Estamos viviendo momentos trascendentales
en Venezuela. Una importante porción del país tomó la decisión indeclinable de
sacudirse definitivamente, sin pararse en las consecuencias, a un régimen
genocida, delincuente y sin escrúpulos, pero también de pasarle por encima a
una dirigencia rendida, entregada al enemigo y traidora a los intereses del pueblo.
Pareciera que ese numeroso grupo de venezolanos insurrectos, con los jóvenes
universitarios a la cabeza y con sus padres en la plena arena de la lucha, han
internalizado aquellas terribles palabras de Louis Madelín, el biógrafo de la
revolución francesa, cuando dice que:
“A una nación le está permitido arrojar de su seno a los que sólo permanecen en ella para destrozarla.”
Los Castro le dan un guion que, para
remate, entiende mal e implementa peor. Sin embargo, debemos agradecerle a Dios
que dentro del mismo gobierno, los cuatro o cinco grupos que se reparten el
poder se espían entre ellos y se conocen al detalle sus “pecados y
“debilidades”, y en razón de ello no permiten que ninguno saque ventajas u
obtenga cuotas de poder por sobre los demás. Pero la historia a través de los
tiempos nos enseña que a nadie le gusta compartir el poder, y mucho menos en
regímenes despóticos, autoritarios o tiránicos. Caín no lo pensó dos veces para
asestarle un mortal carajazo a su hermano Abel, ni Rómulo para deshacerse de
Remo. Así ha sido, así es y así será. Lo que está por explotar, explotará
irremediablemente. Y a nadie le gusta hundirse si existe una posibilidad mínima
de salvarse.
Venezuela no merece seguir siendo
mancillada por una casta de delincuentes privilegiados en exceso. Su condición
delincuencial es reiterada cada día que pasa, y los vemos con el cinismo con el
que quieren imponer un “diálogo” usando malsanamente una palabra cuyo
significado desconocen: “Paz”
Para dialogar con quienes hablan con la lengua de la falsedad y la boca del engaño mientras siguen reprimiendo y maltratando con brutalidad y desparpajo se requiere una falta de personalidad y un nivel extremo de sinverguenzura extremo. Sabemos que dentro del “liderazgo opositor” sobran personas con esas características.
Cuando ese tipo de políticos cochinos,
vendidos y traidores reciban el desprecio lapidario de la juventud y la
población venezolana nacerá, de sus cenizas, una nueva Venezuela.
Jorge Ramírez Fernández
jorgeramirezfernandez@hotmail.com
@jorgeramfer
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