde nacimos y crecimos no era así. Que había una rivalidad política pero jamás llegó a estos extremos, que en los estadios quizás nos separaba irle al Caracas o al Magallanes, pero al salir volvía el compadrazgo y la camaradería.

Nos dejamos de ver a los ojos, permitimos que nos separaran por nuestras ideas, por lo poco o mucho que tenemos, por lo que decimos, por cómo vestimos, por nuestros apellidos, por la zona en que vivimos. Se sembró el odio durante quince años y hoy muchos cosechan los frutos. Leí una digna respuesta que le hizo una madre venezolana y quería responderle como un hijo, como un joven que entiende su posición pero que pide sea respetada la posición de millones que nos negamos a pensar de una sola manera

En estos días he visto llorar padres, madres, hermanos, esposos, familias enteras por la difícil situación que vive nuestro país. El entendimiento parte de la necesidad de reconocernos, de no negar la existencia del otro. Basta que a una inmensa parte del país se nos siga acorralando como si no mereciéramos pisar suelo venezolano. Basta que nos convirtamos en reflejo de lo que rechazamos. Venezuela sufre también por sus hijos asesinados, presos y torturados y ante tanto dolor coincido con usted: rescatemos los valores de la paz, la convivencia, la tolerancia y el amor. Rescatemos a Venezuela.

Brian Fincheltub
@Brianfincheltub

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