La
tolerancia como virtud cívica y como valor ético sigue traspapelada en el
ambiente político venezolano. Parece irrealizable lograr ese consenso mínimo,
indispensable para que la aun llamada democracia funcione civilizadamente; la
coexistencia pacífica, en medio de las diferencias, sigue siendo una materia pendiente porque
históricamente ha prevalecido la intolerancia como práctica política
desfavorable y negativa.
De
ahí han surgido los radicalismos y la larga
confrontación en estos 15 años de gobierno socialista-comunista. El
diálogo constructivo entre contrarios no ha sido posible y parece que no bastan
las miles de muertes y asesinatos para entender y aceptar que el único camino
hacia la paz pasa por la tolerancia y el debate civilizado e ilustrado. La
cultura de la paz sólo es posible en una sociedad tolerante, comprensiva y
flexible, caracterizada por la diversidad ideológica y cultural.
Tolerar
es aceptar la pluralidad en todos sus campos y expresiones. Es respetar las
ideas, visiones, credos y prácticas de los demás, aunque difieran de los
propios, siempre y cuando todas se ajusten a los principios, valores e
instituciones sobre los cuales se sustenta una verdadera democracia y no un
falso socialismo-comunismo.
La
tolerancia, junto a la justicia, la libertad, la igualdad ante la ley, la
participación ciudadana y la soberanía popular
son pilares sobre los que debe sostenerse todo régimen democrático pero
no uno socialista-comunista como dicen
sus seguidores es el nuestro.
Obviamente
no hay que confundir la tolerancia con la indiferencia ni con la permisividad
ante posiciones o prácticas socialmente perjudiciales. La diversidad, la
heterogeneidad, las diferencias y la pluralidad, son, desde todo punto de
vista, enriquecedores y vitales porque generan interacciones, cambios,
transformaciones y dinamizan los procesos sociales.
La
homogeneidad absoluta no es posible y sería un freno al desarrollo. La
tolerancia debería ser un compromiso de todos los venezolanos, de los
ciudadanos afectos al régimen y los disidentes a él, de las comunidades y desde
luego del Estado.
Venezuela
es un país pluricultural, diverso y variado. Costeños, andinos, larenses,
maracuchos, centrales, llaneros, guayaneses, orientales, margariteños, tenemos
distintas maneras de actuar y de expresarnos y dentro de esa diversidad se dan
también las diferentes visiones del mundo y de las cosas y a partir de ahí
surgen las ideologías contrarias como algo consustancial a la verdadera
democracia.
Es
así en todo el mundo. Ninguna sociedad es homogénea. En Suecia por ejemplo,
conviven en paz y armonía 8.5 millones de suecos nativos y un millón de
exiliados e inmigrantes provenientes de los más variados países. Existen siete
partidos políticos sólidamente establecidos, soportados en una amplísima gama
ideológica que va desde la izquierda ortodoxa hasta la ultraderecha xenófoba.
En los procesos electorales cada debate televisivo es una cátedra de tolerancia
y de democracia.
En
Venezuela, por desgracia, el gobierno socialista-comunista a los contrarios no
les reconoce como adversarios políticos sino como enemigos irreconciliables y
cada uno señala al otro como único responsable del problema. No se permite el
disenso, la obstinación y el sectarismo es eliminar al contrario a costa de lo
que sea.
La
hostilidad se exacerba permanentemente y copa todos los escenarios donde
deberían reinar el diálogo y la conversación constructiva. El insulto, el
agravio y la ofensa marcan un estilo practicado desde hace 15años, afianzado
por el verbo incendiario, burlesco, jocoso y permanente del Sr Maduro y sus
acólitos en sus cadenas.
La
discriminación se ha disparado también. Todas las censuras comienzan con
expresiones descalificadoras a los disidentes al régimen; las críticas contra
cualquier desempeño han estado siempre marcadas por el odio, la rabia, la
envidia y hasta el color de piel. En un país cargado de rico mestizaje hay
quienes se creen arios o caucásicos.
Tanta
intolerancia atenta contra el derecho a la vida, crispa los ánimos y acentúa la confrontación;
las amenazas contra líderes populares, políticos, sindicalistas, periodistas
son intensas. Muchos hombres y mujeres disidentes al socialismo-comunismo
corren, en serio, el riesgo de ser liquidados por bandas criminales de
ultraizquierda que, con nuevos nombres, anuncian que “tienen la orden de
encarcelar o liquidar” a dirigentes contrarios y a miembros de organizaciones
de mujeres y de defensores de derechos humanos; a todos los acusan de manejar
un discurso de derecha y de criticar la
confiscación de tierras y al gobierno de su amadísimo presidente.
Mientras
tanto, nosotros, usted y yo amigo lector los que no somos violentos, unamos
voces de paz y de reconciliación a Dios y a Jesús Misericordioso, y soñemos con
una Venezuela donde quepamos todos y donde prevalezcan la convivencia, la
unidad, la paz, la solidaridad, la tolerancia y la justicia social. AMÉN.
britozenair@gmail.com
@zenairbrito
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