El movimiento estudiantil que lleva más de un
mes en la calle protestando contra la inseguridad, el desabastecimiento, el
alto costo de la vida, la corrupción y la violación de los Derechos Humanos, no
sólo se ha fortalecido con el apoyo de la sociedad civil y de la mayoría de los
integrantes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) sino que también ha
alcanzado un gran prestigio nacional e internacional, que lo convierte en una fuerza
imprescindible y protagónica para cualquier propuesta de diálogo, en momentos
en que está por arribar a Caracas la Comisión de UNASUR, formada por amigos del
gobierno.
Cualquier diálogo que se instale sin la presencia de los estudiantes será irrelevante, porque la dinámica de los últimos acontecimientos políticos revelan que su iniciativa de protestar en la calle, en coincidencia con Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma, se corresponde con el sentimiento y pensamiento de una mayoría insatisfecha con las políticas de Nicolás Maduro, que cada día hunden más al país en manos del hampa y de los paramilitares, que matan y reprimen con total impunidad.
Como
en los momentos más difíciles y críticos en la mayoría de los países hispanoamericanos,
cuando en la dirección política de la oposición se han presentado dudas acerca de qué hacer frente al autoritarismo
en ascenso, los estudiantes se han colocado a la vanguardia de la lucha por la
libertad y la democracia, sobre todo cuando a la racionalidad hay que
acompañarla del ímpetu que caracteriza a la juventud que decide luchar por sus
derechos constitucionales.
Cualquiera
sea el desenlace que tenga esta seria
confrontación política, los estudiantes han marcado una pauta y un rumbo, que
la resistencia con la cual enfrentan al desafío del autoritarismo, del
militarismo y de la represión desbordada, ya forma parte de una historia de
heroísmo, patriotismo y conciencia de los valores de la democracia para una
vida en libertad. Hacer de la protesta en la calle una forma de lucha
irreversible, hasta no alcanzar los objetivos de liberación de Leopoldo,
Simonovis y demás presos políticos, del regreso de los exiliados, de la
independencia de los Poderes Públicos, del respeto a los Derechos Humanos, es
decir, hasta que no haya un cambio de régimen, que garantice la libertad y la
democracia, los estudiantes permanecerán en un combate cívico contra el
militarismo, contra la evidente tendencia del gobierno hacia el totalitarismo.
Los
estudiantes representan hoy la voz, la opinión y la voluntad no sólo de la
clase media, sino también de amplios sectores populares, incluso chavistas,
cuyos jóvenes bajan de los cerros de Caracas a unirse a la protesta en el Este
y Sureste de la ciudad, porque en sus barrios los paramilitares han impuesto su
ley de vigilar para controlar, reprimir y hasta matar a quienes se opongan a su
mandato al estilo de los comités de defensa de comunismo cubano, cuyo sistema
según el propio Fidel Castro no le ha servido ni a sus compatriotas.
Según
un estudio hecho por representantes de las ONGs que defiende a los detenidos en
las manifestaciones e informado por la diputada Delsa Solórzano, el 80% de los
apresados son jóvenes provenientes de los sectores populares. De allí que la
protesta se extiende a una mayoría de la sociedad venezolana, que considera que
con los recursos que ha manejado el gobierno en 15 años, se ha podido cumplir con las funciones del Estado de
atender la educación, la salud y la seguridad de los venezolanos; apoyar y
estimular el aparato productivo del país, para
satisfacer las necesidades de alimentación y no estar importando el 70%
de los alimentos que consumimos.
La respuesta del gobierno de mayor represión, secuestro y tortura a los detenidos, no amedrentado a los estudiantes ni a los familiares de éstos, que se han incorporado a la protesta. La destitución y prisión de los Alcaldes de San Cristóbal y San Diego ha incrementado la indignación de los demócratas del país y del exterior, debido a la arbitrariedad del gobierno, que al violar la Constitución Nacional y los Derechos Humanos lo coloca entre los regímenes forajidos, dictatoriales. Y aunque el problema es de los venezolanos y debe ser resuelto en lo interno los mismos, la violación de los Derechos Humanos conducirá a sus ejecutores, tarde o temprano al Tribunal Internacional de la Haya.
Juan
Páez Ávila,
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila
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